
Opinión
Un alcalde para Barcelona
Los Comunes han reconocido que contactaron con BobPop después de que él mismo se postulara en la radio

A Rebolledo se le ocurre llevar manolitos a la oficina un día y sus compañeros le aclaman. «¡Rebolledo for president!». La escena remite a viñeta de Ibáñez o fotograma de Lazaga. Pero nos sirve para situar una pulsión muy española: desear ser gobernado por aquella persona que, en un momento determinado, nos cae simpática. Es posible que Roberto Enríquez resulte simpático para buena parte de los votantes potenciales de una candidatura municipal de los Comunes en Barcelona. La determinación con la que el comunicador conocido como BobPop ha salido a decir que le gustaría ser alcalde de la capital de Cataluña ha sorprendido, pese a la existencia de antecedentes.
No son pocos. La nómina de personajes de los medios y el espectáculo que han dado el salto a la política empieza a ser abultada. Rosana Pastor fue diputada de Podemos. Juanjo Puigcorbé, concejal de Esquerra en Barcelona. Uxue Barcos presentó el Teleberri antes de presidir Navarra. La imagen vaga que un joven pueda tener de Labordeta remite más a sus intervenciones parlamentarias que a Canto a la libertad. Topar con el final de «Todo sobre mi madre» en un zapping conduce a un respingo al recordar que, un día, Toni Cantó se ganó la vida como actor. Son sólo unos pocos ejemplos de entre una lista más larga. Aunque hoy nadie se acuerde, han formado parte de listas electorales desde María Teresa Campos a Juanjo Menéndez.
Pero lo de BobPop es más ilustrativo del momento político de lo que parece. El tipo hizo la declaración en la Cadena SER sin haber hablado con el partido. Los propios Comunes han reconocido que se pusieron en contacto con él cuando ya se había postulado en las ondas. ¡BobPop for mayor! Enternece escuchar su explicación sobre sus motivos y el esbozo de sus primeras medidas. Un trabajo colectivo de un aula de Infantil no sería capaz de condensar tanto almíbar.
«Podríamos cambiar las cosas y que la gente viva mejor» se lee mejor en ceras sobre cartulina que en un folleto de propaganda electoral. Quiere, además, «devolver la ciudad a la gente». No sé en qué situación deja eso a su partido, gobernante de esa capital en ocho de los últimos diez años. Imaginen sus sermones radiofónicos habituales pero en forma de bando. Su peculiar manera de convivir con las ideas que no comparte plasmada en ordenanza municipal.
Juan Soto Ivars ha sintetizado el cúmulo de ironías vertidas estos días en las redes: BobPop sería, ahora mismo, el alcalde que merece Barcelona. La endogamia que caracteriza al audiovisual español se explica muy bien en el hecho de que Enríquez haya sido objeto de un biopic. Siguen quedando muchos personajes relevantes de la Transición que no pueden decir lo mismo.
Éste se basó en un libro autobiográfico, Mansos, que adquirió cierta viralidad este verano gracias a unos pasajes que constituyen un testimonio bastante gráfico de la clase de actividades de pago que tenían lugar en los negocios de la familia política del presidente del Gobierno. ¿Cómo no va a salir de su casa un domingo de mayo el progresista barcelonés medio para depositar en la urna una papeleta con el nombre de ese prescriptor tan gracioso que parece tener siempre en la punta de la lengua una cita para cincelar en mármol?
Todo tiene sus ventajas. Una Barcelona regida por Enríquez no podría llevar a nadie a engaño. No puede uno evitar acordarse de Andreu Buenafente, a cuya carrera ha estado tan ligado el aspirante a candidato. El cómico de Reus se incorporó a La Sexta en una de sus primeras temporadas, cuando todavía no había sido absorbida por Antena 3 y era propiedad de un consorcio de productoras presidido por Emilio Aragón, varias décadas antes conocido como Milikito. En la presentación en Madrid bromeó diciendo que en este nuevo trabajo al menos ya sabía desde el principio que su jefe iba a ser un payaso. (Ahora toca aclarar, con la pereza habitual, que el paralelismo no viene por ese término concreto. Las Brigadas de la Literalidad no descansan nunca).
El titular más repetido en las crónicas periodísticas que dan cuenta del salto es ese en el que su protagonista se dice harto de que «la política la hagan los demás». Vuelven los ecos asamblearios del 15-M. No hombre, no. Si la gracia de la democracia representativa está precisamente en lo contrario: delegar con tu voto en otros para que se ocupen de esos asuntos. Lo que nos faltaba a cualquiera de nosotros: tener que poner un paréntesis en nuestras carreras profesionales para solucionar el problema de la vivienda o lidiar con la nueva tasa de basuras. Que siempre haya otro al que pasarle ese marrón. Aunque sea BobPop. Buena suerte, Roberto.
✕
Accede a tu cuenta para comentar