La Agenda 2030 es un plan de acción mundial de desarrollo sostenible para conseguir «la igualdad entre las personas, proteger el planeta y garantizar la prosperidad». Aprobada en septiembre de 2015 por la Asamblea General de la ONU, consta de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), a modo de «contrato social global», en el que todos tenemos que cumplir nuestra parte. Estos objetivos abarcan asuntos relativos a la la práctica totalidad de la actividad humana, incluyendo –entre otros– la igualdad de género, la educación, la salud, el agua, la industria, la pobreza, el consumo, o la vida submarina (no es broma). Que el organismo supranacional y multilateral por antonomasia que es la ONU, apruebe un plan de estas características, que condicionará la labor de la práctica totalidad de Gobiernos del mundo durante la próxima década, merece –cuando menos– que se le preste atención. Sobre todo ahora, que tenemos un Gobierno socialcomunista que marca como objetivos prioritarios la ideología de género, el cambio climático, el feminismo y la igualdad. Pero la preocupación se acentúa cuando vemos que el desarrollo de esa Agenda va a ser coordinada por el Vicepresidente Iglesias. La decisión de que el desarrollo de nuestro país esté en sus manos durante los próximos 10 años, exige un atento seguimiento. Podemos ver a la joven Greta como Alta Comisionada para el Desarrollo Sostenible de España, y a Montero prohibir el Pin de la libertad como contrario a un ODS. Al tiempo.