Opinión

Llamada a Feijóo

Se demorará lo que tarde el presidente en asumir que no le queda más remedio. Las malas noticias le ahogan

El presidente del gobierno, Pedro Sanchez, en el pleno de investidura en el Congreso de los Diputados. © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 15 11 2023
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el pleno de investidura en el Congreso de los Diputados © Alberto R. RoldánLa Razón

Se demorará lo que tarde el presidente en asumir que no le queda más remedio. Porque Pedro Sánchez va a levantar el teléfono para hablar con Alberto Núñez Feijóo. Pondrá la excusa de volver a la carga para renovar el CGPJ, que hace cinco años está bloqueado. Sin embargo, la realidad, por más que le cueste reconocerlo, es que da el paso por la necesidad que tiene de oxígeno. Las malas noticias le ahogan cuando no han pasado ni dos semanas desde su renovación del cargo.

Ante el peso de su mochila, Sánchez va a sufrir una súbita disposición a retomar la comunicación con Feijóo. Aunque nadie debe engañarse, su llamada no buscará reconducir la relación entre ambos: el líder socialista mantiene una antipatía total hacia el jefe de filas popular. Así que el dueño de las llaves de Génova 13 deberá mirar bien la trampa con la que desean atraparlo: colgarle el sambenito de «obstruccionista» en el 45º aniversario de la Carta Magna.

Si se trata de constatar la realidad, deberíamos concluir que es difícil contemplar algo igual. Nunca antes en la historia democrática, un Gobierno había tenido a los españoles en un «sinvivir» por sus inmorales complicidades. No puede ser de otra manera cuando el “número tres” del PSOE, Santos Cerdán, ha pasado el fin de semana tratando en Ginebra con el prófugo Carles Puigdemont el futuro del país y, para mayor inri, con un verificador internacional sentado a la mesa.

La sumisión al expresidente de la Generalitat supone una humillación para cualquier Estado europeo que desee ser reconocido internacionalmente, puesto que permite a Junts ridiculizar a España, victimizarse y hasta contemplar más cercanos sus objetivos finales. Y todo ello, sin dejar de acusar de politización a los jueces que actúan contra las ilegalidades del «procés».

Estamos ante una bomba bajo la Constitución, que Sánchez no ha tenido reparos en equiparar con el rechazo en su momento al matrimonio LGTBI o la ley del divorcio. Fue para nota oír cómo cuadros socialistas tildaban en privado de «inoportuno» el símil de su líder. Algunos, incluso, muestran su preocupación por las masivas manifestaciones como la de este domingo en el madrileño Templo de Debod convocada por el PP. Hace bien Feijóo en mantener viva la protesta.

No se debe permitir que el presidente del Gobierno lave arteramente la mancha de degradar la democracia por comprar siete votos secesionistas. Contestación en la calle y en las Cortes. Eso ha decidido Feijóo al rearmar el Grupo Popular con políticos de perfil «rocoso», como Miguel Tellado en la portavocía y Cayetana Álvarez de Toledo y Rafael Hernando de adjuntos. También es vital la tenaza en Europa que forman Esteban González Pons y Dolors Montserrat.

España requiere la «reacción total», tal como receta la secretaria general, Cuca Gamarra, desde el cuartel genovés. El punto de vista común de los altos mandos del partido es la importancia de fortificar a Feijóo, que tanto ha sufrido en momentos decisivos por la debilidad de su equipo. Ahora tiene un comité de dirección tan gigante como pintoresco, falta ver si operativo. Él debería poner de su parte abriéndose más al trabajo coral.

Ciertamente, los razonamientos del líder del Partido Popular en defensa de la libertad y la igualdad calan en sectores amplios. Pero, debe fortalecer su discurso social. En La Moncloa confían que el «ruido» quedará atrás ante el empuje del Gobierno recién estrenado. Sin embargo, su mala racha está en boca de propios y extraños. Los varapalos judiciales contra el fiscal general, Álvaro García Ortiz, y la presidenta del Consejo de Estado, Magdalena Valerio, no tienen precedentes. Tampoco que la Comisión Europea llame mentiroso al biministro de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, por insistir en que hay «cero preocupación» por la ley de amnistía. Sánchez confiaba con su nuevo Consejo de Ministros marcar la agenda. Pero ha pinchado en hueso a la primera de cambio.