Anuario 2022
El giro que rompió el equilibrio con el Magreb
El acuerdo con Marruecos supuso abandonar los 40 años de neutralidad respecto al Sáhara y la enemistad con Argelia
España y Marruecos inauguraron este año una nueva etapa en sus relaciones diplomáticas. Del nada al todo en cuestión de semanas. Las relaciones con el reino alauita se encontraban totalmente rotas a raíz de la acogida del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en un hospital de Logroño en abril de 2021 y casi un año después de enemistad y tensión entre ambos países, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, movió ficha. El acercamiento a Rabat tuvo un precio: reconocer la propuesta de autonomía marroquí respecto al Sáhara Occidental. España aceptó y la describió como la base «más seria, realista y creíble». De este modo, abandonó su histórica neutralidad a cambio de reactivar la relación con Mohamed VI, fundamental para asuntos como el control migratorio. Sin embargo, la decisión enfadó al que entonces era otro de los principales socios en el Magreb de España, Argelia, que en aquel momento llamó a consultas a su embajador.
La escenificación del giro de 180 grados se materializó a través de una misiva que Sánchez –de manera opaca y sin consulta en el Parlamento– envió al rey marroquí Mohamed VI en la que destacó que se abría «una etapa sin precedentes en las relaciones entre los dos países». Meses después Sánchez viajó a Marrakech para fotografiarse con el rey alauita y pactar una hoja de ruta, que incluía 16 puntos con los que se sellaba oficialmente el fin a la crisis diplomática abierta 354 días antes. Control migratorio, normalización de la circulación de personas y mercancías, reactivación del grupo de trabajo sobre delimitación de espacios marítimos, actualización del Tratado de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación de 1991 o la celebración de una reunión de Alto Nivel –que a día de hoy todavía no se ha celebrado–fueron algunos de los puntos que se acordaron. Rabat se apuntó un gran tanto con el abandono de la neutralidad de España respecto al Sáhara Occidental mientras que Moncloa, a día de hoy, no puede afirmar lo mismo.
Tras casi nueve meses de relación, España tiene un nuevo enemigo, se ha visto en vuelta en una fuerte polémica por las muertes en Melilla en el mes de junio y es Rabat quien parece llevar la batuta en los acuerdos políticos.
La enemistad con Argelia no ha podido llegar en peor momento. Históricamente Argel ha sido uno de los principales suministradores de gas a España desde 2014 y aunque ha reducido su dependencia, a través del gasoducto Medgaz llega alrededor del 20 por ciento del gas que consume nuestro país. Aunque sigue suministrándolo, lo hace a un mayor coste. La arista energética es solo unas de las múltiples que compone la relación con este país magrebí. En los últimos meses, Argel ha roto el Tratado de amistad y buena vecindad y, además, el comercio bilateral se ha hundido en un momento de ebullición económica en el país. Además, este verano, se produjo un repunte de la inmigración irregular a través de la ruta argelina, que debido a la ruptura del tratado de amistad antes mencionado supuso la interrupción de la repatriación de sus nacionales en situación irregular. El cambio de posición del gobierno de España también implicó tomar partido en la rivalidad tradicional entre Marruecos y Argelia por la hegemonía del Magreb, una región en la que se disputan ser el actor predominante en la región.
Aunque desde Moncloa presumen de que la hoja de ruta se está cumpliendo, la realidad es que los asuntos más delicados siguen sin abordarse y parece que la iniciativa siempre la lleva Rabat. La Reunión de Alto Nivel (RAN), que lleva siete años sin celebrarse, se llevará a cabo en enero o febrero, siempre y cuando no vuelva a retrasarse como hasta ahora a petición de Marruecos. En ella, se abordarán, entre otros asuntos, la colaboración en materia migratoria así como la delimitación de espacios marítimos y el trazado de la mediana marítima entre las costas marroquíes y las canarias. Este último asunto no es baladí ya que implica directamente a la soberanía española y porque poco después de acordar la nueva hoja de ruta Rabat anunció nuevas prospecciones frente a las Islas Canarias. Tampoco, a día de hoy, están abiertas las aduanas comerciales terrestres en Ceuta y Melilla, cuya apertura supondría el reconocimiento de facto de la soberanía española por parte de Marruecos. Con más sombras que luces, el acuerdo ha estado acompañado por una falta de transparencia, que obligó a Sánchez a comparecer en el Congreso para no aclarar los motivos de este viraje unilateral en la política.
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