Investidura de Pedro Sánchez
Alternativa en marcha
Salió Pablo Casado dispuesto a ejercer de manera brillante el liderazgo que Pedro Sánchez, con su rancio personalismo olvidadizo del interés de España, ha cedido en bandeja. El presidente del PP se despachó a gusto con un discurso duro. Seguramente, el más crudo en el fondo que se le recuerda, aunque dentro de unas formas parlamentarias moldeadas con gusto. La ocasión lo reclamaba. Era lo que tocaba. No están las cosas como para permitir que el candidato del PSOE busque la amnesia de los españoles colándoles de rondón el escándalo de la sumisión de una institución como la presidencia del Gobierno al separatismo a cambio de su investidura para seguir disfrutando del poder. A Casado se le presentaba la oportunidad de situar a Sánchez frente a su sonrojante espejo de cesiones. Y a fe que lo logró. Aunque Sánchez intentó blanquear sus resbaladizos acuerdos, Casado no le dejó espacio. Más bien se lo achicó hasta hacerle parecer perdido. El aspirante a la investidura se vio descolocado. Fue víctima de su soberbia. Hasta el punto de que cayó en el recurso a una mofa insoportable. Un tonillo perdonavidas que no venía a cuento y que solo sirvió para mostrarle arrogante. A partir de ahí, las réplicas de Sánchez fueron simplemente un horror. A efectos de puntuación en el debate: Casado se proyectó como el actor esencial en una democracia española ayuna de liderazgos sólidos. La alternativa del centro-derecha está en marcha y decidida a recortar al socialismo de Sánchez su campo de acción y sus apoyos. Simple respeto a España.
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