Tomás Gómez

El artículo de Tomás Gómez: El problema no puede ser la solución

El problema de Sánchez es la abstención de sus desencantados

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno, Pedro SánchezDavid JarLa Razón

Feijóo va capeando el temporal de los pactos con Vox con movimientos como los de Durango, Vitoria y Barcelona, con los que ha arrebatado el bastón de mando a Bildu e independentistas catalanes para entregárselo a nacionalistas vascos y socialistas. De momento, exceptuando el caso valenciano, parece que el gallego va dominando la embarcación razonablemente bien.

Sánchez, aconsejado por su reducido núcleo de confianza, ha diseñado una campaña que abandona los cánones clásicos de actos y mítines para centrarse, casi exclusivamente, en los medios de comunicación.

Una intensa presencia en programas de televisión, entrevistas en emisoras de radio y en periódicos, junto a la estrategia en medios digitales, es la manera en que el líder socialista intenta reducir la ventaja de los populares.

Sin embargo, la mayoría de los sondeos detectan un aumento en la distancia entre PP y PSOE. Desde el principio, Sánchez se negó a aceptar que el problema es él, pero entrevistas, como la que le hizo Alsina en Onda Cero el pasado lunes, son la evidencia de que el socialista vuela con plomo en las alas.

La idea de que ha incumplido sus compromisos y de que ha dado bandazos según la conveniencia del momento, junto a su política de alianzas, pesan más sobre la valoración del socialista que las medidas sociales y económicas que ha tomado el Gobierno.

Por más que en la campaña electoral intente convencer a los electores de que no ha habido acuerdos con Bildu en la legislatura, la fotografía de los abertzales con ERC presentando la Ley de Vivienda que después llevó el Ejecutivo al Parlamento, es imposible de contrarrestar.

El problema de Sánchez no es la fuga de votos socialistas al PP, sino la abstención de los desencantados que reprochan su gestión política.

Por otra parte, la organización está más desmovilizada que nunca. El varapalo del 28-M, el descontento con las imposiciones en candidaturas y el agotamiento de dos procesos electorales tan próximos no son las mejores mimbres para este momento.

Sánchez ha forzado estas elecciones para que nadie pudiese cuestionar su candidatura. Las cosas están yendo mal y, atendiendo a los estudios demoscópicos, parece que la única duda es cuántos diputados subirán los populares y cuántos bajará el PSOE.

Si las previsiones se cumplen, el Partido Socialista tendrá que reconstruirse por completo. En este caso, el problema no puede ser la solución, por eso, Sánchez no deberá obstaculizar su relevo.