Ante la crisis
Génova acepta «las pruebas» de Ayuso
La presidenta no da un paso atrás: ni retira su acusación de espionaje ni renuncia a la Presidencia regional
Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso intentaron el viernes pasado acercar posturas en dos horas de reunión en Génova y a propuesta del líder popular. «Reunión infructuosa. El presidente del PP pidió que la presidenta Ayuso dijera en un comunicado que no había sido investigada por el PP. A cambio, la levantaba el expediente», fue la valoración de Sol. Mientras que Génova, bajo la presión interna, mediática y de la militancia, intentó rebajar el ruido y difundió, a través de un comunicado, que el «PP lamenta los acontecimientos de los últimos días y seguirá defendiendo, junto a todos los militantes, el mejor proyecto de futuro para España». Horas más tarde, Génova rectificaba la versión inicial de Sol y aseguraba que el presidente no había condicionado la retirada del expediente a que ella rectificara su denuncia y que éste seguiría su curso, aunque aceptaba sus pruebas. No se cerrará de inmediato pero, al aceptarlas, se entiende que lo acabará haciendo.
Ayuso no se mueve de su posición: no renunciará a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, ni siquiera aunque la dirección hubiera tomado la decisión extrema de expulsarla del partido en virtud del expediente informativo que le han abierto. Decisión que, por cierto, no hubiera tenido el apoyo de los dirigentes territoriales si no hay más pruebas en su contra.
La presidenta enumeró ante el líder popular los agravios de los que se siente víctima, y que se queja de que arrastra desde el día en el que, cuando todavía gobernaba en coalición con Ciudadanos (Cs), se presentó en su despacho para pedirle que la facilitara coger las riendas del PP de Madrid para poder defenderse con más armas de los ataques de su socio naranja, a lo que el líder popular le dio su sí. Es verdad que antes, cuando se negoció su candidatura y la de José Luis Martínez Almeida para el Ayuntamiento, pactaron optar por el modelo de separar la presidencia del PP regional del mando autonómico, siguiendo el sistema que utilizó José María Aznar. Las circunstancias cambiaron, según explican en Génova, porque Ayuso «ha actuado de manera desleal y poco ejemplar hacia el proyecto común».
La conversación del viernes fue tensa, como no podía ser de otra manera, después de que los dos dirigentes se hayan cruzado en público gravísimas acusaciones, traspasando límites del respeto que en política sí es habitual que se crucen entre adversarios de partidos distintos.
Casado ha llegado a imputar a uno de sus principales activos el delito de haberse dedicado a firmar contratos en plena pandemia, cuando morían 700 personas al día, para favorecer a su hermano. Ayuso mantuvo ante Casado lo que viene diciendo en público, que todas sus decisiones fueron ajustadas a derecho, e hizo repaso de los ataques de los que se siente víctima,señalando directamente a la «cabeza» del secretario general, Teodoro García Egea. De la misma manera que Casado detalló las deslealtades de las que dice que se siente víctima y apuntó contra el jefe de Gabinete de la presidenta, Miguel Ángel Rodríguez. Ayuso rechazó tajantemente cesar a Rodríguez y en esta crítica situación tampoco aceptó renunciar a presentar su candidatura al congreso regional del partido. Al contrario, al ataque, pidió a Casado explicaciones sobre el presunto espionaje a su entorno en el que Sol implica a Génova, y del que Casado culpa a Sol, como si hubiera sido un montaje en su contra.
El estallido de esta crisis se venía cuajando desde hace tiempo. De hecho, algunos dirigentes territoriales del PP intentaron frenar la explosión de la relación entre la dirección nacional del PP y la presidenta de la Comunidad de Madrid antes del 13-F. La decisión de pulsar el botón para cercarla con la acusación de corrupción se tomó antes de las elecciones de Castilla y León, y los resultados electorales, victoria, pero sin cumplirse los objetivos esperados, confirmaron la puesta en marcha del plan. A Pablo Casado y a Teodoro García Egea les habían comentando otros cargos del partido que la popularidad de Ayuso les haría perder la batalla del relato, pero los principales dirigentes del partido no dieron un paso atrás porque, según la tesis del líder nacional, «la verdad acabaría imponiéndose». «Si ha trincado no hay nada que pueda con eso», llegaron a explicar a alguno de sus interlocutores. Esta posición se la contestaron con la advertencia de que en el momento de popularidad y aprecio entre la militancia en el que se encuentra ahora Ayuso, cualquier acusación contra ella, o estaba muy bien armada y con consecuencias visibles en el plano judicial, o podría llevarse por delante a quien la sostuviera.
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