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Opinión

Ayuso y los presidentes «sin ideología»

La presidenta madrileña no puede ser solo la «madrina» del congreso del PP si Feijóo no quiere que empiecen a moverle las aguas

Isabel Díaz Ayuso y Juanma Moreno en un acto del partido en 2024 Alberto R. RoldánLa Razón

La explicación oficial de por qué la presidenta Ayuso no está en la ponencia política del congreso extraordinario del PP de julio tiene su sentido si se hace abstracción de las derivadas colaterales, internas y externas, de esta ausencia en la puesta en escena de la elaboración del documento. En sí, por cierto, es como el catecismo del proyecto del PP, aunque Génova ya anticipa que «no es el programa de las próximas generales».

Los presidentes autonómicos anfitriones –como es el caso, ya que el cónclave se celebra en Madrid–, «tienen un papel estelar en el propio congreso, inaugurando, clausurando y presidiendo». Y los barones elegidos para redactar la ponencia, el presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno, y el presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, «son los que primero tendrán que examinarse en las urnas».

Nadie puede ponerle ni una coma a este argumentario oficial siempre y cuando se ignore que el PP todavía hace penitencia por la división entre duros y blandos, halcones y moderados, que se acuñó mediáticamente, pero también dentro del partido, sobre todo a raíz del 11-M de aquel José María Aznar que ocultó la verdad de los atentados por interés político, y que acabó haciendo perder las elecciones a Mariano Rajoy.

Génova quiere que uno de los lemas del congreso de julio sea que son «un partido abierto al debate ideológico y a escuchar a todas las voces», y con eso «machacó» Feijóo ayer a su Junta Directiva Nacional.

Pero, si los autores del discurso oficial escucha-ran algunas de las reflexiones que empiezan a circular dentro de la «casa», quizás le darían una vuelta a esta decisión de premiar a Ayuso solo con el papel de madrina del congreso extraordinario convocado para «echar» a Pedro Sánchez. Por ejemplo, ya se comenta el «enjuague político interno» que la dirección ha hecho con la elección de los presidentes autonómicos... Y es que la doble alma popular no muere nunca, aunque con Feijóo los halcones puedan parecer palomas en fase de retirada o jubilación. De esa reflexión también cuelga la queja de que los presidentes elegidos para la ponencia «no tienen ideología», por lo que, supuestamente, esto eleva las posibilidades de que del texto político «no salga un posicionamiento de ideas de verdad, que sea determinante para España». «Necesitamos un proyecto de país para los próximos diez o quince años».

En un marco como el actual, con Santiago Abascal amenazando continuamente los intereses del PP por la derecha, estas reflexiones tienen tanto sentido como las que hacen los que interpretan que las primeras señales emitidas por Génova indican que el PP camina hacia un congreso para mantener tranquilo al aparato, en lugar de entusiasmar a las bases y atraer voto. Y, por cierto, ¿a quién se le atribuye más fuerza en esta misión de animar a las bases? Pues la respuesta es única: a Ayuso. «Como sigamos anclados en ese 32-33%, no tenemos nada que hacer...».

Visto lo visto, quizás tienen razón quienes consideran que Ayuso está «más controlada» dentro que fuera. O quizás la tengan quienes entienden que meter a la presidenta en la ponencia política hubiera sido un elemento de distorsión, a pesar de que sus diferencias con Génova son muchas veces más de forma que de fondo.

Pero en lo que no hay debate es en que de manera gratuita el equipo de Feijóo puede haber dado una bala gratis a los «influencers» de la derecha que pelean por marcar la línea editorial.

Hay debates clásicos que siguen dividiendo internamente al PP, como todo lo que tiene que ver con la migración, la memoria democrática, las cuestiones de género o incluso el aborto y la eutanasia. Pero hoy, sobre todo, el problema es Vox. Y la dirección, y los ponentes elegidos, no quieren ruido incómodo en sus territorios. Moreno y Mañueco siguen la línea política que más votos les da en sus feudos, y Ayuso elige siempre el discurso que más la beneficia en Madrid. Un ejercicio de racionalidad si no fuera por los citados «influencers» externos, que meten más patadas a los supuestamente suyos que al contrario. En esta coyuntura, a Feijóo le traería a cuenta escuchar a los más veteranos, que dicen que menospreciar cualquier pequeña fisura en etapa precongresual siempre se paga.