El Euroblog

Klaus, el aguafiestas de la UE

La Razón
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La Unión Europea recibió el miércoles con indisimulado alivio la ratificación del Tratado del Lisboa por el Senado checo. Como si de un regalo anticipado por el Día de Europa, que se celebra este sábado se tratara, la Cámara Alta dio luz verde por escaso margen a un texto que simplifica la toma de decisiones en la UE ampliada.

Sin embargo, tal y como viene siendo habitual cuando de la República Checa se trata, pronto el euroescéptico Vaclav Klaus tiró un cubo de agua fría sobre los ingenuos europeístas. "Mi firma no está en el orden del día. Hasta que el Constitucional no emita sentencia dejaré de lado el tema", expresó con decepción el presidente checo, que se niega a estampar su firma en el tratado hasta que Irlanda se pronuncie e incita a los diputados a que presenten recursos de inconstitucionalidad contra el texto.

Tampoco el primer ministro saliente, Mirek Topolanek, se mostró muy entusiasta a la hora de pedir el apoyo de los senadores al texto comunitario. En opinión de Topolanek, el tratado "debe aprobarse, ya que lo contrario demostraría una actitud pasiva en Europa, lo que no trae ningún resultado". Celosa de la soberanía nacional, horas antes la derecha logró sacar adelante una argucia legal que obliga al Ejecutivo a consultar al Parlamento antes de ceder nuevas competencias a Bruselas.

La estrategia checa de "esperar y ver"es compartida también por Polonia, cuyo presidente, el derechista Lech Kaczynski, se niega a rubricar el tratado hasta que Irlanda no haga lo mismo. Dublín, que sufre la peor recesión de la Eurozona, se ha aceptado convocar un nuevo referéndum el próximo otoño tras lograr de sus socios europeos todas sus demandas (conservar su comisario europeo, mantener su política fiscal y sobre el aborto, y garantías para su estatus de neutralidad).

Por motivos muy diferentes, tampoco Alemania ha concluido totalmente su proceso de ratificación. El presidente federal no puede firmar el texto ya ratificado por el Bundestag hasta que el Constitucional se pronuncie sobre un recurso presentado por varios diputados.

En caso de superarse estos cuatro escollos, el Tratado de Lisboa podría entrar por fin en vigor el próximo 1 de enero, bajo la Presidencia española de la UE. Pero, como nos ha enseñado el proceso de construcción europea en sus casi sesenta años de historia, nada se puede dar por sentado mientras queden flecos pendientes de resolver.