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Coronavirus

Padre Ángel: «La Iglesia debería organizar ya plegarias, como en tiempos de la peste»

Cuatro ancianos fallecen en residencias de Mensajeros de la Paz, dos de ellos por coronavirus

El Padre Ángel está consternado por el fallecimiento de seis de los residentes de dos centros de Mensajeros de la Paz en la Comunidad de Madrid. Se trata de cuatro ancianos en la residencia Montserrat Caballé, ubicada en el distrito de Barajas de la capital, y otros dos en la de Morata de Tajuña, Nuestra Señora de la Antigua, al sur de la región. De momento, está confirmado que el fallecimiento de dos de ellos en la capital se debió a contagio por coronavirus. Se investiga si los otros también fueron infectados. A través de un comunicado, la institución pidió ayer «ayuda urgente» a la Comunidad de Madrid y al Gobierno de Pedro Sánchez. Sus responsables reconocen estar «angustiados» por lo que está ocurriendo.

–¿Qué edades tenían los fallecidos?

– Eran todos mayores, de setenta y muchos años. Es la pauta.

–¿Tienen algún otro caso diagnosticado?

–Mensajeros de la Paz cuenta con 120 residencias en toda España y gracias a Dios en las de Asturias, Andalucía, Castilla y León, Extremadura y Castilla-La Mancha no tenemos todavía casos. Sí sabemos de varios positivos de usuarios, e incluso de trabajadores. Tenemos certeza de uno de una residencia en Extremadura y otro en Castilla y León. Se nos han dado de baja casi 50 empleados. Algunos con positivo, pero están en casa, sin necesidad de tener que ir a urgencias.

–¿Qué necesitan para afrontar esta pandemia?

–Estamos faltos de material sanitario, pero, después del llamamiento, gracias a la Comunidad de Madrid hemos conseguido mascarillas –el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso proporcionará hoy 500– y guantes. Aunque seguimos necesitando más, estoy seguro de que lo conseguiremos gracias a la solidaridad de la gente.

–¿Teme que haya nuevos fallecimientos?

–Creo que se va a mantener, pero es una esperanza a veces tonta, porque acabo de leer que acabaremos con 50.000 o 60.000 muertes en España. Si eso llega, la mayor parte va a ser de personas mayores, de residencias de mayores, sin duda alguna. Es lo que estamos viendo estos días.

–A pesar de todo, su tono parece optimista.

–Sí. Pienso que que estamos todos juntos y unidos, lo que pasa es que cada uno vemos nuestro problema. Si yo atiendo mi residencia, el Gobierno tendrá que estar viendo las 500 o 600 que tiene en conjunto. Pero solo con que fallezca una sola persona ya es demasiado.

–¿Cómo están reaccionando las familias de los residentes ante esta adversidad?

– Les tengo que dar mil gracias, porque nos apoyan, nos ayudan. Son conscientes de no que no pueden entrar, de que deben cumplir con las normas, y no hacen otra cosa que alabar a los trabajadores, algunos doblan las horas que tienen que hacer.

–¿Qué piensa de esta situación?

–Pues, como todos, la vivo con mucha preocupación aunque también con la esperanza de que esto tiene solución. Lo que ocurre es que cuando se te van algunos abuelos que han estado tiempo contigo te destroza el corazón. Creo que igual que la Iglesia organizaba aquellas plegarias por la sequía o las pestes, deberíamos empezar ahora a hacer lo mismo ante esta verdadera desgracia que nos está sucediendo.

–¿Cómo está viviendo el estado de alarma decretado por el Gobierno?

–Estoy en casa, viendo la tele, leyendo, escribiendo y rezando. Y estando al corriente de todas las noticias, generalmente no son muy buenas todas las que me llegan por teléfono, por Skype, por videoconferencia... Y sobre todo animando mucho a la gente que está trabajando en cada residencia, a las juntas de Mensajeros de la Paz de Asturias, de Andalucía, de Extremadura o Canarias, que acaban de llamarme y me dicen que allí no tenemos ningún afectado todavía, ni en Asturias. Pero quizá cuando cuelgue el teléfono haya otro caso, porque mientras hablaba con un compañero me alarmó al decirme que estaba viendo un coche fúnebre en la residencia de Montserrat Caballé, y resulta que era que entraban a recoger a uno de aquellos cuatro muertos que estaban velando, no era ninguno nuevo. Todo eso te pone bastante nervioso.

–¿Qué se puede sacar de todo esto?

–A veces nos unimos más en las desgracias que ante las fiestas, sin duda alguna. Yo animo a seguir buscando la solución.

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