Gobierno de España

El PSOE contacta ya con agencias de publicidad para la campaña

La ofensiva para que Podemos acepte las 300 propuestas programáticas de los socialistas choca con los movimientos preelectorales con empresas de publicidad para activar el 10-N.

Pedro Sánchez en la Comisión Ejecutiva del PSOE, ayer. Foto: Alberto R. Roldán
Pedro Sánchez en la Comisión Ejecutiva del PSOE, ayer. Foto: Alberto R. Roldánlarazon

La ofensiva para que Podemos acepte las 300 propuestas programáticas de los socialistas choca con los movimientos preelectorales con empresas de publicidad para activar el 10-N.

Hasta en Madrid, en algunos círculos, todos se conocen y todo acaba sabiéndose. Y entre los partidos ha empezado a circular el aviso de que el PSOE ha contactado ya con agencias publicitarias para preparar la larga campaña electoral, aunque legalmente, en teoría, esté acotada a una semana. Así lo impone la reforma impulsada por el Gobierno en funciones de Rajoy en el verano de 2016 para el supuesto de que entonces tampoco hubiera habido acuerdo de gobierno y hubieran sido necesarias unas terceras elecciones. El movimiento preventivo del PSOE, mientras en público se niega que se quieran las elecciones, coincide con el discurso que airean en Moncloa fuera de los canales oficiales: el de que es mejor ir a elecciones ahora que dentro de unos meses porque Unidas Podemos hará saltar el nuevo Ejecutivo de Pedro Sánchez desde dentro o desde fuera a la mínima de cambio.

Moncloa ha puesto fin al verano con renovados mantras en favor de la estabilidad. Pero en realidad todo el protocolo electoral está ya activado, incluso con decisiones operativas y orgánicas que dejan en evidencia el paripé de la no negociación. En política el último minuto es muy largo y puede pasar de todo. Pero por si acaso las piezas se han empezado ya a mover en el tablero electoral sin esperar a las segundas negociaciones ni a lo que pueda opinar el Rey Felipe VI o si hay una nueva ronda de consultas en el Palacio de la Zarzuela.

Los hechos son los que son. La reunión entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias sigue sin fecha. El presidente del Gobierno en funciones continúa alargando la espera y mantiene a la vuelta de las vacaciones la misma estrategia que llevó a la investidura fallida, la de alargar los tiempos y utilizar el calendario como arma de presión sobre Unidas Podemos. Además de incidir en la política del desdén hacia quien en teoría es, o era, su socio prioritario.

Los dos planos se mueven en paralelo. Sánchez abre el curso con una ofensiva dirigida a trasladar a Iglesias la presión de la responsabilidad de que no avancen las negociaciones y la culpa de una repetición electoral. Como ya ocurrió con la administración de la investidura de julio. Y para ello hoy presentará el documento programático de 300 medidas que va a ofrecer a los morados, habla de reuniones de los equipos del PSOE y Podemos antes de verse con Iglesias, y reparte a sus portavoces para que pregonen que el país necesita estabilidad y que los demás partidos son responsables de que la lista más votada no pueda garantizarla. Y de fondo, todo sigue como estaba en julio. Los socialistas no quieren el Gobierno de coalición ni tampoco hacen gestos que faciliten a Iglesias salvar la cara si renuncia a todas sus pretensiones, que es prácticamente el punto en el que Moncloa sitúa la negociación que dice querer impulsar.

En este juego de espejos, en el que el sentido común sigue diciendo que lo lógico es que en el último momento haya un acuerdo que evite las elecciones, los movimientos preelectorales del PSOE a la hora de activar preventivamente sus protocolos de campaña arrastran a las demás fuerzas políticas a entrar también internamente en el modo electoral, aunque aún se resistan en verdad a asumir que PSOE y Unidas Podemos harán volar por los aires la posibilidad en mano, que tienen ahora, de firmar un acuerdo de gobierno.

Si se confirma la repetición electoral la movilización territorial se activará de inmediato y de aquí a noviembre los partidos no tendrán otra tarea que la de seguir dedicando todo su presupuesto y su actividad a da aire a la propaganda electoral. La campaña sólo puede durar una semana oficialmente. Y ni hay dinero ni capacidad de movilización ni tampoco estaría bien visto que los partidos se enreden en grandes mítines. Pero los actos sectoriales empezarán a multiplicarse, y la presencia pública de cargos públicos, también. El relato electoral de la izquierda sólo puede tener como eje ganar la batalla de hacer que el adversario quede ante su votante como responsable de la falta de acuerdo. Y en el centro derecha, si el PP impone o no su exigencia de un voto útil a su favor. No hay más. Los programas están acotados. Y el reparto en las listas, también.

España se encamina a acumular cuatro elecciones generales en cuatro años. Además de las elecciones autonómicas, municipales y europeas. Aunque ya en las últimas citas con las urnas han tenido que echar mano de cierta política de austeridad, sin embargo, en ninguno de los casos se han ahorrado los viajes de todos sus candidatos por toda España para convencer a los ciudadanos. Ni han dejado de emitir spots, de llenar las ciudades de vallas publicitarias con sus imágenes ni de enviar cartas con propaganda electoral a los hogares españoles.