Crítica de libros

Los terroristas cambian de campo

Para el director de cine Iñaki Arteta, que prepara un documental sobre los años de plomo, ETA no va a entregar las armas

La Razón
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No estamos parados, el caso es seguir avanzando con nuestro rodaje de «1980». Con el «crowdfounding» vamos tirando y estamos ya casi a la mitad del proyecto. Aquel año terrible en el que se centra la película es un momento de extrema dureza. Es el año de las víctimas y el del miedo en la sociedad por una actitud terrorista que desafía y echa un pulso tanto a las instituciones como a la sociedad vasca siempre con las mismas intenciones involucionistas. El 23-F es la consecuencia de la presión ejercida por ETA y de la falta de contundencia por parte de quienes tenían que tomar las decisiones. Y en ese marco es donde se sitúa nuestro proyecto. Al recabar los testimonios y volver a revisar documentos y opiniones es cuando te das cuenta de que aquello que sucedió parece increíble, una pesadilla, un calvario. Y nuestro deseo, el que nos ha movido y nos mueve, es contar con intensidad lo que fue aquel horror. El tiempo pasa y te das cuenta de que la sociedad tiene una memoria muy frágil y que aquello no se puede olvidar. Lo que hemos intentado es reconstruir aquel momento tan fiero. Y cuando repasas los testimonios, los papeles, la documentación no puedes evitar ciertas preguntas: ¿Qué hicimos? ¿Fuimos lo suficientemente sensibles a lo que estaba ocurriendo? ¿Cómo pudimos vivir aquello? Te das cuenta de que vas quemando etapas. Ahora parece que desaparece el terror, lo que en cierta manera podría tener una lógica social. Para algunos es pasar página, sobre todo por parte de quienes han sido cómplices, bien con su silencio o beneficiándose de esa situación. Yo no paso página, al contrario, la levanto porque es necesario poner delante de los ojos de la gente ese compromiso con la memoria de las víctimas, que no se olvide nunca, rescatarlos para hacer ver a la sociedad, sobre todo a la vasca, cómo se ha llegado al límite.

Hemos vivido tantas veces el terror que los episodios que se han sucedido en el tiempo terminan por convertirse en uno más. En los 90 recuerdo que en la Comisión de Derechos Humanos había un dirigente terrorista en activo. Imposible de creer, pero pasó, de ahí que no podamos permitir que eso regrese. Fue un hecho más de los miles que se han sucedido a lo largo de estos años, incomprensibles, inexplicables y en los que siempre se ha favorecido a los terroristas que ahora van a salir de rositas, muchos volverán a la calle y nos toparemos con ellos y con sus miradas. Nos han ido erosionando la capacidad de asombro en cuanto al sentido de la justicia y de la piedad y es lo peor, que nos han dejado indefensos. Hay un margen muy escaso para la esperanza.

Los terroristas se van moviendo, pero tienen la estrategia y los objetivos claros. No van a entregar las armas porque no hay nadie que se lo pida, porque no tienen delante un muro infranqueable con el que toparse. Los terroristas lo saben y con eso van a trabajar, es lo que han hecho durante los últimos años: no han renunciado a jugar el partido, sólo han cambiado de campo. ¿Arrepentidos? Ni de lejos.

La impregnación de la sociedad con lo nacionalista es y existe y uno tiene que aguantar y vivir en este territorio un poco extraño en el que es complicado esperar una sociedad de iguales. Yo puedo hablar mejor en público que en pequeños círculos. Eso está latente. Y con ello tenemos que vivir.