Feijóo

La moderación que achica la capacidad de maniobra del Gobierno

El gallego ofrecerá una amplia oferta de pactos de Estado, medidas como la rebaja de impuestos que tanto disgustan a quienes mantienen a Sánchez

Para muchos, el XX Congreso del PP pasará a la historia como el que entronizó a quien era su líder natural; eso sí, con casi cuatro años de retraso. Alberto Núñez Feijóo siempre ha concitado el respaldo territorial e interno para guiar al partido. Ocurre que en 2018, tras el inesperado éxito de la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy del poder, Feijóo renunció a dar el paso. Sin embargo, el grado de adhesión al gallego permaneció latente y fue creciendo ante el zigzagueante liderazgo de Pablo Casado. Ahora, al Partido Popular le toca volver a empezar.

Feijóo ha recibido un mandato de su formación: la familia popular deja en su mano recuperar La Moncloa. Es el gran reto del nuevo líder. Seguro de sí mismo, ha decidido prescindir de sorpresas para, aun a riesgo de ser aburrido, transmitir fiabilidad. El shock vivido por el partido en las últimas semanas exigía primar las seguridades sobre la ilusión. Tal ha sido el mensaje a sus bases. Pero no sería bueno que la nueva dirección confundiese la militancia con lo que pide la sociedad española del año 2022 a un gran partido.

Ciertamente, la moderación del gallego reactiva el papel de alternativa de la principal formación de la oposición y achica la capacidad de maniobra del Gobierno. Así lo está constatando ya el propio Pedro Sánchez, que recibe este jueves en La Moncloa al nuevo presidente de los populares. Como muestra de su centralidad, el líder del PP llevará bajo el brazo una amplia oferta de pactos de Estado. Empezando por la exigencia de una rebaja de impuestos para desahogar a los ciudadanos, que tanto disgusta a quienes mantienen al presidente del Gobierno, desde Unidas Podemos a ERC pasando por el PNV. Un tanto para Feijóo.

Veremos qué empiezan a señalar los sondeos. Aunque todo parece indicar que la renovación de los genoveses pueda ser ese bálsamo que permita seguir haciendo realidad que la suma del centro-derecha, bajo el paraguas PP-Vox, arroje mayoría absoluta. El más que posible adelanto electoral en Andalucía al mes de junio, aprovechando el tirón del cónclave popular, ha disparado la tensión socialista, pues las urnas pueden llegar en el peor momento para Juan Espadas, que va cuesta abajo en la rodada. Las expectativas son enormes para Juanma Moreno, el «califa», como ya lo ha rebautizado Feijóo. Los nervios son notables en la órbita gubernamental.

La entente entre ambos ha quedado engrasada con el «núcleo duro» de Génova 13. Los dos hombres fuertes de Moreno han sido elevados a la coordinación general, en el caso de Elías Bendodo, y a la vicesecretaría económica con Juan Bravo. El esperado reequilibrio del poder territorial no ha llegado sin embargo para Isabel Díaz Ayuso, que ha debido conformarse con la coordinación autonómica y local en la persona de Pedro Rollán. Feijóo ha sido cicatero con la presidenta de Madrid. Esperemos que el partido no vuelva a tropezar en la misma piedra.

El goloso departamento de Organización, por muchos aspirantes que tuviese, ha recaído al final en Miguel Tellado, a la sazón secretario general del Partido Popular de Galicia y persona de la total confianza de Feijóo. Hace semanas que el interesado lo sabía, así que el puesto jamás ha estado entre los negociables. Sí llama la atención que una Comunidad como Murcia, la del anterior secretario general, gobernada por el PP, no tenga ningún asiento en el comité de dirección. Fernando López Miras recibe un mensaje amargo de Feijóo. Con estos mimbres, además del premio a Esteban González Pons en la vicesecretaria de Relaciones Institucionales, y a la espera de otros nombramientos en distintos escalafones, estrena el recién elegido su traje de líder de la oposición.

Atrás queda el «paréntesis». Así se ha llegado a definir el curioso mandato de Pablo Casado. La «era Casado» terminó con el mayor terremoto en la historia interna de las siglas. El espionaje a Ayuso fue la gota que colmó el vaso de los tejemanejes de la anterior cúpula del partido. Tanto la lideresa de Madrid como el propio Casado han acabado siendo las grandes víctimas de Teodoro García Egea y sus grises fontaneros. Me cuentan que el ya ex presidente, desengañado, reconoce su equivocación por entregarse ciegamente a su número dos.

Con todo, se escriba el relato como se quiera, Feijóo sabe bien que, aunque no hubiese mediado la campaña de desprestigio lanzada contra Ayuso desde la planta noble del cuartel general genovés, los barones estaban planteándose seriamente retirar su apoyo a Casado en el congreso ordinario previsto para junio. Punto y seguido. Por más que sea de justicia igualmente reconocer la elegancia de Casado para echarse a un lado. Hasta sus detractores más acérrimos han aplaudido su despedida. Y estaba muy lejos de ser un trance fácil, ni para él ni para su mujer, Isabel Torres, quien ha roto incluso relaciones de amistad personal de muchos años. Su cara durante el cónclave mostraba lo que llevaban por dentro ella y su marido.