Editorial

Sánchez resistirá en una España sin Gobierno

Es cierto que la opinión pública ha interiorizado que Sánchez está dispuesto a mantenerse aferrado al poder sean cuales sean las circunstancias

MADRID, 05/11/2025.- El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sale a recibir al sultán del Sultanato de Omán, Shaitham Bin Tariq Al-Busaid, antes de mantener una reunión en el Palacio de la Moncloa, este miércoles. EFE/ Mariscal
Pedro SánchezMariscalAgencia EFE

En una situación política normalizada, la decisión de Junts de bloquear la legislatura, no sólo retirando el apoyo parlamentario al Gobierno, sino enmendando a la totalidad todas las leyes en tramitación o pendientes de entrada en la Cámara, no tendría más salida que la disolución del Congreso y la convocatoria de elecciones anticipadas, fundamentalmente, porque entre las normas que los nacionalistas catalanes han dejado en el alero, a merced de la oposición, se encuentran los Presupuestos Generales del Estado, que hasta la llegada del sanchismo era la norma fundamental en el correcto desarrollo de la legislatura. Pero cuando hablamos de sanchismo, hablamos de una manera de entender la política tan sui géneris que transforma en normal y democráticamente avanzado lo que era intolerable –la falta de Presupuestos– cuando gobernaba el Partido Popular. Así, están en las hemerotecas las admoniciones de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy, exigiéndole la dimisión y nuevos comicios si no conseguía aprobar las cuentas públicas y se veía obligado a prorrogarlas, en uno de esos cambios de opinión incalificables para quien va a cumplir tres ejercicios con las cuentas prorrogadas. Hacemos hincapié en este asunto porque el bloqueo de Junts, muy afectado por los incumplimientos por parte del PSOE de unos acuerdos que contenían concesiones que ningún gobierno democrático puede cumplimentar sin forzar las costuras de la Constitución y violentar el principio de igualdad ante la ley de todos los españoles, deja a las Administraciones públicas sin un instrumento esencial para el desarrollo económico y social de la Nación, obligadas a redistribuir partidas y a tirar de ampliaciones de crédito, medidas incompatibles con cualquier planificación estratégica digna de ese nombre. Por no hablar de las «leyes estrella» de Justicia, que debían aliviar por la vía del oportunismo legislativo los problemas legales que enfrenta el entorno familiar y político del jefe del Ejecutivo. Es cierto que la opinión pública ha interiorizado que Sánchez está dispuesto a mantenerse aferrado al poder sean cuales sean las circunstancias, y que la pérdida de la mayoría parlamentaria, que haría caer a cualquier gobierno en Europa, no es determinante, al menos, mientras los de Carles Puigdemont, que siempre se han mantenido fieles y coherentes con sus postulados, prefieran mantener la presión sobre los socialistas, con más o menos intensidad, con la esperanza última de que se avengan a cumplimentar algunas de las concesiones pactadas en Suiza que atemperen la desafección creciente de sus votantes en Cataluña, antes de abordar una moción de censura instrumental. De ahí, que las reacciones de los más diversos actores políticos se hayan movido entre el escepticismo de quien intuye una maniobra nacionalista al uso y la resignación de quienes consideran que Sánchez resistirá, aunque no pueda gobernar.