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Ciudad Real

El contrapunto a la polémica del pinganillo: de la Mancha a la Marisma

El fin de semana de Pentecostés prende la advocación mariana desde dentro y hacia fuera de la región

Ermita de la virgen de Alarcos Castillalamancha.es

Pentecostés es el reverso del pinganillo, cuando los apóstoles y seguidores de Cristo comprendieron que los llegados de diversas partes del imperio se entendían perfectamente, aunque sus lenguas vernáculas fueran diferentes. Esto precisamente se celebra este fin de semana, donde un mismo Espíritu se posa en comunidades diferentes y advocaciones marianas distintas. Siendo todas ellas la esencia misma que facilita el entendimiento. Probablemente estas enseñanzas seculares se les hayan olvidado a partidos que se dicen de inspiración católica, pero que cavan la división de la lengua para provocar distancia o extrañamiento.

Nada más alejado del Espíritu de Pentecostés, que posibilita diferentes advocaciones marianas, ricas de matices en su diversidad, pero eminentemente iguales en devoción. Las lenguas de fuego descienden de igual forma en Ciudad Real, Toledo o el Rocío, donde se ponen en marcha varias maneras de religiosidad popular, pero que clavan en esencia la alegría de este tiempo de Pascua. Alarcos es el recuerdo de la última gran batalla perdida por las tropas cristianas en 1195, antes de las Navas de Tolosa (1212), que consagra el avance de los reinos de la Península frente al ejército almohade.

Precisamente por ello, el recuerdo de la derrota de julio de aquel año, una vez que se hubo doblado el brazo después en una de las batallas más importantes de la Historia, se decidió levantar un santuario a la Virgen María en el cerro de Alarcos. Desde allí, desde su montículo, en una basílica pequeñita de estilo gótico, para siempre velaría María el sueño de aquellos que perdieron su vida, así como vigilaría la tierra de frontera y conquista que comenzaba a consagrarse entonces. Entre hoy domingo y mañana lunes, festivo local en Ciudad Real, la capital manchega recuerda aquellos hechos.

Y la mayor romería del mundo que es el Rocío tiene en Toledo una de sus hermandades ya más señera. Aunque para la Ciudad Imperial, cuarenta años no sean nada, sí que marcan el tiempo que la Blanca Paloma extendió sus alas desde la marisma a la llanura.

Cada vez son más los fieles toledanos que engrosan la Hermandad del Rocío, que quince días antes sale de su Capilla de San Antonio, ubicada en la calle Santo Tomé de Toledo, en dirección al camino. Almonte marca su llegada y la aldea, las campanas de su alegría. La entrada de los peregrinos toledanos la noche del sábado es un momento de emoción máxima, cuando todos se reconocen bajo el mismo manto de la Señora. La esencia misma de Pentecostés, de la Mancha a la Marisma.