Tensión en el partido

Casado media con los barones del PP

Tiene que intervenir y hacer de apagafuegos tras las crisis que se le han abierto con el viejo PP y con el poder territorial. Busca templar a Aznar, y éste pide alternativa

En esa herencia que la dirección popular cree que necesita ahora enterrar, para no cargar con el coste de los casos de corrupción que arrastra el PP en los tribunales, hubo una vez en la que el hoy ex presidente del Gobierno José María Aznar llegó a maniobrar, ya entonces desde fuera del partido, con el pensamiento de impulsar a Pablo Casado como delfín para suceder al histórico Juan Vicente Herrera al frente de la Junta de Castilla y León.

Aquella operación no cuajó orgánicamente, pero Aznar ha seguido viendo a Pablo Casado como su «pupilo» prácticamente hasta ahora, cuando, como ocurrió ayer, «padre» e «hijo» coincidieron en un acto y «ni se miraron», en palabras de uno de los asistentes. Por cierto, que a pesar de coincidir con el 25 aniversario de la primera victoria electoral del PP, este acto no lo organizaba el partido, sino la Universidad Francisco de Vitoria.

La conjunción de astros no pudo llegar en peor momento, cuando Aznar rumia su enfado con la dirección popular porque reniegue del pasado que él quiere reivindicar y porque, además, han anunciado hasta un cambio de sede para borrar la herencia de la que forma parte el «aznarismo».

Desde las elecciones catalanas las crisis internas se han multiplicado y ante el choque directo con su alto mando en Génova, el líder popular ha tenido que mediar personalmente en algunas baronías para apagar los fuegos que están alimentado desde su entorno. En estas últimas horas ha habido llamadas, cruce de mensajes y hasta explicaciones para recomponer una unidad que tiene muchas costuras descosidas, lo que debilita el liderazgo de Casado, aunque no lo terminen de ver así en el núcleo duro de Génova.

Ese núcleo donde discuten a Aznar que siga creyendo que es el líder espiritual del partido y que lo siga considerando como de su propiedad. Ayer, delante del ex presidente, Casado volvió al discurso de que se siente orgulloso de los Gobiernos de Aznar y de Rajoy, después de haber sentenciado que no hablará más del pasado, que incluye también a Luis Bárcenas y a la corrupción. Aunque lo quisieron disimular, y el objetivo por parte de Casado era escenificar que firmaba la paz, como así pudo llegar a interpretarse, en realidad la escenografía de ayer, en un diálogo sobre Constitución y Libertad, no sirvió para disimular que las aguas turbias que corren dentro del partido.

Aznar no ha llegado a decirlo todavía, pero se siente mucho más identificado con la ex portavoz en el Congreso Cayetana Álvarez de Toledo que con lo que hacen y dicen en la dirección de su partido. Igual que le ocurrió en la etapa de mando de Rajoy.

Casado dio la imagen de intentar congraciarse con Aznar. Y Aznar pareció que le trataba como un discípulo que ha equivocado el camino y al que apenas le dirigió la mirada. «Yo sí he venido a celebrar dos legislaturas clave, por lo que supuso de consolidación de la transición y de reunir a una derecha dividida», dijo Casado, en un gesto hacia los Gobiernos de Aznar. Y que amplió, a su vez, a los de Rajoy. «Pinchan en hueso quienes pretendan dividir. Estoy orgulloso de mis predecesores porque me han permitido liderar el mejor partido de Europa. Estoy orgulloso del legado».

Entrelíneas quedaron claras las diferencias sobre cómo llevar el partido. El ex presidente del Gobierno, que dijo no querer dar consejos, sí levantó la voz para advertir al PP de la necesidad de dar la batalla de las ideas y de huir de la indefinición. «Si se renuncia y se mete uno en el terreno de la indefinición, o indiferencia, nunca se encontrarán las recetas adecuadas».

Los dos evitaron el choque directo y la confrontación, pero Aznar, aunque fue menos crítico que en la entrevista de este domingo con Jordi Évole, en La Sexta, no dejó pasar la oportunidad para dejar encima de la mesa sus reflexiones sobre la compleja situación que atraviesa el PP. En el 96, año en el que el PP llegó a La Moncloa, había una alternativa clara al PSOE «porque se había trabajado en unir a la derecha, en hacer tarea de oposición y en definir un proyecto muy claro». Y esto es lo que ahora recomienda al presidente del PP.

«La consolidación de la alternativa, el convertirte en un polo de atracción, para evitar que los extremos crezcan, me parece una cuestión esencial. Y una de las lecciones más importantes a extraer de la victoria del 96», sentenció.