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El desafío independentista

El optimista y el descolocado

Torra, que esperaba una sorpresa, se quejó de que Sánchez no aceptara el referéndum, la amnistía y la autodeterminación

Las escaramuzas sin sentido que se vivieron en Pedralbes, como los lirios amarillos, no fueron los protagonistas de la reunión de ayer. Ni tan siquiera los Comités de Defensa de la República hicieron acto de presencia, a pesar de que algún medio independentista se quejaba amargamente de que ante la visita de Sánchez hubiera normalidad. Convocaron dos manifestaciones con escaso éxito. Mas bien, pueden alardear de fracaso. Por la mañana ni un alma. Por la tarde, tampoco.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, llegó al Palau de Sant Jordi donde fue recibido por la guardia de honor de los Mossos d’Esquadra, tal y como marca el protocolo del Palau de la Generalitat, del mismo modo que en su día fueron recibidos igual Felipe González, Rodríguez Zapatero, María Teresa Fernández de la Vega e, incluso, un joven Príncipe de Asturias que acudió con su esposa a comer en la Casa dels Canonges con el presidente José Montilla.

Sin escaramuzas, la bandera de España y la catalana presidieron la reunión de los presidentes. Luego, sendas ruedas de prensa. Pedro Sánchez se convirtió en el primer presidente que ofrece una rueda de prensa en el «sancta santorum» del presidente de la Generalitat, en el atrio situado en el Pati dels Taronges, en el corazón del Govern de Catalunya. Eso escoció en el equipo de Torra que trató de evitarla por activa y por pasiva.

El presidente Sánchez mostró optimismo. Torra fue más escéptico. Parecía descolocado el presidente catalán. Se barruntaba un mitin del sector duro del independentismo ante la visita de Sánchez y todo acabó en agua de borrajas. Sánchez le robó la cartera. El cruce de navajas se quedó en unos pasos de esgrima. Sánchez sacó a relucir una «Agenda del Reencuentro» –como avanzó LA RAZÓN a primera hora de ayer– donde se detallaban puntos a discutir y los aspectos a negociar, más allá del consabido monotema de la independencia.

Entre ellos, uno curioso, a la vez que importante. Nunca el Gobierno de España había planteado el tema de apoyar la celebración de las Olimpiadas de Invierno en Barcelona en 2030, con sedes en la Ciudad Condal, el Pirineo aragonés y catalán. Una idea del alcalde Jordi Hereu, desechada y menospreciada por todos, que ahora se recupera. Desde hace meses el Comité Olímpico está trabajando para conseguir este objetivo con el apoyo de entidades empresariales como Foment del Treball y la Unión de Federaciones Deportivas de Cataluña, con la complicidad de Jaume Collboni, el líder del PSC de Barcelona. Sánchez la puso sobre la mesa dejando a Torra, también en este tema, con el pie cambiado.

Torra se quejó de que Sánchez no aceptara el referéndum, la amnistía y la autodeterminación. Quizás era el único que esperaba una sorpresa. La cosa no fue a mayores y ambos presidentes se aferran al diálogo presidiendo la primera reunión de la Mesa de Gobiernos. El presidente socialista solo irá a la primera. Quim Torra, por su parte, quiere ir a todas. Deberá ser pronto, no vaya a ser que pierda su condición de presidente. La de gobernante hace tiempo que la abandonó.

Por si fuera poco, la sociedad civil se apuntó a ver a Pedro Sánchez. Hace un año, acudió a la cena anual de la gran patronal catalana. Nadie más optó por reunirse con el presidente. 400 días después Barcelona Global, PIMEC, una patronal con sesgos independentistas, UGT y CC OO acudieron a la cita con el presidente. Hoy lo hará con Foment del Treball. Su presidente Sánchez Llibre estará acompañado por todas las empresas catalanas del IBEX. Una imagen de certidumbre que se aleja de pasados tiempos convulsos. Pedro Sánchez tiene motivos para salir contento de su ronda por Barcelona. Torra se quedó sin juguete. Ganó la desinflamación a la confrontación. Puigdemont en Waterloo fruncía el ceño. Lo de ayer no fue un buen escenario.

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