Opinión

La moción del «gin-tonic»

Nunca fue pensada para ofrecer una alternativa. Las elecciones están a la vuelta de la esquina y deben ser los españoles quienes decidan entre Sánchez y Feijóo

MADRID, 16/03/2023.- El candidato a la Presidencia del Gobierno, Ramón Tamames (i), acompañado del líder del partido, Santiago Abascal, informa de los motivos para pedir al Congreso que desaloje a Pedro Sánchez de La Moncloa, este jueves en el Congreso de los Diputados.EFE/Javier Lizón
El candidato a la Presidencia del Gobierno, Ramón TamamesJavier LizónAgencia EFE

Fue un subidón en torno a una mesa del restaurante Rafa. Eran tres importantes amigos los que se habían citado. Fernando Sánchez Dragó emplazó a Santiago Abascal y a Kiko Méndez-Monasterio a presentar de una vez la moción de censura. Llevaban desde diciembre tanteando sin éxito a personas «independientes» dispuestas a encabezarla. Pero de repente al escritor se le encendió la bombilla: «¿Y Ramón Tamames?», preguntó. Venga. Dale. Los disgustados con la idea en el cuartel general de Vox de la calle Bambú –que los hay, muchos, aunque no deseen aparecer– apuntan que alguno de los comensales ya estaba apurando el tercer «gin-tonic». «Lo llamé por teléfono. Aceptó negociar y todo fue coser y cantar», ha confesado luego Dragó.

Aún quedan 24 horas para mantener el «¡A que no te atreves!». Será mañana cuando el profesor tome la palabra en el hemiciclo. Minutos antes lo presentará Abascal. En la práctica, Tamames debería explicar a los diputados cuál es la idea de España de Vox, toda vez que es el grupo parlamentario que ha hecho uso del instrumento constitucional. Muy al contrario, Tamames hablará de Tamames. Y va a dictar una conferencia sobre la realidad del país a un Gobierno reducido prácticamente a escombros. Estamos ante otro trabajo de quien fuera importante mandatario del Partido Comunista por la unidad de España, la monarquía parlamentaria y nuestra bandera, casi los únicos tres aspectos en los que coincide rotundamente con quienes le han llevado esta vez hasta la Carrera de San Jerónimo.

Basta ver el interés de La Moncloa por insuflar aire a la moción de censura para darse cuenta de lo bien que le viene a Pedro Sánchez. De momento, el partido verde ha perdido el control de la misma. Incluso la pieza básica, el discurso de Tamames, está ya en manos de todos. Los guionistas gubernamentales se han afanado en alimentar el suspense contando que su jefe va a dedicar la intervención a afianzar mensajes, sacar brillo a su gestión, confrontar modelos y fijar el rumbo. Vamos, que tiene la oportunidad de hacer un mitin larguísimo con TVE en directo para meterse con el PP y Alberto Núñez Feijóo. Ni siquiera se descarta que aproveche la ocasión para hacer algún anuncio potente.

El PSOE está determinado que Sánchez salga a hombros de las dos jornadas de debate. Quedan pocas semanas para las elecciones y en ningún caso van a malgastar el toro que se les ha puesto en la plaza. Les resulta muy conveniente para enjuagarse el mal sabor de boca de tanta semana negra. Por difícil que sea saber lo que pasa por la cabeza del presidente, sus cercanos cuentan que «la moción de censura le ha producido un gustazo anímico».

Ramón Tamames es un economista respetado. Él, al final, pasará. Quedará convencido de haber rendido un servicio más a su país. Cosa distinta es Santiago Abascal, que se ha hecho un flaco favor a sí mismo y regala munición a Pedro Sánchez. La perplejidad de las bases de su formación aumenta por la imagen que están ofreciendo sus mandatarios. Una palabra se repite entre sus votantes: «¡Alucinante!» Y es que su bancada concitará todas las miradas en cuanto Tamames entre en contradicción, que lo hará, con Vox, que se ha metido en una operación de riesgo. Porque si algo desgasta a los políticos es el ridículo.

Abascal presume de conocer a sus electores y de saber lo que piensan de la moción de censura. Cómo dudarlo. Pero los errores erosionan a cualquiera. Esta moción nunca fue pensada para ofrecer una alternativa al país, sino intentando ganar foco para encarar el 28 de mayo. Desde la fuga de Macarena Olona, antes incluso, durante la campaña electoral andaluza, la dirección de Vox ha perdido el sosiego y anda como pollo sin cabeza. Así lo reflejan las encuestas, que marcan una importante fuga de votos hacia el PP, que el último CIS cifra en el 23%. Un trasvase que no es flor de un día sino que se observa de manera continuada desde el verano.

Precisamente, la apuesta de Feijóo por la abstención tiene todo que ver con un deseo estratégico de no incomodar a esos electorales que vuelven a la casa común del centroderecha. La portavoz del Grupo Popular, Cuca Gamarra, no confrontará con Abascal y dirigirá sus baterías en exclusiva contra el Gobierno. La abstención es la mejor opción para los de Génova si desean quedarse al margen de una «gamberrada en el Parlamento» sin dar oxígeno a Sánchez y sus satélites.

Con la Legislatura consumiendo sus minutos basura, ¿qué sentido tiene poner piedras en el camino? Ya sólo existen las urnas como solución. El ciclo electoral está a la vuelta de la esquina, con las municipales y autonómicas como ensayo de las generales. Deben ser los españoles quienes decidan si avalan a Sánchez o apuestan por Feijóo. Es lo que hay. Si el 28-M marca un punto de inflexión, el PSOE se estrella frente al PP y el mapa se tiñe de azul, el presidente del Gobierno no tendrá margen de maniobra para recuperarse de cara a las generales.