La Crónica
De líder de la oposición a fundador de la nueva derecha
Feijóo prepara su congreso como la antítesis del sanchismo. Hará cambios, pero sin enseñar todas sus cartas
El PP se enfrentó hace tres años a un convulso Congreso Nacional que tenía por delante el desafío de resolver la crisis interna del partido. No está mal el resumen que ahora hace un veterano dirigente popular de lo que han vivido desde entonces. «Hemos sido capaces de casar a Borja Sémper con Cayetana Álvarez de Toledo. Y hemos vuelto a sentar en la misma mesa a Aznar y a Rajoy». Los populares cerraron la etapa de Pablo Casado con un grave problema de división que hoy está resuelto, y esto les permite mirar hacia el cónclave extraordinario de julio con la atención puesta en otro abanico de cuestiones sin que les distraigan los temas del partido.
Es un congreso que se prepara como la antítesis del sanchismo, y con el que Feijóo quiere consolidar la imagen de que lidera un partido amplio, en el que es necesario que no todos los militantes estén de acuerdo con el cien por cien de las propuestas porque esto limitaría su margen de crecimiento electoral.
El objetivo es tan ambicioso que implica sostener que «Feijóo entrará como el líder de la oposición y tiene que salir identificado como el fundador de la nueva derecha». Y aquí hay implícito un importante mensaje que toca a Vox porque, aunque quede fuera de los mensajes y de las ponencias que se debatan, es el principal obstáculo para que los populares consoliden una mayoría lo suficientemente sólida como para gobernar en solitario y con estabilidad.
En el PP, a nadie se le escapa que la idea de un gobiermo de coalición es tóxica para el objetivo de agrandar por el centro su mayoría social. Pero tampoco ignoran que los datos les condenan, en el mejor de los casos, a depender externamente de la formación de Abascal para tener unos presupuestos. La antítesis al sanchismo exige estabilidad, presupuestos, compromiso con el programa electoral y un partido unido y abierto al debate.
El Congreso de julio es un congreso de cambio, pero también de reafirmación. Feijóo no presentará su programa electoral ni tampoco desvelará todas las fichas de su equipo, aunque haya ajustes en la plantilla actual. Hay «cartas» que se guardará para más adelante, cuando las elecciones tengan ya fecha en el horizonte. Tampoco es el congreso del «gobierno en la sombra», una expresión recurrente en todas las crónicas políticas. «Actualización, debates valientes y prepararnos para el gobierno», reza uno de los eslóganes que más se escuchará de aquí a que se celebre el congreso.
Para conseguir tener éxito, la clave sale de una de las baronías populares: «Tenemos que refundar, para unir a la derecha, sin romper, y convencer a los españoles de que seremos capaces de liderar, sin dividir más». La doble misión de reforzar el discurso de la derecha democrática y marcar distancias con Vox, sin dinamitar futuros pactos de poder ni regalarles más votantes a los de Santiago Abascal, exige ingeniería fina. Internamente son conscientes de que el de julio no será un congreso cualquiera porque, aunque aparentemente tenga un contenido programático y de remozamiento del equipo, donde se la juegan es en la definición de su estrategia.
Los retos están también bien definidos de puertas adentro: Feijóo reivindica el europeísmo, el rigor fiscal y la ortodoxia económica. Pero el PP tiene que encontrar la fórmula para casar este discurso con esa parte del electorado de la derecha, y de sus cuadros medios, que coquetea con un mensaje más proteccionista y emocional, como el de Vox.
Además, el PP necesita ensanchar su base en comunidades donde necesita el apoyo de Vox para gobernar. «Tenemos que encontrar la fórmula para contener sus excesos sin parecer débiles ante el electorado», apuntan.
Hay, asimismo, una batalla cultural que se sostiene en el dualismo de moderación versus confrontación. Vox crece en las redes con un discurso incendiario, y Feijóo «no puede perder la moderación, pero tampoco puede parecer tibio en los debates que enardecen a la derecha social, como es el caso de la ley trans, la memoria democrática o la inmigración».
Sin duda que el dilema más incómodo radica en gobernar con Vox o superarlo. Es la cuestión a la que más vueltas dan los dirigentes populares que sufren de ansiedad por no saber si les cambiarán la silla que ocupan para que Feijóo pueda mandar un claro mensaje de refuerzo de sus peones.
Por eso, hay casi unanimidad, principalmente entre los dirigentes territoriales, sobre que el congreso tendrá que mandar un mensaje nítido: el PP aspira a gobernar solo, pero no reniega de acuerdos puntuales si el objetivo es desalojar al sanchismo. Las piruetas ya le arrebataron La Moncloa en las últimas generales, y, aun así, todavía hay gurús que aconsejan que la ambigüedad calculada sea parte del guion. Para julio, en Génova esperan dejar resuelto el último pacto con Vox, los Presupuestos de Murcia –sería una sorpresa que también hubiera pacto en Aragón–. Están además convencidos de que su Congreso llegará en un momento en el que el frente judicial se habrá complicado «bastante» para el Gobierno y para el entorno del presidente. Todo parece soplar a su favor, aunque nada esté todavía escrito.