Aniversario
«El Gobierno que aspiro a presidir reafirma su vocación atlántica y se propone iniciar las consultas con los grupos parlamentarios a fin de articular una mayoría, escoger el momento y definir las condiciones y modalidades en que España estaría dispuesta a participar en la Alianza». Un miércoles 18 de febrero de 1981, LeopoldoCalvo Sotelo pronunciaba estas palabras en el Congreso de los Diputados para solicitar el apoyo de la Cámara a su investidura como segundo presidente de la democracia. Siete días después, con el intento de golpe de Estado del 23-F entre medias, fue nombrado presidente del Gobierno.
Arrancaba en ese momento un camino de negociaciones al más alto nivel internacional cuya meta se cruzó 15 meses después, un 30 de mayo de 1982, cuando España se convirtió oficialmente en el miembro número 16 de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Hoy, 40 años después, España se ha situado como un socio clave y respetado en la Alianza y celebrará ese cumpleaños por todo lo alto: acogiendo la Cumbre de la Alianza en Madrid dentro de un mes.
Pero los inicios no fueron fáciles y después de ese anuncio de Calvo Sotelo comenzaron las protestas con los ya más que conocidos lemas de «¡OTAN No, bases fuera!». Muchas, encabezadas por el que sería presidente del Gobierno poco después: el socialista Felipe González. Aun así, el 2 de diciembre de 1981 España solicita su adhesión formal a la Alianza y ocho días después firmaba el protocolo de adhesión. Casi seis meses después, nuestro país salía del aislacionismo y se convertía en aliado. Pero la división entre partidarios y detractores era cada vez mayor.
Período de reflexión
Meses después, en octubre de 1982, el PSOE de González vence en las generales y se inicia un periodo de reflexión sobre la entrada de España en la Alianza, paralizándose su integración en la estructura militar aliada.
Sin embargo, los socialistas fueron cambiando poco a poco tanto su mensaje como su posición al respecto y llegó al 12 de marzo de 1986, cuando se celebró en nuestro país el referéndum sobre la permanencia. Del lema«OTAN, de entrada, no» de 1981, el PSOE pasó a solicitar a los españoles el «Sí» a la permanencia en la consulta, la cual se condicionaba a la no entrada en la estructura militar, la prohibición de almacenar o instalar armas nucleares en suelo español y la reducción de la presencia militar estadounidense en España. Ganó el sí por la mínima: 52,54%.
Las exigencias de aquel referéndum se fueron cumpliendo durante los siguientes años, pero una de ellas no del todo: la participación militar. Y es que las Fuerzas Armadas españolas empezaron a desplegarse en misiones OTAN desde el verano de 1992. La primera, en el Adriático, con la fragata «Baleares» en la Flota Permanente de la Alianza (STANAVFORMED) para controlar el embargo decretado por la ONU a los países de la antigua Yugoslavia. Dos años después, en 1994, nuestro país desplegaba por primera vez cazas de combate en la operación «Deny Flight» de la Alianza en Bosnia y en 1995 tenía desplegados en suelo bosnio más de mil militares como parte de la Fuerza de Implementación aliada (IFOR), en la que siguieron cuando pasó a ser la Fuerza de Estabilización (SFOR) en 1996.
Entre medias, el socialista Javier Solana, que en su día entonó también el «OTAN No», se convirtió en secretario general de la Alianza. No había marcha atrás y España estaba cada vez más integrada en la Organización Atlántica y en el verano de 1997 llegó la gran cita para nuestro país: la organización y acogida de la primera Cumbre de Madrid. Meses después, ingresaría en la estructura militar de la Alianza y en 1999 se incorporó a la Estructura de Mandos con personal también en los cuarteles generales aliados.
Una integración más que completa a la que siguieron los años en los que las Fuerzas Armadas españolas maduraron como tal y en los que la presencia de uniformados españoles en operaciones en el exterior ya no era extraña. Y como ejemplo: Afganistán, donde nuestro país estuvo 20 años, convirtiéndose no solo en una de las misiones internacionales más largas para nuestro país, sino también en la que más vidas se han perdido: 100.
