Análisis
Más necesidad que valentía
El Gobierno aprobó el martes los indultos a los líderes del «procés», que ya están en libertad, como una maniobra para lograr desencallar el diálogo entre el Estado y Cataluña, ya que –reconocen– «la cárcel era un callejón sin salida que no les permitía avanzar» en esa interlocución. A partir de aquí, se abre un abanico de posibilidades –ya que los indultos solo son el primer paso– en el que se calibrará el éxito o el fracaso de la arriesgada apuesta.
¿Se pueden revertir los indultos?
La medida de gracia no es reversible pero sí puede quedar sin efecto. Por un lado, si los indultados incurrieran en un delito grave –penado con más de cinco años de prisión– en los periodos de condicionalidad (de 3 a 6 años) que figuran en la medida de gracia. Y en segundo lugar, si prosperase alguno de los recursos que se están presentando ya ante el Tribunal Supremo. En ambos casos, el Gobierno muestra su tranquilidad. Creen que los líderes del «procés» no lo volverán a hacer y están igual de convencidos de que los recursos tampoco van a prosperar, porque la medida de gracia está suficientemente justificada y el Supremo no puede poner reparos al fondo de la argumentación, solo a su arbitrariedad o ausencia de justificación en los mismos.
«¿Valentía o necesidad?»
Pedro Sánchez asumió la resolución de lo que define como «conflicto político» en Cataluña como una prioridad desde que llegara al poder en 2018. Su determinación no era azarosa, ya que de ERC dependía la estabilidad del Ejecutivo que preside. Los republicanos fueron los causantes del adelanto electoral en 2019 –o al menos, la coartada– y los Presupuestos que aprobaron en diciembre de 2020 garantizan a Sánchez agotar el mandato. De ahí que al Gobierno le interese cuidar a sus socios soberanistas, que, por su parte, también han conseguido la hegemonía del independentismo con una actitud más posibilista que Junts.
¿Cuál es el siguiente paso?
Tras la concesión del indulto, en Moncloa entienden que la pelota está en el tejado de ERC y que son los independentistas quienes tienen que dar el siguiente paso para comenzar a andar el camino. Todas las expectativas están puestas en la cita que Pedro Sánchez y Pere Aragonès tienen agendada para el próximo martes en el palacio de la Moncloa.
¿Qué se espera de la cita entre Sánchez y Aragonès?
La reunión se ha fijado de manera protocolaria, después de la investidura del nuevo presidente de la Generalitat, como ha ocurrido con el de Andalucía, Juanma Moreno o se producirá también con Isabel Díaz Ayuso el 9 de julio. Sin embargo, en este caso, el encuentro trasciende la oficialidad, porque el clima que exista en esta cita y la actitud que se perciba por parte del Govern será clave para poner en marcha la «mesa de diálogo». Se espera que en esta reunión bilateral se sienten las bases para su convocatoria.
¿Qué se tratará y cuándo se celebrará la «mesa de diálogo?
Todo dependerá de la cita entre Sánchez y Aragonès, pero en Moncloa ya asumen, tal como publicara LA RAZÓN hace días, que la convocatoria no se producirá hasta después del verano. En el Ejecutivo creen que la agenda de julio está «muy apretada» y tampoco ven una disposición por parte de los partidos que componen el Govern, especialmente Junts, que siempre ha buscado torpedear este foro de diálogo. A esto se suma que Aragonès quería reunir primero a los partidos catalanes, por lo que esto dilatará los tiempos. A la mesa, el Gobierno llevará sus propuestas de la «agenda para el reencuentro», entre las que figuran mejoras en financiación, competencias e incluso estarían abiertos, como también publicó este diario, a avanzar en un nuevo Estatut en el que blindar estas cuestiones, para que las voten los catalanes y se ratifiquen por una amplia mayoría.
¿Y la reforma de la sedición?
También habrá que esperar hasta después del verano para ver esta reforma del Código Penal. De hecho, en Moncloa, ya se dan hasta el final de la legislatura y no se anticipa en el corto plazo la modificación, porque aseguran no contar con los apoyos suficientes en el Parlamento, entre ellos, los de los partidos soberanistas.
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