Sin acuerdo
IU fue quien pidió a Belarra cambiar el nombre a Unidas Podemos
Garzón y Díaz quieren enterrarla, mientras que los morados se encuentran cómodos con ella, aunque no se cierran a la negociación. Todavía no hay acuerdo firmado sobre el cambio de nombre, ni avance en este sentido, avisan
La guerra en la izquierda sigue acumulando espacio y foco político y mediático entre las direcciones orgánicas de los partidos que se salda con la consecuencia de seguir arrastrando el lastre de continuar hablando de la vida orgánica de las formaciones.
Las elecciones en Andalucía y la indefinición en la que se sumerge la izquierda han sido los dos motivos clave que han hecho reflexionar a Podemos e Izquierda Unida sobre su futuro político. El descalabro electoral en el sur y las tortuosas negociaciones para definir la coalición «Por Andalucía», constituyeron una situación dramática que ninguna de las formaciones está dispuesta a repetir, conscientes de que se juegan la reedición de alcaldías o participación en gobiernos autonómicos.
Uno de los análisis que se hacía en privado en ambas formaciones era la manera en la que debían confluir, donde ambas formaciones debían estar representadas de manera visible. El experimento en Andalucía se saldó, según fuentes moradas, con la total invisibilización de Podemos en la coalición «Por Andalucía». Y desde la dirección de IU se remarcó claramente que a partir de ahora, el nombre de la organización debería estar «visible y reconocible».
Fue precisamente cuando, después de las elecciones andaluzas, Podemos e IU activaron un espacio de coordinación con visos a llegar a acuerdos políticos entre ambos en las próximas elecciones, o a ampliarlos. Si bien, tal y como avanzó Público y pudo confirmar LA RAZÓN, en la primera cita en el mes de junio, se abordó la posibilidad de ir abandonando la marca con el objetivo de que el nombre de Unidas Podemos no fuera condición indispensable para cerrar un acuerdo político entre ambos partidos para ir juntos a las elecciones de mayo. Una propuesta que según ha podido saber este diario de fuentes confederales y confirmado después por parte de IU, partió en exclusiva de la dirección que encabeza el ministro de Consumo Alberto Garzón, y no de Podemos. Precisamente es IU quien menos cómodo se encuentra desde la formación de la coalición en 2019 –bautizada como el «pacto de los botellines»– con el nombre de Unidas Podemos, al entender que no se encuentran representados en la misma marca, nominalmente hablando. Ello ha llevado a varias guerras de poder entre ambos, que en IU trataron de «cobrarse» en Andalucía, cuando se apostó por una nueva marca en la que finalmente los morados no llegaron a inscribirse por el embrollo en el que derivaron las negociaciones.
La idea de avanzar en la superación de Unidas Podemos, está muy clara dentro de IU y también en los planteamientos de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, que ya ha confirmado que no utilizará estas siglas, ni convertirá su proyecto en una «sopa ni una suma de siglas». Pero no tanto en el cuartel general morado, que relega el debate a una discusión oficial y se confiesa «cómodo» con la actual marca. No se cierra a ese debate y a prescindir de la marca, eso sí, admiten en la formación morada, pero incidiendo en que todavía no hay ningún acuerdo político sobre la mesa, ni mucho menos firmado. «No hay acuerdo al respecto de las marcas. Cuando lo haya les informaremos», reconoció ayer de manera escueta el portavoz Pablo Echenique.
En ambas formaciones ese debate siempre ha estado muy presente, de hecho el propio exlíder de Podemos, Pablo Iglesias, ya se planteaba esa opción en verano de 2020, cuando comenzó a trabajar en su salida de la política. Entienden en las formaciones de izquierda que puede ser una solución al «desgaste» de la marca.
Será en una próxima reunión donde ambas formaciones avanzarán en la fórmula de denominación, que apunta a rescatar las del origen; simplemente Podemos-IU, más las formaciones con las que acuerden confluir. Esa sí es una de las reclamaciones que pondrán los de Ione Belarra sobre la mesa, marcas que sean reconocibles y evitar nuevos nombres debido a la falta de tiempo para su implantación entre el electorado, como ya ocurriera con la marca de Por Andalucía.
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