Opinión

Una ocasión malograda

Ya visualiza uno al ejército de asesores mostrando al gran jefe vídeos de Walter Conkrite. El resultado se parecía más a Peñafiel

Sánchez en la comisión Koldo en el Senado @ Gonzalo Pérez
Sánchez en la comisión Koldo en el Senado@ Gonzalo Pérez Gonzalo Pérez Fotógrafos

Quizá haya que darle una vuelta al tópico que describe el Senado como un cementerio de elefantes. También funciona en algunos casos como el extremo opuesto: una suerte de cantera de talentos para foguear las dotes parlamentarias de nuevas hornadas de políticos deseando dar el salto a la primera línea.

No cuesta demasiado imaginarlos en un estado de sobre excitación importante ante el reto de medirse al presidente del Gobierno, citado a una comisión de investigación sobre los tejemanejes de colaboradores muy próximos por un Partido Popular que sigue teniendo un problema importante con la gestión de las expectativas.

Reservó esa bala hasta el ultimísimo momento, rodeándola de un aura de choque crucial de la que era complicado sustraerse. Con toda la futura frustración que esto puede traer consigo.

No contentos con eso, mantuvieron en secreto qué senador iba a ser el encargado de interrogar a Pedro Sánchez. Terminó siendo Alejo Miranda, a unas alturas en las que cualquiera que no fuese, qué sé yo, Madonna, iba a ser una decepción.

Uno de esos retos que, por lo que decíamos hace unas líneas, podía compararse con aquella «oportunidad» de la antigua plaza de Vistalegre que dio a conocer a algunas estrellas del toreo de hace sesenta años.

No fue una mañana de gloria. Más cerca de la enfermería que de la puerta grande. Miranda empezó adhiriéndose al relato emocional del que tanto abusa la izquierda, echando mano de su traumática experiencia con el COVID.

Un hecho que, en buena lógica, le pueda hacer especialmente sensible a los manejos con material sanitario, pero, en último término, irrelevante en un trance como el de ayer.

Sus preguntas buscaban más la valoración («¿se arrepiente?», «¿siente vergüenza?») que el contraste de datos. Para cuando consiguió dar a su intervención forma de interrogatorio propiamente dicho, hacía tiempo ya que ésta había adquirido forma de debate, que es precisamente la que más convenía a Sánchez.

Así las cosas, la ironía un poco cortante de María Caballero (UPN) ha resultado mucho más eficaz para los propósitos de la oposición.

Cuando se quiere elogiar una película aburrida se suele recurrir a lo bonita que es su fotografía.

En la tvmovie de ayer esa función la ha hecho el atrezo. Las gafas que se quitó Feijóo han aparecido en su némesis política. La presbicia también sirve para hacer de la necesidad virtud. Ya visualiza uno al ejército de asesores mostrando al gran jefe vídeos de Walter Conkrite.

A veces, el resultado se parecía más a Jaime Peñafiel. Pero el objetivo está más que conseguido. Ojalá la mitad del talento en la solución de problemas que el que se demuestra en las maniobras de distracción.

Sánchez estuvo cómodo, las cosas como son. Su difusión de argumentario en aspersor aderezado de «no me consta» resultará pueril en aquellos que ya le calaron en su momento. Pero hace ya muchos años que no se molesta en intentar ganar algo de voto por ahí.

Los mensajes tienen como destinataria a la feligresía con la que consolidar el mínimo que cree que necesita para sobrevivir. La preocupación por la Memoria Histórica no alcanzó para corregir al senador de Junts que mancilló la palabra «exilio» para tapar la huida de la Justicia de Puigdemont.

El representante socialista invocó alegremente esos «martillazos» destructores de discos duros del PP de los que no ha quedado documentada prueba alguna.

Otra conclusión clara es que al PSOE le molesta el Senado. No tiene nada que ver con las funciones que la Constitución le atribuye ni con su reglamento interno o su utilidad real.

Simplemente por el hecho –coyuntural– de que no lo controla. En este contexto de total colonización institucional, tal circunstancia tiene, para ellos, dimensiones de afrenta.

De ahí que la comparecencia de Sánchez partiera de una premisa que la trompetería del poder se encargaría de propagar. No se anduvieron con ambages: el propio presidente del Gobierno llamó «circo» a una comisión de investigación de una de las dos cámaras sobre las que reside la representación de la soberanía nacional.

Por menos que eso, algún prescriptor pediría las sales que se guardan para los ataques contra los pilares de las sociedades democráticas. El tono de los portavoces que orbitan en torno a Sumar resultó el más llamativo.

Las preguntas podían ser más o menos acertadas, pero partían invariablemente del mismo argumentario que el del PSOE. Cualquiera pondría en duda que se siguen disputando una cierta parte del mismo electorado.

Yolanda Díaz, se supone que dimitida como líder de la cosa hace 16 meses, se aplicó en el recitado de la consigna. Acusó al PP de convertir el Senado en un «lodazal» y en un «plató de televisión». Cabría preguntarle que de qué cadena.