PP
Casado deja los portavoces hasta después de los pactos
Su fuerza en Madrid condicionará el pulso con los «barones» ante los nombramientos.
Su fuerza en Madrid condicionará el pulso con los «barones» ante los nombramientos.
El PP mantendrá en funciones a sus portavoces parlamentarios hasta que concluya la negociación de los pactos postelectorales y quede claro el poder autonómico y municipal que conserva. La fortaleza con la que salga Génova de esta negociación medirá también el margen que tiene la dirección nacional para decidir. La justificación oficial para este inusual retraso en una decisión que los demás grupos ya han ejecutado es que el perfil de los portavoces dependerá de la situación en la que se queda el PP una vez que se despeje el ciclo electoral.
En el fondo de esta apuesta de Génova por no «mancharse» hasta que termine la negociación de los pactos pesa que se ha mezclado con el debate sobre si el partido debe dar una imagen más dura o más moderada en esta nueva Legislatura después del resultado en las urnas. En las «quinielas» ha entrado el nombre de Cayetana Álvarez de Toledo, «número uno» por Barcelona, y que simboliza el pulso entre Génova y el poder territorial sobre si el partido debe seguir compitiendo con Vox desde una posición más a la derecha o, por el contrario, recuperar espacios de centro. Ante el rechazo expresado por los dirigentes territoriales al nombre de Álvarez de Toledo, compartido por otros miembros de la dirección nacional, Génova se vio obligada a advertir la semana pasada de que «no descarta» su nombramiento. Pablo Casado no puede aceptar que se traslade la imagen de que es un líder nacional con su autonomía censurada por sus «barones», pero, en cualquier caso, es una decisión controvertida y el pulso simbólico se mantendrá abierto hasta que se despejen los gobiernos autonómicos y municipales en liza. Principalmente, Ayuntamiento y Comunidad de Madrid, donde si se confirman los gobiernos del PP, Casado levantará su «fuerte» de resistencia frente a las presiones «centristas» del presidente gallego o andaluz. Ante el arranque formal de la negociación, en el PP creen que no habrá mesa a tres y que Vox no entrará en los Gobiernos.
El núcleo duro de Génova se siente más fuerte después del 26-M y con cuatro años por delante para acabar de dar forma a su proyecto para reconstruir un nuevo PP. Las elecciones generales no fueron bien, pero tampoco los resultados autonómicos y municipales han consolidado un contrapoder territorial que plante cara a Casado. El lunes pasado hubo un primer intento de marcar el territorio nacional en un esquema en el que de la guerra entre los de «Cospedal» y los de «Soraya» se ha pasado a un realineamiento entre el núcleo de poder que representan los presidentes de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, y de Andalucía, Juan Manuel Moreno, y el de la «fontanería» de Génova. Con dirigentes con el alma partida entre su cercanía personal al líder y su empatía con los planteamientos estratégicos que abanderan los dirigentes territoriales.
El «núcleo duro» de Casado sostiene que ha «llegado su momento». Después de haber cargado con «la herencia» de Rajoy y haberse sometido al test de estrés de dos procesos electorales «complicadísimos», ha llegado el momento de que tome sus decisiones «con libertad, en lo orgánico y en lo estratégico». Él parece convencido, después de estudiar los análisis postelectorales, de que el trabajo no se hizo tan mal en las generales porque el PP tenía que jugar esa carta de «plantarle cara a Vox» en tanto que al partido de Abascal es donde se les han ido más votos. También cree, como así defienden sus principales asesores estratégicos, que por ese camino tiene que seguir pedaleando el PP en la oposición.
Los malos resultados de las generales dejaron «KO» a la dirección nacional. Pero después de la reflexión de las últimas semanas, la decisión de Casado es mantener el pulso ideológico a Vox, seguir insistiendo en la recuperación de las señas de identidad de su partido y «no dejar que nadie meta mano en su equipo». O dicho de otra manera, cerrar filas con su equipo electoral, cuestionado dentro del partido, y también con su Gabinete. Si hace unas semanas dejaban abierta la puerta a los «cambios» en el equipo, ahora trabajan en la reestructuración completa del grupo parlamentario, pero Casado ha optado por ratificar a su «número dos», Teodoro García Egea; al vicesecretario de Organización y responsable de la campaña, Javier Maroto; y, por supuesto, a las dos personas de su gabinete más señaladas internamente, su director, Javier Fernández Lasquetty, e Isabel Benjumea, los dos del círculo de confianza de José María Aznar.
Casado necesita salir bien parado del proceso de negociación de los pactos postelectorales para enfrentarse a una complicada labor de oposición. Pero de entre todas las plazas en juego, para el PP resultan irrenunciables los dos Gobiernos de Madrid. La renovación le ha permitido asegurarse un grupo parlamentario leal, pero falto de experiencia en la gestión de la actividad parlamentaria. Queda algún referente de veteranía, como la ex presidenta del Congreso Ana Pastor, que se mantiene en la Mesa de la Cámara Baja, pero dependerá de la nueva dirección, y, sobre todo, de quien ocupe la portavocía, el «uso» que se haga del profundo conocimiento de Pastor del funcionamiento del Congreso. En la oposición, con un grupo exiguo, y obligado a dedicar sus energías a evitar que le adelanten Cs y Vox en el marcaje a Sánchez, Casado se la jugará si no da sus pasos sobre seguro.
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