
Editorial
El Rey apela al gran pacto de convivencia
Entre los problemas más acuciantes que señaló Su Majestad –junto con la vivienda, la inmigración o la situación internacional derivada de la agresión rusa sobre Ucrania–, se encuentra a su juicio «el clima en el que se desarrolla con frecuencia nuestro debate público».

Su Majestad Don Felipe VI volvió a elegir la solemnidad de los salones del Palacio Real de Madrid, uno de esos magníficos escenarios que jalona la, en palabras del propio Monarca, «portentosa historia de España», para dirigirse a los españoles en la Nochebuena de su décimo año como Rey. Y fue, el de ayer, un discurso que no debería pasar inadvertido a unos destinatarios, los que tienen en sus manos la gestión de las funciones del Estado y la organización del funcionamiento de las instituciones públicas, desde los líderes de los partidos políticos hasta los altos funcionarios gubernamentales, a quienes Don Felipe apeló con escasas perífrasis a su responsabilidad en la búsqueda del bien común de los ciudadanos desde la convicción de que el consenso en lo que es esencial para el bienestar y el futuro de la Nación debe ser la práctica constante que oriente la esfera de lo público. No niega el Rey, nunca lo ha hecho, la legítima, democrática y necesaria diversidad de opiniones, pero lo que reclama de manera inapelable es que esa diferencia no derive en la negación de la existencia de un espacio compartido. Porque, como señala Su Majestad, en la sociedad española prevalece una idea nítida de lo que conviene y de lo que a todos beneficia. Y a su consecución, por encima de diferencias y desencuentros, deben aplicarse fundamentalmente las instituciones públicas.
Por supuesto, nos hablaba Don Felipe desde su experiencia personal en la tragedia sufrida en el sur y el este de España, con especial daño en Valencia, por la terrible dana, en la que el comportamiento inicial de las administraciones públicas concernidas, de los responsables políticos, no estuvo a la altura de la magnitud de la catástrofe. Los Reyes fueron testigos directos del impacto físico pero también emocional sufrido por los vecinos de unos pueblos y comarcas arrasados literalmente por las aguas y cubiertos por el barro. Y fueron testigos, pues, de cómo se instalaba la desconfianza en la labor de las instituciones públicas, apenas paliada por el esfuerzo y sacrificio extraordinarios de los primeros policías, guardias civiles, militares y sanitarios que consiguieron llegar a las zonas más castigadas. Pero, como señala el Rey, ese sentimiento de orfandad, de abandono puede prevalecer sobre la realidad de una gran nación como la Española, con unas instituciones fuertes.
De ahí, la insistencia Real, por un lado, en el seguimiento a medio y largo plazo de los trabajos de reconstrucción y, por otro, en el que nuestros responsables políticos respeten el gran pacto de convivencia que representa la Constitución española, el «consenso en torno a lo esencial», hay que insistir en ello, como el mejor instrumento para afrontar los problemas de la Nación.
No habló Su Majestad desde lo abstracto. Al contrario, planteó los graves problemas migratorios y de acceso a la vivienda que están entre las principales preocupaciones de los españoles y lo hizo desde el convencimiento de que España tiene los suficientes medios, la suficiente potencia económica para solucionarlos, aunque, eso sí, desde la vuelta al diálogo de quienes tienen en sus manos la responsabilidad de hacerlo. Fundamentalmente, porque entre los problemas más acuciantes que señaló Su Majestad –junto con la vivienda, la inmigración o la situación internacional derivada de la agresión rusa sobre Ucrania–, se encuentra a su juicio «el clima en el que se desarrolla con frecuencia nuestro debate público».
Es una percepción, sin duda, compartida por una buena parte de la sociedad española, que observa con asombro algunas actitudes de quienes encarnan la gestión de lo público. Y no se trata de señalar responsables desde la misma dinámica partidista, sino de apelar, con el Rey, al espíritu del gran pacto constitucional, que es el acuerdo fundamental sobre el que se asienta nuestra convivencia.
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