El personaje

Isabel Rodríguez: la dureza entre sonrisas

Con ese aspecto de chica mona, puede lanzar las más duras puyas como si fuera un piropo

Isabel Rodríguez. Ilustración
Isabel Rodríguez. IlustraciónplatónLa Razón

Contundente, dura y agresiva si es necesario, pero siempre con una sonrisa. Así definen quienes bien la conocen a Isabel Rodríguez García, ministra de Política Territorial y portavoz del Gobierno de España. Bien lo ha demostrado desde que Pedro Sánchez ha ordenado a los suyos iniciar un contraataque hacia el PP con la vista puesta en las elecciones municipales de mayo, y las próximas generales. Y con ese rostro amable que la caracteriza no tiene pelos en la lengua para, en defensa del polémico «decretazo» energético, tildar de «negacionista» a Alberto Núñez Feijóo o de «casposa» a Isabel Díaz Ayuso.

Una abogada que, pese a su juventud –acaba de cumplir cuarenta y un años–, tiene detrás una dilatada carrera de servicio público. Fue la senadora más joven de España, pisó el Congreso como diputada con tan solo treinta, fue también portavoz del Gobierno de Castilla-La Mancha con José María Barreda y alcaldesa de Puertollano. Su nombramiento resultó una sorpresa para muchos, dado que es mujer de plena confianza de Emiliano García-Page, en ocasiones voz crítica del «sanchismo», y alineada en las primarias del partido con los «susanistas». Pero Sánchez, maestro en cabriolas inesperadas, optó por ella para esconder en guante de seda toda una ofensiva política contra el PP.

Cuentan que de niña, en su pueblo natal de Abenójar, localidad de pocos habitantes a tan solo treinta kilómetros de Puertollano, veía las ruedas de prensa de Rosa Conde, la entonces primera mujer portavoz de Felipe González. En aquellos días no pudo imaginar que años después ella misma ocuparía ese puesto.

«Es PSOE pata negra», dicen sus amigos de esta mujer nacida en una familia de socialistas manchegos. Entiende el socialismo como cercanía solidaria, y por ello en su etapa de alcaldesa recibía a los vecinos en su despacho o se presentaba de improviso en sus casas.

Con ese aspecto de chica mona, mirada picaruela y hoyos en las mejillas, Isabel Rodríguez puede lanzar las más duras puyas contra la oposición como si fuera un piropo. En el PP la acusan de utilizar la mesa del Consejo de Ministros con sectarismo de partido, mientras el presidente está muy satisfecho con su papel. Además, vocaliza bien sus palabras y en los últimos meses, a tenor de las encuestas, ha elevado el tono de ataques contra el PP. También tiene mano izquierda como cuando un periodista le preguntó si Cuba era una dictadura, que le dio una larga cambiada y le espetó: «No cabe duda de que España es una democracia». Habilidad para salirse por la tangente.

Nacida en un pueblo de poco más de mil habitantes, cursó la carrera de Derecho en la Universidad de Castilla La-Mancha y fue secretaria general en las Juventudes Socialistas de Ciudad Real. Allí conoció a su marido, Iván Molinero, también militante que ahora trabaja como técnico superior de Prevención en Riesgos Laborales. Tienen dos hijos con quienes se refugia siempre que puede en Abenójar, en el corazón de los Montes de Toledo, donde practica sus pasiones: monta en bicicleta, cuida un pequeño huerto y cocina unas buenas migas manchegas. Fervorosa de los libros de su paisana de Puertollano, la escritora María Dueñas, y de la música de Rozalén, en su etapa como diputada en el Congreso estuvo en la dirección del grupo socialista con Antonio Hernando, hoy uno de los hombres fuertes en Moncloa, y aprendió el estilo de Alfredo Pérez Rubalcaba, de quien Alfonso Guerra decía «Rubalcaba, Rubalcaba, te das la vuelta y te la clava», pero siempre entre sonrisas.

Era amable y cercana con los periodistas parlamentarios, que en su cena anual de galardones la eligieron diputada revelación. Se diría que desde muy joven Isabel ya prometía y ahora, con la confianza del presidente, como ministra de Política Territorial, participó en la mesa de diálogo con Cataluña.

Se siente socialista «por los cuatro costados» y no lo oculta, dentro de ese estilo de una izquierda afable, con rostro fino pero rotundo. Frente al estilo atropellado de su antecesora, la ministra de Hacienda María Jesús Montero, ella habla pausada y puede lanzar duras acusaciones con suavidad. «Puño de hierro en guante de seda», aseguran sus colaboradores, algunos de ellos en su etapa como portavoz en Castilla La-Mancha.

Ante la tensión actual con el PP, con los puentes rotos por la renovación del Consejo General del Poder Judicial, la política económica o el «decretazo» energético, les llamó «derecha retrógada, negacionista y rancia», alejados de los conservadores europeos. «Todo les vale para intentar tumbar a este gobierno», clama la portavoz de un presidente que se enrocó en el «No es no» para tumbar a toda costa y expulsar del poder a Mariano Rajoy. Pero la memoria es corta y la hemeroteca se olvida, por lo que los ministros y el PSOE están ya en campaña electoral en medio de un abismo de diálogo abierto entre ambos partidos.

«En el PP de Feijóo manda Ayuso», sentencia la portavoz con intención de dividir, aunque el gallego, con mucha retranca flemática a sus espaldas, no entra al trapo. En esta relación bajo mínimos, los socialistas recurren de nuevo al discurso del miedo, apocalíptico para cargar al PP con la culpa de todos los males. Y tal vez Alberto Núñez Feijóo podría cantarle a Isabel Rodríguez García lo de la famosa copla: «Niña Isabel ten cuidado, que donde hay pasión sin razón hay pecado». Ella responde fiel a su lema: «Mejor callar que mentir».