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Barroso, el candidato inevitable

La Razón
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El apoyo que los jefe de Estado y de Gobierno de la UE dieron la semana pasada a José Manuel Durao Barroso para que siga cinco años más al frente de la Comisión Europea despeja el camino al político portugués. La abrumadora victoria de la derecha en las elecciones europeas del 7 de junio y la inexistencia de otro aspirante ante la división en el seno de los socialistas europeos convierten a Barroso en el candiato inevitable.

Durante la cena que compartieron el miércoles en Bruselas, los dirigentes comunitarios acordaron expresar su apoyo a Barroso, pero rechazaron nominarlo oficialmente hasta que no tenga garantizados los votos suficientes en el Parlamento Europeo. Precisamente, esa falta de apoyos explica la impaciencia del Partido Popular Europeo y del propio Barroso para que la investidura se produzca cuantos antes, preferiblemente en la primera sesión de la nueva Legislatura, el 15 de julio.

El mandato del actual Colegio de Comisarios concluye el próximo noviembre y la investidura de la nueva Comisión se verá determinada por el Tratado comunitario que esté en vigor. Si el próximo jefe del Ejecutivo de la UE es elegido bajo las reglas del actual Tratado de Niza, sólo necesitará la mayoría simple para ser elegido. Sin embargo, si el texto que se aplica es el Tratado de Lisboa, pendiente de ratificar por Irlanda, el candidato requerirá la mayoría absoluta. De ahí que Barroso prefiera pasar el examen parlamentario en julio y no en noviembre. Populares, liberales y parte del grupo socialista (portugueses, españoles y británicos) están lejos de la mayoría absoluta de 369 votos.

Consciente de esta situación, Barroso ha comenzado su propia campaña para garantizarse la reelección tratando de convencer a todos de que su candidatura garantiza una "Comisión fuerte"para estos tiempos de crisis económica. Precisamente, Merkel y Sarkozy habían exigido al portugués una agenda clara antes de apoyarle firmemente.

Los últimos cinco años han mostrado a un presidente de la Comisión trabajador y tenaz, pero susceptible a las presiones de los gobiernos nacionales, especialmente de los países más fuertes. Muy lejos queda aquella década en la que Jacques Delors presidió una Comisión con iniciativa propia que no se dejaba amilanar por los Estados miembros. Como recuerda una ex ministra holandesa de Asuntos Europeos, Barroso aparece en las imágenes de televisión siempre detrás de los líderes europeos, nunca delante de ellos, como si la Comisión estuviera supedita a los Gobiernos. En medio de la actual crisis económica y de las tentaciones proteccionistas, es necesaria una Comisión que utilice la iniciativa legislativa que le otorgan los tratados y no una Comisión de expertos y asesores. ¿Estará Barroso a la altura del reto?