Misiones actuales
A día de hoy, son 1.354 los militares españoles los que están desplegados en misiones bajo bandera de la OTAN, sobre todo en el flanco Esteante la amenaza rusa tras la invasión de Ucrania por parte de Vladimir Putin. Así, hay 500 efectivos, carros de combate y artillería pesada en Letonia, 140 efectivos y ocho cazas en Lituania, y 453 marinos ,y tres buques de guerra en el Mediterráneo oriental. Todas ellas, fuerzas de disuasión ante el desafío ruso en un momento de especial tensión internacional.
Pero los militares españoles también están desplegados en Turquía, donde hay 146 uniformados y una batería de misiles «Patriot». Además, otros 115 participan desde 2018 en la misión de asesoramiento que la OTAN tiene en Irak (NMI). Unos despliegues con los que España, además de mostrarse como un socio fiable y comprometido (pese a estar muy lejos del 2% del PIB en gasto de Defensa), quiere llamar la atención de los aliados para que no se olviden de mirar al sur y a las amenazas que llegan del Sahel.
De hecho, el Ministerio de Defensa ya ha anunciado un nuevo despliegue de cazas Eurofighter en Amari (Estonia) para finales de agosto y el envío próximamente de una batería de misiles a Letonia y cien efectivos más.
Cuarteles aliados en España
Y ese compromiso se plasma también en los numerosos centros y cuarteles aliados que alberga nuestro país desde hace varios años: Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad en Bétera (Valencia), Cuartel General Marítimo de Alta Disponibilidad en el buque «Castilla» en Rota (Cádiz), Centro de Operaciones Aéreas Combinadas (CAOC) de Torrejón, el Centro de Excelencia contra Artefactos Explosivos Improvisados (C-IED-COE) o la sede del Programa de Liderazgo Táctico (TLP) en la base de Los Llanos de Albacete.
Aportaciones todas ellas con las que España quiere compensar en cierto modo el ser el penúltimo aliado que menos invierte en Defensa (solo Luxemburgo gasta menos). De ahí que, coincidiendo también con la guerra en Ucrania y la Cumbre de Madrid, el Gobierno de Pedro Sánchez haya prometido de nuevo alcanzar ese 2% del PIB de aquí a 2030 y no en 2024, como acordaron los aliados en 2014 en la Cumbre de Gales.
El difícil objetivo del 2%
Un camino, el de alcanzar ese objetivo de gasto militar, que no es fácil pese a que el Ejecutivo de Sánchez se haya comprometido de nuevo. Ese 2% supondría básicamente duplicar la actual inversión en Defensa que, según las estadísticas de la Alianza, en 2021 fue de un 1,03% del PIB, unos 12.200 millones de euros, pues la OTAN tiene en cuenta otros gastos, como las pensiones o las misiones. De momento, la última promesa del Gobierno es la de alcanzar el 1,2% en 2025 y llegar al 2% en 2030.
Ésta será una de las promesas que Pedro Sánchez, Margarita Robles y José Manuel Albares llevarán a la Cumbre de Madrid para reivindicar ese compromiso de España.
Pero también será un cónclave en el que España hará valer su posición de nación anfitriona y comprometida con la seguridad aliada en todos los frentes para «exigir» al resto de los miembros que no se olviden del flanco Sur. Esa OTAN con una visión de 360 grados que no solo mire, como ahora, al flanco Este por Rusia y tenga en cuenta también las amenazas y riesgos que llegan del flanco Sur, del Sahel: terrorismo yihadista, tráfico de armas y seres humanos, narcotráfico... Y, sobre todo, que no infravalore un continente, África, en el que la influencia de Rusia es cada vez mayor con, por ejemplo, el grupo mercenario Wagner.