Doctrina Parot

«En Alcàsser tenemos miedo de que vuelva a pasar»

Los vecinos, ante la inminente excarcelación de Miguel Ricart

Miguel Ricart, en una imagen de archivo
Miguel Ricart, en una imagen de archivolarazon

El nombre de Alcàsser, este pequeño municipio de la provincia de Valencia, va e irá siempre unido al de uno de los mayores y más atroces crímenes de la historia de este país. Tres adolescentes de catorce y quince años de esta localidad, Miriam, Toñi y Desirée, fueron cruelmente asesinadas en el año 1992. De los dos únicos detenidos por este crimen, Antonio Anglés y Miguel Ricart, solo este último ha cumplido condena, estando el otro en paradero desconocido.

La anulación de la «doctrina Parot» ha devuelto a este pequeño pueblo a la actualidad. Las heridas, que nunca se han cerrado del todo, vuelven ahora a doler más que nunca ante la noticia de que Ricart pueda estar en la calle esta misma semana.

«Tendría que estar toda la vida en la cárcel. Que piensen bien a quién van a soltar». Es la declaración amarga de Rosa Folch, madre de Desirée. «No hay derecho a que nuestras hijas estén donde están y él vaya a salir a la calle». Rosa participó en la manifestación en Madrid contra la anulación de la «doctrina Parot». Por fin ha encontrado fuerzas para hablar, para gritar contra la injusticia, aunque parece que no ha servido de nada.

Los habitantes de este pueblo no dan crédito a que un criminal como él pueda pisar la calle después de haber cometido aquellos crímenes.

La mayoría de la gente no tiene ganas de hablar del asunto, no quieren ser fotografiados, ni siquiera decir sus nombres. «Éste es un pueblo muy pequeño, todos nos conocemos», asegura una de las vecinas. Además, el respeto a las familias de las víctimas es máximo. «Son gente trabajadora, del pueblo».

«Tenemos miedo de que vuelva a pasar», cuenta una mujer de mediana edad, que recuerda que estamos hablando de un hombre de 44 años que podría repetir crímenes similares. «Debería de quedarse en la cárcel», asegura. Teresa, la única vecina que ha permitido que apareciera su nombre, cuenta que el sentimiento es de impotencia. Cree que no hay derecho a que ahora tengan que vivir este trance. «Todavía tenemos la esperanza de que el juez se lo piense mejor y no le dejen salir», dice, y teme que alguien se pueda tomar la justicia por su mano en el caso de que Ricart hiciera acto de presencia por este pueblo.

Esto último no es de esperar. A este hombre le queda muy poca familia. Su madre falleció hace años y su padre poco después del crimen, probablemente por la pena. Tiene una hija que sólo contaba con dos años cuando se produjeron los brutales asesinatos, y a la que él había abandonado junto a su madre cuando sólo tenía seis meses.

Los magistrados de la Audiencia de Valencia que entienden el caso, se reunieron durante el día de ayer y hoy para decidir si se le aplica la sentencia del Tribunal de Estrasburgo que anuló la aplicación de la «doctrina Parot».