OTAN

Lo que es y lo que no es

Elevar los gastos de defensa no es, aparentemente, un gesto social, pero lo es en tanto que nos hace fuertes con los aliados y disuade a los rusos de echar mano de las armas

Amar la guerra es un absurdo, nadie la ama. Otra cosa es si te entran en casa y te tienes que defender, como le ha ocurrido a Ucrania. Hasta la Iglesia ampara la legítima defensa. Que Podemos vote ahora en contra de elevar el presupuesto militar español o de apoyar a Ucrania (ha hecho ambas cosas) equivale a optar por quedarse inerme frente a Rusia o China. España es apetecible como enemigo, porque es estratégica su posición.¿Sería Ione Belarra la que nos defendiese si se bloqueasen los puertos de Barcelona o Algeciras? Cuando Ucrania se ha visto bombardeada, los primeros en reclamar apoyo militar para Zelenski han sido los Verdes alemanes, los supuestos pacifistas. Menuda lata le han dado al canciller Scholtz desde la extrema izquierda, acusándolo de blando. Esta gente, nacida de las ideas abstractas y los discursos de libro, sencillamente no es de fiar. También la izquierda propugnó en los años 30 acuerdos internacionales de paz y alfombró el pacto entre soviéticos y nazis. Y ya sabemos en qué acabó todo eso.

Elevar los gastos de defensa no es, aparentemente, un gesto social, pero lo es en tanto que nos hace fuertes con los aliados y disuade a los rusos de echar mano de las armas. Es, paradójicamente, un gasto muy social. Porque la guerra la pagan todos pero, especialmente, los más pobres.

En la Cumbre de Madrid, España se ha apuntado un tanto importante, mal que le pese a Podemos y a su secretario Enrique Santiago, que se ha manifestado en las calles contra la Alianza. Menudo papelón. Hemos demostrado una impecable capacidad de organización (que a veces se nos niega), una eficacia policial altísima, una gran colaboración ciudadana y el talento comercial para albergar a 5000 personas de 40 delegaciones proporcionándoles hoteles de primera, comida estupenda y un marco inigualable. El Palacio Real abierto, los sitios de La Granja de Segovia, el Reina Sofía y el Prado -la más importante pinacoteca del mundo- serán difíciles de olvidar para muchos extranjeros de esta cita.

Nos queda la satisfacción de haber garantizado un encuentro excepcionalmente importante para el mundo, donde se han definido las líneas maestras de la nueva guerra fría auspiciada por la extraña deriva de dictaduras como Rusia y China, enfrentadas a los países libres. La OTAN se ha reafirmado en su apoyo a Ucrania y, gracias a la cesión de Turquía, ha podido anunciar la admisión de Suecia y Finlandia. El cambio es substancial. Los más jóvenes tal vez no recuerden que los países escandinavos fueron, durante toda la guerra fría, una excepción emblemática a la unidad occidental. Eran neutrales y encarnaban el mito de los países “No Alienados”, que “combatían” la guerra y constituían un ejemplo para los socialismos. La realidad era que se aseguraban la paz en sus territorios, a costa de no constituir un elemento disuasorio frente a la vecina Unión Soviética. Ahora, cuando Putin parece incluso menos razonable que el Kremlin soviético, se ve muy bien en qué queda la neutralidad idílica. Impelidos por la amenaza, los escandinavos requieren la entrada en la OTAN. Tan crucial paso se ha producido en Madrid y así lo consagrará la historia.

Geoestratégicamente el mundo ha experimentado un viraje brusco, que no hubiese cabido esperar hace apenas cinco o diez años y que marcará el siglo XXI. En África, en Asia, China y Rusia alientan guerrillas locales y persiguen intereses económicos y militares. La OTAN ha de hacer de contrapeso y no pueden excluirse situaciones de grave riesgo. Que Podemos haga el tonto votando contra la OTAN (y contra Ucrania), sencillamente no es de recibo. Cabe esperar tan sólo que los acuerdos de Gobierno españoles pasen desapercibidos para las potencias occidentales, que también tienen lo suyo con fuerzas centrífugas extremas. Supongo que interpretarán como una extravagancia ibérica que, en plena época de guerra satelitaria y digital, los podemitas españoles quieran estar inermes.