Opinión

Arrimadas diluida

Génova ha cerrado el grifo, ahora veremos quién se queda hasta el último minuto luchando por un proyecto que hace aguas.

La líder de Cs, Inés Arrimadas el día que se convocó el adelanto electoral de Castilla y León
La líder de Cs, Inés Arrimadas el día que se convocó el adelanto electoral de Castilla y LeónAlberto OrtegaEuropa Press

Ya les vale, aguarle la fiesta a Inés Arrimadas una vez más y ahora en puertas de las Navidades. Eso no se hace, mira que convocar elecciones en Castilla y León cuando todavía no se le ha dado ni un mal mordisco al mazapán. No hay derecho, otro disgusto más para Cs, con lo bien encaminado que lo tenían todo para bajar la persiana del año cuando se cantara el último número de la lotería. Pues no, se han tenido que quedar con cara de póker, comerse con patatas una nueva puntilla en el ataúd del partido y rezar porque en 2022 no haya más tormentas para salvar los muebles.

Hace falta mucho más que una columna para entender cuál ha sido el problema del “partido bisagra”, pero la salida de Albert Rivera y el abandono de Cataluña apagaron el foco de una formación que se las daba de alternativa liberal al centro derecha español. No ha sido así y en gran medida la culpa reside en la falta de una estructura de partido que pueda soportar una y mil crisis antes de caer en la lona con tanta facilidad. Piensen en lo que llevan soportado tanto el PSOE como el PP desde hace más de veinte años, piénselo dos veces, y ríete del calvario de Cs ahora. Pero ahí siguen mandando, con las encuestas a su favor cada uno en sus fueros y sin sufrir la desbandada de militantes y cargos intermedios. Génova ha cerrado el grifo, ahora veremos quién se queda hasta el último minuto luchando por un proyecto que hace aguas. Detrás de Despeñaperros, donde la fórmula PP-Cs funciona a pesar de las presiones, asistiremos a la última prueba de fuego para ver en qué acaba aquel partido que vino a cambiar España y del que ya poco queda.