Opinión

«Déjà vu»

Los déjà vu suelen ser entretenidos, sorprendentes, incluso emocionantes cuando nos abordan en el presente desde el pasado. Pero un déjà vu en bucle aburre, desespera y suele provocar el efecto contrario al deseado, eliminando cualquier interés al respecto.

Sabemos que la política es el arte de engañar pero, últimamente, la maquinaria política se ha quedado en el verbo engañar obviando el sustantivo arte, y el desastre es descomunal. Estamos a cinco minutos de empezar a ver las ciudades y los pueblos empapelados con los carteles de Bardasano que, allá por 1936, conformaban la propaganda republicana sufragada por los soviéticos enviados por Stalin. Ya sabemos que todo lo que los políticos dicen en campaña es mentira; lo que dicen fuera de ella, también. Pero el desprecio por el ciudadano ha llegado a tal extremo que infravaloran nuestra capacidad intelectual tomándonos por tontos, y no es que nos importe demasiado, pero llega un momento en el que empieza a aburrir. Llevamos más de un año de epidemia sanitaria y el cansancio pandémico no nos permite conjugar el verbo aburrir.

Sacar ahora el Valle de los Caídos en plenas elecciones, como si fueran los Juegos Reunidos Geyper que se sacaban en las casas cuando llegaban las visitas, es de una dejadez y una vagancia por parte de nuestra clase dirigente que irrita. E intentar rentabilizar muertes y memoria histórica solo tiene un nombre. Llegará un día en el que se les terminará la munición y no podrán utilizar los balines que siempre les funcionan como la violencia de género o los muertos por Covid. Ya no tienen momia de Franco que sacar de ningún mausoleo. Las ideas se les acabarán algún día y lo de pensar en alternativas no está al alcance de la clase política. Qué hartura más grande.