Terrorismo

Ortega Lara: “Me corté las venas y pensé en ahorcarme, poco antes de que me rescatara la Guardia Civil”

El funcionario de prisiones explicó a la Benemérita lo que ocurrió durante su cautiverio en manos de un “comando” de ETA

Zulo en el que estuvo secuestrado Ortega Lara
Zulo en el que estuvo secuestrado Ortega LaraDiaz de RadaTiempo

“Me llegué a cortar las venas y pensé en ahorcarme, lo tenía todo preparado, pero llegó el rescate de la Guardia Civil”. José Antonio Ortega Lara cuenta, en el libro “Historia de un desafío”, escrito por el coronel Manuel Sánchez Corbi y la cabo primero Manuela Simón, lo que ocurrió durante su cautiverio.

Éste es el testimonio, que se reproduce íntegramente, por su importancia y por el realismo de la descripción de uno de los peores y más inhumanos crímenes de ETA:

“Durante mi cautiverio pensé muchas veces en que la Guardia Civil estaría investigando, pero perdí la esperanza con el paso de los días.

Llegó un momento en que perdí también las ganas de vivir y decidí dejar de hacerlo. Hice un primer intento cortándome las venas con el metal, previamente lijado, de los auriculares, y quedé desmayado momentáneamente con sangre a mi alrededor; pero acabé despertando, y limpié la sangre diciendo a mis carceleros que había sangrado de la nariz.

Un escenario lleno de sangre no me pareció la mejor manera de morir y opté por ahorcarme con una cuerda de plástico que había conseguido tejer. Tenía ya fecha, pero la liberación por parte de los guardias civiles me devolvió a la vida.

Me influyó mucho el ser creyente, no era fácil quitarse la vida siéndolo, pero cuando ya estaba muy mal, con un gran sentimiento de culpa, tenía claro que aquello se acababa. Todo fue muy rápido cuando me sacaron.

Recuerdo perfectamente que me introdujeron en una ambulancia, con una ventana lateral con cristal traslúcido al que no quitaba la vista de encima, miraba allí de manera fija.

En el vehículo me acompañaban dos personas con bata blanca y un guardia civil (el comandante Julio), que me dijo: «¿Por qué miras tanto para allá?».

Le contesté: «Estoy mirando la luz, esto para mí es un milagro, la luz». Luego, al llegar al hospital de San Sebastián, yo estaba asustado; el mismo guardia civil, intuyendo mis temores, me dijo: «¿Quieres que entre contigo?», y yo le respondí que sí. Pero todo fue bien, el médico al terminar el chequeo me dijo si necesitaba algo y le repliqué que un vaso de vino de La Rioja me vendría muy bien. «No, de eso aquí no tenemos», contestó él. Yo lo había echado en falta.

En alguna ocasión mis captores me lo ofrecieron, pero yo les dije que no quería, que sabía que me pedirían algo a cambio, y no estaba dispuesto a hacer ninguna concesión.

Del hospital fui a Intxaurrondo, hasta que llegó mi familia. Cuando vi a mi cuñado Isaac le dije: «No te preocupes que no estoy loco, aunque sí estoy muy mal”.

Mi mujer se abrazó a mí llorando, aunque yo no solté ni una lágrima, todavía estaba en mi mundo. Al final del cautiverio creo que me vieron tan mal que me entregaron una carta de mi mujer; la leí y se la devolví, no quería que nada me distrajera del final que ya había decidido. Sí recuerdo una frase que escribió mi mujer: «No te preocupes que Dios aprieta pero no ahoga».

Imágenes tras la liberación de Ortega Lara / Foto: Archivo
Imágenes tras la liberación de Ortega Lara / Foto: Archivolarazon

Antes que mi familia llegó el ministro Mayor Oreja, al que le dije que entendía que no hubieran negociado, que me había tocado a mí, pues mala suerte. Siempre he mantenido buena relación con él, es un tío que se deja querer. Todos los años me llama en Navidad.

Me pidieron que firmara varios documentos; al principio lo hice en dos ocasiones, arremetían contra el gobierno del PP y contra mis compañeros de instituciones penitenciarias, pero luego ya me negué, aunque me presentaron varios más.

También me hicieron dos grabaciones en vídeo. Como yo no me dejaba entraban dos, me ponían los grilletes y me obligaban a posar después de preparar todo el escenario.

Me decían que cuando saliera no contara nada a la Policía; yo les decía que sí lo haría, me replicaban aludiendo a que no les debía nada, pero yo les respondía que a ellos no, que me lo debía a mí.

Captores

De los captores siempre había uno que hacía de bueno. Cuando me veían fastidiado no se ensañaban conmigo, ahora bien, cuando discutíamos eran crueles, malos, muy malos. Solo los reconozco por la voz, siempre estuvieron encapuchados delante de mí.

Nunca los he odiado, a sus jefes sí, pero no a ellos. Quizá tenga algo de síndrome de Estocolmo.

A veces me torturaban con la música puesta sin parar durante periodos de cuarenta y ocho horas. Inaguantable.

Recuerdo la vuelta en helicóptero a Burgos, ruido, mucho ruido, y vi la cárcel de Nanclares desde el aire, que me resultó conocida. Aterrizamos en un cuartel militar en el mismo Burgos; allí me acompañó a casa el teniente coronel jefe de la Comandancia, Sixto, pero yo todavía no era consciente de nada.

“Mi hijo no me reconoció”

Solo cuando me afeitaron (yo era incapaz) y retomé la sensación del sofá de casa empecé a darme cuenta de que volvía a ser yo; esa sensación de confortabilidad me retrotraía a meses atrás. Mi hijo no me reconoció. Al principio no podía dormir, estuve seis meses con pastillas, y siempre lo hacía con la persiana subida, tenía necesidad de ver la luz; todavía hoy necesito estar con la persiana algo subida.

La adaptación a la vida fue dura. Me quería ir con mi mujer a un monasterio, pero mi cuñado me dejó una semana tranquilo; luego ya me obligó a salir e intentar retomar mis hábitos normales. El día que regresé me convencieron para bajar al portal para que me vieran los medios de comunicación; me tuve que poner el pantalón de un sobrino mío porque había perdido veintitantos kilos. Odiaba la calle, odiaba a Ortega Lara, al personaje mediático; yo era José Antonio, en mi casa y con mi familia.

Al principio la gente me agobiaba por la calle, era molesto, luego ya cesó, aunque todavía hay alguien que me para y me saluda; también me encuentro con gente que me insulta (algún «Gora ETA» me han dicho), pero eso ha ocurrido muy pocas veces.

He ido alguna vez por el País Vasco, aunque no me gusta mucho esa región. He seguido informado sobre la evolución de ETA y la lucha antiterrorista. Reniego de los últimos gobiernos y de la deriva que han tomado respecto a los terroristas. Todos los años voy a los actos a los que me invita la Guardia Civil, y no falto a las festividades de la Patrona en Burgos”.