Editorial

Cuando hurtan la justicia y la memoria

El Gobierno miente a las víctimas del terrorismo a la cara, pero no oculta, es imposible, tanta vileza

Hace 25 años ya de dos desgarradores sucesos de la terrible historia de la lucha contra el terrorismo en nuestro país. Tal día como ayer sería liberado por la Guardia Civil José Antonio Ortega Lara tras 532 días torturado en un inhumano zulo en Mondragón. Trece días después sería asesinado el concejal del PP Miguel Ángel Blanco después de un breve secuestro que estremeció al país. Los españoles de bien recuerdan con dolor y emoción aquellas jornadas tremendas en las que los terroristas vascos demostraron el grado de inmundicia, degeneración y maldad que podían alcanzar en su fanatismo y su odio. Aquellas imágenes quedaron grabadas en la conciencia colectiva, más allá por supuesto de que los centenares de asesinados con anterioridad por los etarras y los posteriores merezcan idéntica consideración, respeto y dignidad. En los terribles días de julio de 1997, los de las grandes manifestaciones por la paz y el nacimiento del Espíritu de Ermua, la derrota incondicional de los terroristas y de su proyecto totalitario fue siempre un objetivo compartido por la sociedad. Como también el recuerdo y el tributo con honor y gloria para los caídos y la solidaridad, atención y cercanía a las familias. La nación, su clase dirigente y el pueblo imaginaron, desearon y lucharon por el final definitivo de ETA, pero sin duda en su inmensa mayoría, al menos de la gente de a pie, jamás concibieron un escenario como el que han promovido el gobierno socialista comunista y sus aliados de Frankenstein. Sánchez prioriza hoy a Bildu, el brazo político etarra, con un buen número de terroristas en sus filas, como socio estratégico en la gobernabilidad del Estado, de lo que además se presume desde la Moncloa y el PSOE sin pudor ni rubor. La portavoz bilduetarra Mertxe Aizpurua fue durante años un operativo mediático de la banda, señaló y justificó desde sus columnas víctimas y asesinatos y acabó condenada. Ahora se fotografía sonriente con ministros y dirigentes del PSOE, y recibe halagos y parabienes, hasta incluso ampliar la ley de Memoria Democrática contra el franquismo a 1983, con el gobierno socialista de Felipe González. Ese entendimiento y esa complicidad lo manchan y lo pervierten todo, más a un partido con demasiados sepulcros a los que se debería honrar. Sobrepasado ese umbral de inmoralidad, el político de turno, este Gobierno banaliza cualquier conducta, la más reprochable. Sin abochornarse, ha desatado la mayor operación de blanqueamiento de ETA, de desmemoria sobre el terrorismo y de exclusión de las víctimas a mayor gloria de los verdugos, que hoy son homenajeados y agraciados con beneficios penitenciarios irregulares, casi todos en las cárceles del PNV. Las terminales judiciales de la izquierda han bastardeado con el requisito del perdón para abrir las celdas a los pistoleros. El Gobierno miente a las víctimas a la cara, pero no oculta, es imposible, tanta vileza. Europa nos recuerda que hay 379 crímenes de ETA sin resolver. La democracia ha fallado. Sin justicia y sin memoria. Otra razón definitiva para el urgente cambio político que recupere la dignidad y la ética.