De palabras ajenas
El (pen)último truco de Sánchez: perder votaciones
Los socios constatan que el Gobierno no tiene intención de aprobar leyes ni presupuestos, sino usar las derrotas con fines electorales
En política no es conveniente ponerse excesivamente metafísico, es un ejercicio que suele conducir a la melancolía. Pero visto lo visto últimamente en el Congreso de los Diputados, hay una pregunta que a veces resulta inevitable: ¿Qué narices le pasa a esta legislatura?
Analicemos los últimos coletazos. El Congreso tumbó ayer la senda de déficit del Gobierno, el que sería el primer paso para intentar sacar los Presupuestos. Con el voto en contra de la mayoría, incluido Junts, se certificó no sólo que el Ejecutivo no tiene los apoyos para sacar adelante las cuentas generales, sino que ni siquiera es capaz de tratar de arrancar el proceso. Es la primera vez en la historia con unas cuentas de otra legislatura.
Unas horas después, el Tribunal Supremo decidió meter a José Luis Ábalos en prisión y la Cámara Baja pasó a tener, casi automáticamente, 349 diputados. También es la primera vez que esto sucede en la historia. Si Pedro Sánchez ya acude a cada votación con la cartilla de racionamiento, a partir de ahora a él se le inclina un poquito más la pendiente y a los demás se les atraganta tanto hecho histórico junto.
Todo esto sucedió en un día y, además, hay que añadirle el ruido de fondo ya constante del bloqueo legislativo generalizado, el desprecio al Senado, los casos de corrupción, las leires, los peneuves, los antonios hernandos y los largos etcéteras.
A pesar de estos signos de desgaste evidente que ya recuerdan a los últimos días de los presidentes anteriores (nadie se fue de la Moncloa entre vítores), Sánchez no solo sigue sin convocar elecciones, sino que insiste en llevar cosas a votación. Presentará los Presupuestos y desbloquea leyes que llevan en un cajón mucho tiempo, sabiendo que todo va a decaer salvo una extraña alineación de los astros. ¿Y por qué lo hace? Algunos socios creen que ya han descubierto el truco.
Fuentes de Podemos reconocían esta semana estar atónitas por el hecho de que el Gobierno desbloqueara las negociaciones para regular los alquileres de temporada, una norma que se había congelado por falta del apoyo de Junts y que se ha puesto en marcha después de que los postconvergentes anunciasen su bloqueo a todo. "Traen cosas para perderlas", reconocía una voz autorizada del partido, con el objetivo de convocar elecciones en el mejor momento.
Desde el espectro ideológico contrario y desde una relación propia con el Ejecutivo, en Junts también hacen ese análisis. Su diputado Josep Maria Cruset denunció ayer en el debate de la senda que el Gobierno no tiene ninguna intención de aprobar los Presupuestos, sino que busca que el PP los tumbe "para utilizarlo electoralmente en Andalucía".
Sin reconocer necesariamente esta estrategia, es cierto que Moncloa, nada más perder la votación ayer, mandó un mensaje a todos los periodistas que cubren Gobierno en el que se denunciaba que el PP ha votado en contra de que las comunidades autónomas tengan más margen fiscal. Junto al mensaje iba una lista del impacto por comunidad autónoma. ¿Y cuáles son las más afectadas? Hasta con los ojos cerrados se podía haber adivinado: Andalucía, Cataluña y Madrid, los principales territorios en los que el Gobierno se juega algo.
En Sumar, compañeros de coalición del PSOE, no saben exactamente cuándo va a apretar Sánchez el botón electoral, pero están perfectamente alineados con esta estrategia. Algo que comparten, no está mal. Defienden, tal y como viene diciendo Yolanda Díaz desde hace tiempo, que una derrota parlamentaria se puede convertir en una victoria política y ponen el foco en intentar desgastar a PP y a Vox por tumbar medidas sociales que ellos consideran positivas. Llámese reducción de la jornada, ley para prohibir que los fondos de inversión compren casas, "Presupuestos expansivos" o llámese como sea.
Mientras tanto, el resto de partidos ya se van preparando por si hay que ir corriendo a las urnas. Cada uno a su manera, eso sí. En Izquierda Unida piden acelerar el debate de la unidad de la izquierda, por ejemplo, y en el PP empiezan a guardar munición para atacar al PNV por su compadreo con Sánchez. Creen que la debilidad de los nacionalistas puede ser su fortaleza en el País Vasco. De todas formas, conviene no confiarse, porque la experiencia demuestra que cualquier truco de Sánchez nunca es el último, si acaso el penúltimo.