Independentismo

Puigdemont ordena a Torra: elecciones o destitur a Aragonés

El ex presidente fugado presiona a su sucesor para que ponga las urnas cuando se «desborde» el fervor independentista o para que abra una crisis de Gobierno para sacar al republicano Aragonès

Pleno extraordinario del Parlament
El vicepresidente de la Generalitat catalana, Pere Aragonés (i), junto al presidente, Quim TorraQuique GarciaEFE

Convencido de que saldrá de la cárcel y que tiene a Pedro Sánchez en sus manos. Así es el ánimo de Oriol Junqueras, según los dirigentes de Esquerra Republicana que le visitan en la prisión de Lledoners. «Vamos ganando el pulso», les aseguró el líder de ERC ante los guiños que el Gobierno de Sánchez lanza a sus socios de investidura, entre ellos la anunciada reforma del Código Penal que podría rebajar el delito de sedición y facilitar su libertad. El objetivo de los republicanos sería superar el cincuenta por ciento de votos en unas elecciones catalanas, lo cual daría al independentismo una victoria incuestionable y colocaría al Ejecutivo de la Nación contra las cuerdas. «Si esto ocurre, el problema para España es enorme», advierten en los partidos constitucionalistas que ven en los separatistas una huída sin retorno, máxime con la inhabilitación de Quím Torra. La decisión del Tribunal Supremo ha llevado al Govern de la Generalitat a una situación límite y a un enfrentamiento «a cara de perro» entre JxCAT y ERC.

Este objetivo de rebasar la mitad de votos independentistas es lo único que impide, hasta la fecha, romper el Govern, admiten fuentes de los dos partidos. Sin embargo, la inhabilitación de Torra puede trastocar los planes. El ex presidente fugitivo, Carles Puigdemont, está presionando a su sucesor para que convoque elecciones en Cataluña o acometa una crisis de gobierno con la salida del número dos republicano, el vicepresidente Pere Aragonès, e impida su ascenso a la Presidencia de la Generalitat. «O elecciones o dimisiones», le conminó Puigdemont a Torra. La batalla es tremenda y en ERC detectan una maniobra del presidente para presionar y desgastar a Roger Torrent, quien como cabeza del Parlament catalán tiene en sus manos la última palabra. Si desafía al Supremo, Torrent incurre en un delito de desobediencia. Y si Quim Torra persiste en su escaño podrían impugnarse todas las decisiones de la cámara autonómica. «Un escenario endiablado», reconocen en los dos partidos separatistas.

La tensión llegó al límite el pasado viernes, cuando Torra emitió un comunicado desafiante, amenazando a la Junta Electoral Central con acciones penales. «Se va a inmolar», aseguran en JxCAT. Mientras, en ERC desconocen por dónde saldrá finalmente Torra, aunque no tienen dudas de que la mano de Puigdemont mueve los hilos. Desde la cárcel, Junqueras ha dado orden a Pere Aragonès de resistir, pero cada día están más convencidos de que convocarán elecciones «cuando el nivel emocional esté desbordado». Es decir, cuando el fervor independentista llegue a un punto álgido. La otra salida es provocar una crisis de gobierno con el cese de Aragonès y situar en la cúpula de la Generalitat a alguien de la máxima confianza de Puigdemont. En su entorno suena con fuerza la alcaldesa de Gerona, Marta Madrenas, una radical neoconvergente muy cercana al fugitivo de Waterloo.

Desde la prisión, Junqueras ha tenido que parar un movimiento muy fuerte del sector duro de ERC contra el portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián. No solo por su papel en apoyo de la investidura de Sánchez, sino por haber entrevistado en un programa de televisión al dirigente del PP y ex alcalde de Badalona, Xavier García Albiol. La marejada fue grande. Los más radicales de ERC arremetieron con fiereza contra Rufián acusándole de «bufonete de las derechas» y provocaron la intervención de la secretaria general del partido, Marta Rovira, fugada en Suiza. Según fuentes republicanas, Rovira lidera el núcleo duro y mantuvo una tensa conversación telefónica con Junqueras, en la que desautorizó plenamente a Rufián. Por el contrario, Junqueras le respaldó con el argumento de que «se puede hablar con todo el mundo». El líder de ERC quiere presionar al PSOE hasta salir de prisión, algo que temen en el PP y Ciudadanos. «El efecto Junqueras, fuera de la cárcel, será mucho peor», dicen en estos partidos ante la ingenuidad de Sánchez de que la libertad de los presos mitigará las ansias independentistas.

Esta semana será decisiva. Torrent ha convocado una reunión de la Mesa del Parlament el lunes, dónde se adoptará una decisión final, poco antes del Pleno. Si Torra mantiene su escaño y vota, se corre el resigo de que sean impugnadas todas las iniciativas de la Cámara. Otra solución salomónica es dejar el acta de diputado y mantenerse como presidente, algo que no es legal pero le permite ganar tiempo hasta convocar elecciones. Lo que de ninguna manera piensan tolerar Puigdemont y Torra es poner la Presidencia en manos de Aragonès, aunque ya nadie sabe cómo acabará el enfrentamiento. Desde la cárcel, Junqueras ordena aguantar para captar el voto independentista.

En paralelo, tal como adelantó este periódico, Puigdemont prepara el acto en Perpiñán del Consell por la República, del 29 de febrero. En el entorno de Puigdemont y de JxCAT quieren dar a este acto una relevancia especial de exhaltación separatista. Aún está por definir cuál será la presencia de Esquerra.

Mientras, Junqueras acaricia su libertad y presiona sin tegua a Sánchez con la vista puesta en la mesa de partidos, prevista en el acuerdo pero aún sin fecha hasta el encuentro entre el presidente del Gobierno y Torra, que Moncloa mantiene para el día 6 en Barcelona. Desde Lledoners, Junqueras mantiene permanente contacto con su partido y concede entrevistas. «Parece un plató de television», ironizan algunos funcionarios. El resto de su jornada lo ocupan lecturas religiosas, Misa en la capilla y escritos a sus dos hijos, Lluc y Joana, en una colección de cuentos que recoge casi a diario su esposa, Neus Bramosa. Es un fervoroso creyente, nunca ha ocultado sus convicciones religiosas. Y lleva ya buenas ventas del libro que publicó junto a su amigo, el benedictino de la Abadía de Montserrat Hilari Raguer, claramente independentista, que también le visita a menudo. En este volumen analiza textos de los Apóstoles San Pablo y Santiago el Menor, ensalza los Salmos, cita a Lutero, Nietzsche, el Papa Francisco, defiende las Cruzadas y la Cristiandad, y aboga por la justicia social, combatir la pobreza y las revoluciones campesinas del último siglo.