Análisis

¿La inestabilidad es la normalidad política?

Una legislatura convulsa y tres convocatorias electorales por delante: los politólogos ven inherente la tensión en democracia

Plano general del Congreso de los Diputados
Plano general del Congreso de los Diputados durante la intervencion de Pedro Sanchez, durante el Debate sobre el Estado de la NaciónAlberto R RoldánLa Razón

Seis elecciones generales en diez años es un buen balance numérico con el que poder analizar si lo que en 2015 fue llamado «inestabilidad» hoy pasa a ser la normalidad política que cimienta nuestras instituciones. La ruptura del bipartidismo que acabó atomizando el Congreso de los Diputados ha transformado el modo de hacer política, las estrategias de los partidos y también el comportamiento electoral de la ciudadanía.

Esa inestabilidad política existente ya desde hace una década, parece haberse instalado con más arraigo desde la pasada legislatura. La creación de un gobierno de coalición por primera vez en España y las constantes crisis entre PSOE y Unidas Podemos daban la sensación de un Gobierno en alerta constante, que, sin embargo superó la legislatura a pesar de la grave crisis a raíz de la aprobación de la ley del «solo sí es sí» o las diferencias entre ambos partidos con una guerra de por medio en Ucrania.

La actual legislatura, con tan solo 116 días desde que Pedro Sánchez formara su gobierno, se adapta perfectamente al adjetivo inestable. Las alianzas para formar Gobierno a nivel nacional han marcado los primeros compases de la legislatura y han acabado atando a PSOE y Sumar a las exigencias de sus socios para tratar de garantizar la legislatura. La ley de amnistía, que pasó el filtro del Congreso de los Diputados este jueves, a falta de su aprobación final, ha sido la ley sobre la que se ha basado toda la política y sin la cual, los independentistas no habrían garantizado la investidura del líder del PSOE. Unido a que, en menos de seis meses, los partidos se enfrentarán a cuatro procesos electorales: primero fue Galicia, el próximo examen en las urnas será País Vasco, un mes después Cataluña y, finalmente, las elecciones europeas. Del adelanto electoral, la primera consecuencia fue la renuncia del Gobierno a presentar los Presupuestos Generales del Estado. Ello demuestra la volatilidad a la que está expuesta la política. Así, cabe preguntarse si, ¿es la inestabilidad la nueva normalidad?

El experto en Compol y miembro de Acop, Pedro Marfil reflexiona que, vivimos en un tiempo de «criticidad constante», en el que parece que «cualquier tiempo pasado fue mejor», sin embargo, repasando la historia democrática, a lo largo de los periodos políticos hemos asistido también, según su opinión, a gobiernos que han generado inestabilidad. «Todos los gobiernos han tenido días de incertidumbre, nerviosismo, angustia». Es una constante, dice, «que se ha repetido siempre», que hace pensar que siempre «vivimos el momento más tenso, más duro de la democracia». Así, describe que se opera ahora.

El politólogo ve tranquilizador que la inseguridad constante no se aprecie en términos reales de participación política. «La tendencia y el sentido del voto se ha ido moviendo pero la gente sigue yendo a votar, sigue interesándose por la política, consumiendo contenidos políticos». Así, afirma, no hay separación entre los ciudadanos y la política.

Por su parte, Javier Martín Merchán, politólogo y profesor de la Universidad Pontificia Comillas, cree que la participación ciudadana «es mayor en las democracias polarizadas». A su juicio, la idea de participación ciudadana es buena, pero, a la vez, síntoma de «inestabilidad política».

El experto comparte que la inestabilidad es inherente a la política porque la política y la democracia «son modelos de resolución de conflictos cívicos» y, por tanto, cuando se habla en democracia de gestión de diferencias, nos referimos a la inestabilidad. «La política y la política democrática trae consigo la propia gestión del conflicto, y, por tanto, la inestabilidad», refuerza. Cree que esta circunstancia se ve hoy más clara ante las tendencias polarizadoras que surgen y pone énfasis en la radicalización afectiva, es decir, el odio al bando contrario. Así, resume, los pactos de estado no ven salir la luz «por la intransigencia de uno y otro bando», por la reticencia de ambas partes a negociar.

A su juicio, inestabilidad política no tiene relación con mayorías frágiles, como se analiza. Incide en que en los países nórdicos o en Holanda, los partidos políticos están más fragmentados que en España y «son relativamente estables». Ello, en España, sucederá cuando se consolide la cultura de la coalición o del pacto político. Cree que lo recomendable es que el político debe tener capacidad de gestionar políticas de estado dejando fuera la polarización.

Rafael Murillo, profesor de Derecho Constitucional del CEU, pone el foco en la inestabilidad de la estructura gubernamental al no ver punto común entre los partidos que gobiernan con sus socios. «Solo hay una relación estructural para que Sánchez se mantenga en el poder», explica. Sobre la participación ciudadana como correctivo al Gobierno, cree que las manifestaciones ciudadanas no acaban convirtiéndose en propuestas que recojan los partidos, por tanto, limita el poder de actuación del ciudadano a la votación en las urnas.