Antonio M. Beaumont

«Frankenstein» desviste a Sánchez

Mantener a salvo el mandato de Sánchez tiene precio, y principalmente ERC y PNV, pero además Bildu, ya están pasando sus facturas

Sánchez: de socio a cómplice de los etarras
Sánchez: de socio a cómplice de los etarrasCHEMA MOYAAgencia EFE

Que nadie tenga la menor duda de lo que hará Pedro Sánchez si debe elegir entre el interés general o sus socios. Está claro. Porque de eso depende agotar la legislatura. Sin sus alianzas, el Gobierno caería. Y su salvoconducto para resistir hasta diciembre de 2023 son estos últimos Presupuestos Generales del Estado. Mantener a salvo el mandato de Sánchez tiene precio, y principalmente ERC y PNV, pero además Bildu, ya están pasando sus facturas. Con ellos, el Gobierno se garantizará esta semana el rechazo a las enmiendas de totalidad a las cuentas públicas. Pero, una vez superado ese filtro, los PGE entran en la fase de tramitación parlamentaria y Sánchez deberá mancharse de barro con sus compañeros de viaje en la plaza de compra y venta que se inaugura.

Hasta ahora, ninguno de ellos se da por satisfecho con lo conseguido. Son insaciables. Así que van a seguir exprimiendo esa fruta madura fácil de masticar que es el debilitado Sánchez. Hay que sacarle todo el jugo que lleva dentro. Con los independentistas catalanes, el presidente viene jugando una incendiaria carrera a cuenta de la reforma del Código Penal para rebajar el delito de sedición, entre otros compromisos incumplidos. En el caso de los nacionalistas vascos, la concesión de antemano ha pasado por renovar el cupo, aunque, como admiten desde La Moncloa, «el PNV pide todos los compromisos pendientes». Los proetarras se mueven a gusto entre bambalinas. Su cercanía al Ejecutivo es indudable y ya llevan en su zurrón el traslado de más de 200 presos de ETA a cárceles del País Vasco. ¿De verdad alguien pensará en Fernando Grande-Marlaska como candidato al Ayuntamiento de Madrid? Imposible.

En cartera, todavía, leyes reclamadas por sus costaleros a las que falta un empujón parlamentario. Alguna, como la ley trans, le está causando serios dolores de cabeza al líder socialista. Su intento de marcarle al PSOE la senda a seguir no ha convencido a un destacado sector de sus filas, tras quedar intacta la autodeterminación de género, aspecto mollar del proyecto de Irene Montero. Las feministas clásicas creyeron que los cambios serían de calado, incluso que harían saltar a Unidas Podemos. Sin embargo, el jarro de agua fría que han recibido las ha llevado al punto de acusar a su formación de «cobardía». Ver a referentes socialistas organizadas en asociaciones al margen del partido para elevar sus críticas tiene en estado de shock a la Ejecutiva Federal.

Encastillado en su paraíso amurallado de La Moncloa, Pedro Sánchez maneja otras bombas de relojería. Fijémonos en la ley de vivienda, cargada de polémica desde que inició su andadura la coalición gubernamental. La pata socialista del Consejo de Ministros sabe que dejarse arrastrar por las pretensiones de los morados tendría efectos devastadores. Cada día que pasa, el Gabinete se asemeja más a un disco rayado, por los intentos de desbloqueo que tropiezan en la cerrazón de sus socios de extender el tope de los precios de alquiler a todos los propietarios. Tampoco le va mejor a Sánchez con la idea de dar un revolcón a ley de Seguridad Ciudadana, la mal llamada «ley mordaza». El uso de pelotas de goma por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad o las devoluciones en caliente de inmigrantes son cuestiones insalvables. Esa derogación, admiten fontaneros monclovitas, no se verá esta legislatura.

A priori, algo más fácil se lo está poniendo Unidas Podemos al presidente con el proyecto de bienestar animal, a pesar de las exigencias socialistas en territorios como Castilla-La Mancha, Castilla y León o Extremadura de excluir a los perros pastores y de caza de la protección de la ley. La intervención directa de Félix Bolaños ante Ione Belarra, impulsora de la norma, parece haber allanado el camino. Aunque habrá que estar atentos a lo que ocurre a las puertas de un 2023 electoral. El doctor Sánchez tiene poca fuerza para frenar al monstruo «Frankenstein» que ha creado.