Barcelona

El acuerdo al que Pablo Iglesias mira de reojo

Un niño graba sus sentimientos en un árbol
Un niño graba sus sentimientos en un árbollarazon

La mayor urgencia que tiene España en estos momentos es hacer frente a la amenaza terrorista con el amplio respaldo de las fuerzas políticas, todas detrás del Gobierno.

La mayor urgencia que tiene España en estos momentos es hacer frente a la amenaza terrorista con el amplio respaldo de las fuerzas políticas, todas detrás del Gobierno. Si en algo valoramos la libertad, la igualdad y la democracia, nadie entendería que, después de los ataques de Barcelona y Cambrils, los partidos esquivasen el cierre de filas hasta desarticular tal peligro. Unidad de todos en torno al pacto antiyihadista. Si algo ha aprendido nuestro país, después de sufrir muchos años los crueles zarpazos del terrorismo de ETA, es que la unión de los demócratas es el mejor camino para derrotar a los que abrazan la barbarie.

El Gobierno se ha movido con prudencia, lógicamente, dejando a un lado el hecho de que las siglas de Pablo Iglesias participen sólo como observador en ese acuerdo. Una anómala condición de «mirón» que permite a Podemos recibir la misma información que PP, PSOE o Cs, pero desmarcarse de las decisiones cuando así les interese. El grado de implicación de los morados sigue siendo una astilla en unos días con la sensibilidad a flor de piel, cuando las formaciones nacionales actúan como una piña contra el terror. Iglesias y los suyos son incapaces de argumentar el porqué de su renuencia a suscribir el pacto. Sus torpes explicaciones dibujan un boceto en busca de un irreal espacio propio. Porque en un marco como el de la actual lucha global, las posiciones equidistantes al final siempre corren el riesgo de ser percibidas como una inmoral visión que no distingue entre asesinos y víctimas.

Tras la matanza de trabajadores de la revista satírica Charlie Hebdo, Podemos se sacó de la manga un hueco
«Consejo de Paz» para rechazar cualquier intervención militar en la guerra internacional contra el yihadismo. Esa línea quizá hubiera podido mantenerse en el tiempo engañándose con la egoísta monserga de que los golpeados eran países vecinos. Sin embargo, en su corto recorrido, se olvidaron de evaluar las consecuencias de un atentado que sembrase de muerte y dolor el territorio español. Pues bien, ha ocurrido, como antes pasó en París, Londres, Bruselas, Niza o Berlín... Y de nuevo se ha puesto de manifiesto que la guerra santa decretada por el Estado Islámico pretende destruir no sólo la vida de los europeos, sino nuestros valores asentados en años de convivencia.

El riesgo cero nunca ha existido, tal y como pareció creer Iglesias. El yihadismo ha obligado a las Fuerzas de Seguridad activar novedosos protocolos en defensa de la sociedad. Y cabe poner en valor su frecuente desarticulación de células, con lo que, felizmente, bastantes atentados han sido abortados. Pero hay mucho por hacer. Es distinto enfrentarse a un terrorista que coloca un explosivo que a uno al que basta un coche para causar tantos daños humanos y materiales como podría hacerlo una sofisticada bomba. Nuestra propia estabilidad se halla amenazada por un enemigo terriblemente fanatizado. La guerra la tienen los islamitas perdida de antemano, desde luego, pero tienen capacidad para causar mucho miedo y sufrimiento.

Por ello, es más necesaria que nunca la respuesta unitaria. Ninguna fuerza política democrática puede encogerse de hombros. Así debería ser siempre. No obstante, Podemos vuelve a desenfocar la foto de la convocatoria del pacto antiyihadista al acudir como mero observador. Por más que luego –se verá– quieran sacar partido a su participación como oyente compareciendo ante los medios para que no pueda transmitirse sensación alguna de que no están en la lucha de los demócratas contra el terrorismo: eso sí, tratando a la vez de reforzar sus propias posiciones ideológicas. El tiempo dirá si la esquiva conducta de Iglesias es sostenible.