Opinión

Enfadados... pero poquito

A Podemos le conviene discrepar de Sánchez, porque le da identidad electoral, los convierte en los “verdaderos progresistas”. Y a Sánchez le interesa a su vez pasar por “el moderado”.

Pedro Sánchez, Irene Montero y Yolanda Diaz durante la clausura del acto de presentación del plan estratégico para la recuperación y transformación económica (PERTE) de Economía Social y de los Cuidados
Pedro Sánchez, Irene Montero y Yolanda Diaz durante la clausura del acto de presentación del plan estratégico para la recuperación y transformación económica (PERTE) de Economía Social y de los CuidadosAlberto R. RoldánLa Razón

Después de mucho batallar contra lo obvio he concedido que la vida social es acuerdo. Hay caminos diferentes y todos respetables. Ahora bien, lo que me cuesta más es la gente que afirma una cosa y su contraria. El Gobierno, por ejemplo, que está enfadado con sus socios… pero poquito.

Podemos y PSOE chocan “estruendosamente” y, sin embargo, van de la manita. Se han dado tarascadas por la ley de bienestar animal, por los trans, por el abuso sexual… ¿no será que este escenario les conviene a ambos? Hay que ver qué semana llevan: más de 500 excarcelados por la Ley Montero, el ministro Marlasca reprobado en el parlamento (también por los morados) y una pelea pública por la ley del Sí es Sí que parece de patio de corrala. Las ministras ni se hablan ya, ventilan sus diferencias con invectivas mutuas en internet.

A pesar de ello, siguen adelante juntos, dale que dale al tambor, como el conejito de Duracell. A Podemos le conviene discrepar de Sánchez, porque le da identidad electoral, los convierte en los “verdaderos progresistas”. Y a Sánchez le interesa a su vez pasar por “el moderado”. Nada sostiene más la deteriorada intención de voto socialista que el enfrentamiento con los de Pablo Iglesias. “¡Que vienen los de Podemos!” es el mejor leitmotiv para los que, sintiendo vergüenza por los acuerdos con Bildu o ERC, necesitan justificar su apoyo al PSOE. Vox y Podemos son las dos fuentes de voto más rentables para el socialismo en estos momentos.

Tiene una la impresión triste de que lo que menos importa es el fondo de los asuntos. Especialmente en campaña, lo que preocupa es la demoscopia y el rédito en la urna. Ni los emigrantes, ni las mujeres abusadas, ni los abortos son la cuestión, importante es sólo que Irene Montero figure, Marlasca siga cobrando o Conde Pumpido se estrene al servicio del poder. Y no son los únicos. ¿Qué hace Feijoo aplaudiendo el fallo del TC sobre la Ley Aído? Pues pescar votos de centro o desactivar votantes de izquierda. Pocas cosas más surrealistas que ese líder del PP desmarcándose de su propio recurso contra la Ley del aborto de Zapatero. Recordemos que el XVIII congreso del partido aprobó en 2017 que “El PP está firmemente comprometido en la defensa y protección del derecho a la vida. Por eso

consideramos que el aborto no debe entenderse como un derecho sino como un fracaso de la sociedad”. Desde VOX se frotan las manos con razón, pero el tiempo vuela y para mí que, en unas semanas, nadie se acuerda de estas barbaridades. Con tal de que no repita Sánchez, la derecha votará PP con la nariz tapada.

A una le deja todo esto cierta melancolía. La sensación de que ejercer la política requiere un grado de hipocresía fuera de lo normal. Y de que, según pasa el tiempo, hay que combatir esa fuerte tendencia a mandarles a todos, absolutamente a todos, a paseo y quedarse en casa o votar en blanco.

En varias fotos tenía Sánchez esta semana ojeras y mala cara, de tanta lata como le dan Montero o Belarra. Pilar Llop, ministra de Justicia y mediadora con Igualdad, parecía también un alma en pena, condenada como está a lidiar en la batalla institucional. Desde que el martes asegurase que “es muy sencillo probar la violencia, basta con una pequeña herida”, Montero ha dejado de hablarla. Para la de Podemos es violencia saltarse el consentimiento de la mujer, y basta. Ni en el Consejo de Ministros se dirigen la palabra. Pero no se engañen, si luchan y reluchan y… resisten es, sencillamente, porque les conviene. Ya llegará el momento de resarcirse en Doñana y volar en falcon a las fiestas de los amigos. Ahora toca hacerse los enfadaditos. Distanciados sacan más votos, lo cual no significa que estén dispuestos a dejar gobernar a otros o adelantar las elecciones.