Management

Hay 4 tipos de jefes tóxicos: así puedes identificarlos y lidiar con ellos

El 24% de los trabajadores siente que trabajan para el "peor jefe que jamás han tenido"

The Office
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Qué sería del mundo de la empresa y el emprendimiento sin los jefes. Y en particular sin los jefes malos. Esas personas que no sabes muy bien cómo han llegado donde están o que hacen el trabajo de sus empleados mucho peor, pero que al final están ahí para desahogarnos y darnos que hablar. O bueno, quizá estemos ironizando.

Los jefes y líderes que decepcionan están por todas partes, y también depende del prisma por el que se mide. Quizá para una persona un jefe es malo porque no le da suficiente apoyo y, sin embargo, para otro, ese gerente es bueno porque le está dando autonomía.

La buenas noticia es que sea cual sea tu caso no estás solo. Un nueva encuesta que ha consultado a más de 1500 empleados del mundo tecnológico y startups ha encontrado que el 24% de los trabajadores sentían que estaban trabajando para el "peor jefe que jamás hayan tenido".

La investigación, realizada por la empresa de CRMs Perceptyx, analiza también los efectos de lidiar con un mal jefe, que pueden ir desde la desvinculación general del trabajo hasta afectar tus hábitos de sueño, tus relaciones con los demás e incluso tu autoestima.

Los trabajadores también identificaron hasta cuatro perfiles de jefes, que fueron los siguientes analizados por la experta en recursos humanos y fundadora de la consultora laboral Trygpc Amy Drader.

El microgestor

Los microgestores son famosos por tener una baja tolerancia a la ambigüedad. Se resisten a dejar que los empleados tomen sus propias decisiones y supervisan el trabajo de cerca. Los microgestores hacen esto porque necesitan mucha información para sentirse seguros y preparados para cumplir con su propio trabajo. Muchos microgestores también provienen de otros microgestores. Es decir, se comportan de esta manera porque su jefe lo hace y así sucesivamente en la jerarquía de liderazgo de la empresa.

En estos casos, intenta dejar de sentir que no confían en ti. Probablemente no sea el caso. En cambio, dale a tu jefe lo que necesita para tener éxito y ser efectivo en su trabajo. Pregúntales con qué frecuencia quieren actualizaciones y en qué formato. De ninguna manera retengas información de ellos. Además, esté dispuesto a examinar tu propio comportamiento y corregirlo en caso de que puedas estar fomentando el microgestión.

El jefe amigo

Estos son gerentes que parecen preocuparse más por lo que su equipo piensa de ellos que por tomar decisiones difíciles, delegar trabajo o responsabilizar a los demás. A menudo, los “jefes amigos" han comprometido su capacidad para actuar como supervisores porque interactúan frecuentemente socialmente con su equipo o intercambian demasiada información personal con el personal.

Cuando se deben tomar decisiones difíciles, están influenciados inapropiadamente por las interacciones sociales, luchan con la preocupación por cómo los perciben los empleados o confían en algunos pero no en otros (creando entornos laborales injustos).

El jefe solitario

Este es el no-jefe de los jefes. Funcionan como casi un profesional independiente, enfocados únicamente en su propio trabajo y entregas. Parece que tienen poca preocupación o enfoque en el desarrollo del equipo.

A algunas personas les encanta trabajar para estos jefes porque tienen libertad y autonomía. Pero si eres alguien que busca mentoría o la experiencia de ser liderado con dirección estratégica, este supervisor te deja sintiéndote insatisfecho.

El jefe antipático

Este es quizás el peor tipo de jefe para trabajar: el antipático por defecto. Esas personas que notas que crean dinámicas que no son sanas en el equipo. A veces, no pueden evitarlo, porque su forma de liderar pasa por un control algo sibilino que incomoda.

En estos casos, primero intenta imaginártelos como alguien que no sea tu jefe. Tal vez son padres o voluntarios en una organización benéfica. Aquí está la cosa, los antipáticos y tóxicos los son por una razón; se comportan mal rutinariamente en el trabajo, pero no tienen que ser malas personas.

A veces, encontrar ese punto puede ayudarte a abrir otras vías de convivencia y que ese jefe cambie el rumbo. Si no es así, toca tomar decisiones.