Gobierno

Congreso al servicio de Sánchez: el gobierno “progresista” tapa el debate

Llevará a la Cámara de inmediato una intensa agenda de reformas sociales e ideológicas para atar a ERC y ahondar en la España de frentes

El Congreso queda anulado en la parte más incómoda para el Gobierno «progresista», la que da juego a la oposición. Al tiempo que en las próximas semanas será el escenario para dar salida a una implacable ofensiva por parte del Gobierno de izquierdas con reformas de carga muy ideológica, que hagan, o eso pretenden, que para ERC sea muy difícil no sumar su voto, y que no impliquen gasto al Presupuesto.

Moncloa ya ha visto que ahí está el «campo» para avanzar en la construcción del relato de las dos Españas, la «progresista» frente a la «de las derechas», y utilizar además este «ruido» para tapar lo que pueda traer de inesperado e incómodo la vía catalana, fuera de su control.

La eutanasia, las reformas educativas, los cambios en la educación especial son sólo algunos de los ejemplos de esta «agenda social» que el Gobierno va a activar de manera inmediata para arrancar la Legislatura con una imagen de alta intensidad y con una agenda absolutamente polarizadora. La clave está en que las medidas no afecten al Presupuesto público, donde el margen es muy limitado y encima está supervisado por Bruselas,

Estos planes y la anulación del debate parlamentario encajan en un contexto en el que la mayoría de la investidura no está consolidada como mayoría parlamentaria. Por eso el cambio de día de la reunión del Consejo de Ministros, que del viernes han pasado al martes, en un estudiado encaje que descoloca por completo la agenda de la oposición. Con difícil arreglo, incluso aunque se acepte la propuesta de PP y Ciudadanos para intentar ajustar el trabajo de la Cámara Baja al cambio de guión que impone en todos los planos el hecho de adelantar la reunión del Gabinete ministerial. Esto deja sin sentido la sesión plenaria de los martes, apagada por la rueda de prensa en la que se informa de los acuerdos adoptados en el Consejo. Y también queda pulverizada la sesión de control al Gobierno de los miércoles, sostenida en preguntas antiguas y fuera de contexto incluso aunque se modifique la fecha de cierre del registro para presentarlas. Hasta ahora era los jueves, aunque se aceptaban hasta el viernes por la tarde excepciones sobrevenidas, consecuencia del Consejo de Ministros. E incluso alguna excepción cabía introducir los lunes.

Las apariencias engañan. Y ni el Gobierno es tan débil como pudo intuirse de la dura negociación de la investidura. Ni la oposición lo tiene tan fácil para derribarlo. La coalición de izquierdas ha dado los primeros signos de que está dispuesta a ir a por todas en lo político y en lo judicial para aguantar y la designación de la ex ministra de Justicia, Dolores Delgado, es uno de los mejores símbolos de lo que en la oposición empiezan a temer que se les viene encima.

«Estos vienen decididos a aniquilarnos y ya están dejando muy claro que no tendrán escrúpulos a la hora de utilizar todos los medios posibles para hacerlo». La reflexión viene del ámbito menos político y más del análisis estratégico del principal partido de la oposición. Y el mismo temor deja ver algún dirigente de Ciudadanos que observa desde la acción de gobierno autonómico cómo se recolocan las piezas en el tablero nacional.

Cataluña es la parte más débil del Gobierno «progresista» por los intereses cruzados que cohabitan en el juego general de engaños en el que cada parte intenta ponerse a salvo de la «quema». Otra de las impresiones erróneas e instaladas en el imaginario público es que ERC no quiere elecciones autonómicas. Las quiere el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y las necesita Esquerra. En los dos casos para librarse de la presión de la mesa bilateral de negociación.

Para Moncloa, las elecciones son la vía de escape para su compromiso de negociación de tú a tú con la Generalitat. Romperían con el marco catalán actual, y esperan que les lleven a reeditar en la Generalitat el acuerdo de investidura de Madrid. Y de esta manera desactivar la bomba de relojería de los acuerdos de investidura firmados con el partido de Oriol Junqueras. Madrid, para Sánchez; la Generalitat, para ERC. Puede sonar al «cuento de la lechera», pero es la base sobre la que en Moncloa mueven la estrategia en el tablero del «conflicto catalán».

Por diferentes motivos pero a ERC también le urgen las elecciones. Saben que JxCat colocará una presión difícilmente manejable sobre la negociación bilateral con el objetivo de rentabilizar a su favor el fracaso y la frustración. Cuanto más tiempo pase más espacio tienen los de JxCat para poder dotarse de razones para alegar que efectivamente ERC «se vendió en Madrid por nada», ya que por su parte siempre colocarán el listón de los objetivos por encima de lo que Sánchez puede llegar a concederles. En un juego de trileros en el que cada parte sostiene su estrategia sobre un engaño y busca engañar a las otras partes, Esquerra ha arriesgado sin duda en este movimiento de la investidura y cuanto más tiempo pase más posibilidades tiene de que sus cartas queden al descubierto.

La oposición también cuenta con que no encontrarán a medio plazo vía de ataque por el lado de intentar explotar el choque de Sánchez e Iglesias. Al nuevo vicepresidente no le interesa romper la unidad de acción a pesar de que Podemos haya quedado encapsulado en la nueva estructura ministerial. Iglesias aspira a colocarse las medallas sociales. En Cataluña no está incómodo. Y siempre podrá decir que la ortodoxia económica es culpa del presidente del Gobierno.