Toni Bolaño
PP desencadenado… a la espera de solución
Pablo Casado trató este fin de semana que la sangre no llegara al río, pero las heridas son tan profundas que el PP sigue desangrándose, y el líder fracasó. Además, da la sensación de que Ayuso ha mordido en carne y no está dispuesta a soltar la presa, bien asesorada por Miguel Ángel Rodríguez ha ganado la batalla del relato. Ha sido la víctima, Casado –con García Egea– el verdugo, y ha conseguido sus últimos objetivos militares. Sabe que no es su momento, pero su primera etapa ha sido cubierta con la defenestración de Casado con su «la situación es insostenible, nos desangramos». Como si ella no hubiera roto ni un plato.
No se equivoquen, cierto es que algunos han ganado esta batalla, al menos eso parece, pero no la guerra. La guerra de verdad son las elecciones y para llegar a ellas todavía falta un trecho y el partido llega renqueante con su adversario directo Vox engordando sus sacas de votos. Nuñez Feijóo, el eterno aspirante, parece que quiere aprovechar el suicidio colectivo del partido para aflorar como la solución. Casado quiere resistir pero los apoyos le escasean. Aparte de López Miras, silencio en los barones que se resitúan tras el líder gallego. Hasta el alcalde Almeida ha abandonado el barco de forma apresurada. Y Ayuso le ha dejado el camino libre, al menos de palabra. Veremos si de obra. Y un pequeño apunte, casi insignificante. Si el PP cambia de líder, el nuevo estará ausente de los debates políticos porque no será diputado y un año de espera se antoja una travesía en el desierto con mucho calor, sin agua y sin enseres.
El PP debe serenar los ánimos porque no está para más fiestas. No es el momento de tomar decisiones improvisadas, ya son ingentes las de esta naturaleza, de cerrar el tema en falso, ni de seguir desangrando al principal partido de la oposición, el de la derecha constitucional y europeísta, en palabras de José María Aznar en Barcelona. El PP necesita dejar de hacerse un harakiri diario, pero Feijóo reclama rapidez, «una última decisión».
La guerra se inició con un misil que intentó noquear a Pablo Casado. Me han espiado, dijeron desde Sol, colocando a Díaz Ayuso como zarina ofendida, pero cuando lanzas un misil no se pueden medir las consecuencias. Me pregunto cómo se presentará el señor Casado en la sesión de control de mañana en el Congreso. Tendrá que enfrentarse con Sánchez, pero sin balas en la recámara, y aguantar a Santiago Abascal que irá con el pecho henchido de satisfacción, porque que nadie se equivoque, el gran ganador de esta batalla no es el PP, es Vox, que también el miércoles, ¡oh casualidad!, se verá las caras con Fernández Mañueco, al que le exigirá de todo, y más.
El PSOE no está invitado a la fiesta. Mañueco se lo dejó claro ayer cuando les dejó plantados después de que Tudanca le asestará un rejón con la corrupción. La suya y la de Ayuso, por mucho que diga la lideresa que el contrato es impoluto. Mucho ha tardado en dar explicaciones si tan impoluto es. Y como añadido, mucho ha tardado en dárselas al presidente de su partido.
El PSOE –el caoba of course– se frota las manos porque le dejan espacio en el centro y lanzan mensajes de euforia. Error. La socialdemocracia no es la beneficiada en las encuestas porque la izquierda está desmovilizada, no tiene la ilusión necesaria porque las cainitas batallas en el Gobierno de coalición hacen creer a sus votantes que la coalición no existe. De momento, sus votantes se lo miran desde el burladero y no es bastante agitar el espantajo de Vox. PSOE y Podemos, mejor dicho Yolanda Díaz tienen que reactivar la coalición si quieren ganar a la derecha. Lo que ahora no sabemos es si la derecha estará capitaneada por Vox o por el PP. De momento, los populares van desencadenados.
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