Pactos electorales

Las elecciones anticipadas dividen al PSOE

La estrategia de Sánchez: Divergencias entre Ferraz y Moncloa por la conveniencia de forzar una cita con las urnas que perjudicaría las expectativas electorales del partido. Existe fundada preocupación por que la abstención y una eventual irrupción de Errejón en la escena nacional compliquen el horizonte socialista

Hay un sector del PSOE que se revuelve contra la eventualidad de una repetición electoral
Hay un sector del PSOE que se revuelve contra la eventualidad de una repetición electorallarazon

Semana frenética en la relación de PSOE y Unidas Podemos con varios intentos de acercamiento frustrados de cara a la investidura de Pedro Sánchez, para la que apenas restan diez días. Los socialistas han pasado de aprobar el lunes en su Ejecutiva un documento en el que se reafirmaban en el gobierno monocolor, a abrirse tres días después a «valorar todos los escenarios», entre ellos, que perfiles vinculados a Podemos entren en el Ejecutivo, si con ello consiguen atraer a Pablo Iglesias y sentarle en la mesa de negociación. Por su parte, los morados que han prometido «lealtad» y renunciado a sus postulados díscolos sobre Cataluña y el referéndum de autodeterminación no están dispuestos a participar de la configuración de un gobierno del que no formen parte sus cabezas visibles y se han escudado en sus inscritos –consulta dirigida mediante–para acorralar a Sánchez. Lo cierto es que ambas partes parecen instaladas en una estrategia que les descargue de responsabilidad de cara a una repetición electoral, en lugar de trabajar activamente para sortear las urnas. La desconfianza entre los interlocutores se ha reactivado y, aunque desde Moncloa anticipan que esta próxima semana harán movimientos para desencallar la situación, hay quienes ya han puesto a funcionar el «modo elecciones».

En el seno del socialismo no hay unanimidad sobre la estrategia a seguir. Un sector –capitaneado por el jefe de Gabinete de Sánchez, Iván Redondo–defiende en privado las bondades de volver a las urnas, confiriendo al ciudadano una suerte de rol de justiciero, para que haga pagar con su voto a Iglesias su cerrazón de imponer los «sillones» a las «políticas». Según esta corriente de opinión, los morados quedarían jibarizados en la repetición electoral, lo que permitiría a los socialistas crecer a su costa y alcanzar una mayoría suficiente –ese «tercer espacio» con los restos del naufragio de Podemos y el PNV que no pudieron ahormar el 28-A–sin dependencia de los partidos soberanistas. Esta estrategia que opera con un horizonte cierto de elecciones, también se juega en clave de amenaza, pues se considera que «nadie querrá colgarse la medalla del bloqueo» de cara a la campaña y con la experiencia de 2016. Con esta expectativa, se presiona a los actores para que «por sentido de Estado» o por miedo a perder presencia política en el Congreso eviten la coyuntura de volver a votar por cuarta vez en menos de cuatro años –el ciclo electoral tradicional–.

Por el contrario, hay un sector del PSOE que se revuelve contra la eventualidad de una repetición electoral. Existe fundada preocupación de que esta estrategia de medir los esfuerzos negociadores al límite, acabe abocando a unos nuevos comicios que perjudiquen las expectativas electorales del PSOE. «Por lo pronto perderíamos el Senado y el resto, ya veremos. Habría que ver cómo se configuran ahora los bloques, porque la derecha ya no volverá a votar igual que el 28 de abril», resuelve un dirigente consultado por LA RAZÓN. En esta corriente se encuadran pesos pesados del PSOE como José Luis Ábalos o Adriana Lastra, partidarios de gestionar con inteligencia los resultados del 28 de abril, en lugar de hilar un relato de repartición de culpas para la repetición de elecciones, que no asegure una mayoría suficiente después. Ambos, no obstante, difieren en quiénes deben ser los compañeros de viaje para ello. Mientras que Ábalos desconfía de los independentistas, Lastra no pone pegas a que acaben avalando con su abstención la investidura como ocurrió en la moción de censura.

En la tesis de evitar las urnas están también otros dirigentes que apuntan varios factores para rechazar los comicios. En primer lugar la desmovilización que se produciría y que ya avanzan algunas encuestas. La alta participación de hace tres meses contribuyó a que la derecha no sumara y el mensaje de miedo a los extremos de Vox que enarboló el PSOE ya no cuajaría del mismo modo en el electorado de izquierda, como quedó patente en las municipales y autonómicas del 26 de mayo. Además, se produciría una concentración del voto en torno al PP, lo que comprometería las opciones de los socialistas para ahormar mayorías.

En el espectro de la izquierda las señales tampoco parecen alentadoras. «El argumento de que Iglesias es el culpable de las elecciones está muy bien para la campaña, pero “cargarte” a Podemos no te asegura La Moncloa», resuelven, en el sentido de que los socialistas no son autónomos por sí mismos y seguirán necesitando a los morados para sumar. Para ello, se requerirá cierta pujanza de su «socio prioritario». A esto no contribuiría tampoco la posibilidad de que Íñigo Errejón exporte la fórmula de Más Madrid a la arena nacional, para lo que ya estaría tentando a Manuela Carmena como candidata, tal como adelantó esta semana este diario. La irrupción de esta formación robaría votos al PSOE y dejaría herido de muerte a Podemos. «Más división en la izquierda, fracaso asegurado», sentencian.

En el Gobierno, no obstante, públicamente defienden que no contemplan este horizonte. «No trabajo con el escenario de una repetición electoral», declaró Sánchez el pasado jueves. En la misma línea se han manifestado tanto la portavoz del Gobierno, Isabel Celaá, que defendió con vehemencia el viernes que «quieren un gobierno en julio» como el titular de Exteriores en funciones, Josep Borrell. Durante la clausura ayer de la escuela de verano del PSC, el ministro negó que su partido esté «jugando» a repetir elecciones porque las encuestas auguren que les podría «ir bien» para ampliar su mayoría. «Volver a votar no es una solución», destacó. En este contexto y con debate interno sobre la conveniencia o no de forzar una repetición electoral, encara Sánchez los últimos compases de la negociación con Podemos para lograr que la gobernabilidad quede resuelta antes del descanso estival.