Podemos

El desgobierno de coalición

Sánchez tiene el Gobierno que no quería. Se han cumplido sus negros pronósticos: dos equipos, deslealtades y filtraciones. El hilo conductor de la crisis es la decisión de los «morados» de ganar la batalla del relato y apuntarse todas las «medallas»

El Gobierno está en crisis. Hasta ahora en lo único que ha demostrado solvencia ha sido en evitar el colapso de la «mesa» bilateral de negociación con Cataluña, de la que depende la estancia de Pedro Sánchez en La Moncloa. En todo lo demás se están cumpliendo los negros pronósticos en los que el presidente del Gobierno fundamentó durante meses su firme rechazo a la coalición y a Pablo Iglesias.

Hay un desgobierno de dos Gobiernos, hay juego sucio y deslealtades recíprocas, hay zancadillas para «tumbar» al contrario y desconexiones en los temas claves, lo que pone a prueba la consistencia del Gobierno. La gestión de la Ley de libertad sexual ha sido una exhibición nudista de lo que de verdad esconde la convivencia en el seno de la coalición. Aunque lo intenten vestir con palabras huecas sobre la coordinación y la normalidad que supuestamente mueve la acción del Ejecutivo.

Todos los choques que se están produciendo tienen un mismo hilo conductor. El líder socialista no midió bien a su adversario. Creyó que le anulaba si le dejaba con carteras florero y sin competencias dentro del que nominalmente es su Gobierno. Pero como él mismo vaticinó antes de la repetición electoral, lo que hay son dos Gobiernos, el Gobierno de Sánchez y el Gobierno de Iglesias. El vicepresidente Pablo Iglesias puede no gestionar, asumido lo tiene, pero no va a dejar de hacer lo que mejor controla, la agitación y la comunicación. En la formación morada explican sin rodeos que su batalla está en hacerse con el relato y en que quede claro que las políticas sociales y de izquierdas del Gobierno de coalición salen sólo por la presión que ellos ejercen sobre el PSOE. Esto es lo que mueve a Iglesias y habrá muchos más episodios en los que visualicen sus diferencias en cuestiones troncales de la agenda del Gobierno

La Ley de Libertad Sexual ha reflejado esta semana la frivolidad con la que las dos partes manejan el BOE, que se ha convertido en el campo de batalla. La morada, porque lo único que le importaba era poder colgarse la medalla para el Día de la Mujer, que hoy se celebra, de una ley «fantasma». No hay redacción final, no se sabe nada de ella en el Congreso de los Diputados y está condenada a ser corregida en su esencia porque de lo que nos ha dicho el otro «socio» de la coalición, es una «chapuza».

La frivolidad de la parte socialista reside en las filtraciones de las deliberaciones secretas del Consejo de Ministros y de los debates internos a fin de «devolvérsela» a la delegación morada.

Ejercicio de “travestismo”

PSOE y Podemos han dejado ver en estos días que el ejercicio de «travestismo» de la investidura dura lo que dura y que en el Gobierno conviven dos partidos en la misma sucia competición que ejercían antes de sellar su acuerdo de coalición. «Las diferencias entre ministerios son habituales. Forman parte de la acción del Gobierno. Lo excepcional es cómo en esta crisis los dos partidos han jugado con las filtraciones sin pudor y dejando ver que les importan más los intereses de parte que el interés general».

Las elecciones vascas y gallegas extreman las tensiones, pero no son excusa suficiente como para justificar de qué manera funciona internamente el Gobierno. La realidad es que la coalición no está hecha para gobernar, como bien advirtió Sánchez durante las negociaciones que fracasaron. Es una mala solución para atender al interés de aguantar en el Gobierno. Y en eso las dos partes sí están de acuerdo, pese a los choques de estos últimos días. Durar, durarán, porque les va el futuro de sus liderazgos y de los partidos que sostienen al Gobierno. El desgobierno de la coalición tiene dos importantes colaboradores externos. Uno de ellos es la necesidad del independentismo de mantener fuera del poder a la derecha. Y la otra colaboración le viene de la oposición, más ocupada también en la competición entre ellos mismos que de la eficacia en hacer frente a las políticas del Gobierno de coalición. PP y Vox no colaboran, sino que disputan como adversarios. Y Ciudadanos ha dejado de ser relevante en la pelea.

En la oposición la política no deja de ser un juego de gestos y cuando el «mercado» está dividido prima más ser el primero en registrar una iniciativa o en ganarse un titular que plantear una alternativa consistente a la izquierda. De hecho, la coalición vasca entre PP y Ciudadanos responde más a un movimiento táctico coyuntural que a una estrategia de futuro porque el camino está lleno de interrogantes. En cualquier caso, la crisis de estos últimos días dentro del Gobierno no cambia sustancialmente las previsiones de la derecha y de la izquierda. Hay coincidencia en dar por hecho que Sánchez podrá no gobernar, pero podrá durar al menos hasta las próximas autonómicas y municipales. Muy posiblemente incluso aunque fracase su agenda catalana. El coste en liza es muy alto porque en los dos partidos coaligados son conscientes de que en esta partida pueden caer sus líderes y los partidos que los sostienen. Sánchez está hipotecando las esencias del socialismo hasta en temas tan intrínsecamente vinculados a las raíces del PSOE como la lucha feminista. Iglesias se enfrenta al riesgo de que Podemos muera bajo el peso de las moquetas de Palacio después de haber sufrido amputaciones en todas sus últimas citas electorales. Y esta pulsión política y electoral condiciona cada paso de las dos partes, aunque en teoría quede mucho hasta otras elecciones generales.

Un Ejecutivo, dos pancartas en el 8-M

Los partidos que componen el Gobierno de coalición, PSOE y Unidas Podemos, vivirán por separado la movilización masiva que tendrá lugar hoy en Madrid y las principales ciudades. Cada partido encabezará su propia pancarta, con el objetivo de visibilizarse por separado, a pesar de que el viernes quisieran trasladar una imagen de unidad con la reunión de la comisión de seguimiento de la coalición tras las últimas polémicas. La pugna entre ambos partidos por llevar la bandera del feminismo sigue viva y se podrá sentir hoy en la calle.