Cristina L. Schlichting

San Pedro Mártir

Recuerda a Calimero, aquel pollo de ojos conmovedores que repetía: «¡Qué desgraciadísimo soy!».

La curiosa fecha elegida por Sánchez para anunciar su decisión: el 29 de abril es San Pedro Mártir
La curiosa fecha elegida por Sánchez para anunciar su decisión: el 29 de abril es San Pedro MártirLa Razón

Mañana es San Pedro Mártir. El retablo magnífico de Guillem Borrasá, del 1400, muestra al santo profesando ante los dominicos, mientras una horda de herejes intenta inútilmente forzar la puerta de la catedral para impedirlo. Este Pedro de Verona –nada que ver con el primer Papa– destacó como inquisidor en la lucha contra la herejía. Es dudoso que Pedro Sánchez haya elegido la fecha, pero la celebración litúrgica encaja de perlas.

En el entorno inmediato del presidente le aconsejan que el lunes no haga nada. Ni dimitir ni cuestión de confianza. No porque esté bien ni mal, sino porque no le conviene. Le interesa continuar, sin correr más riesgos. Usted se preguntará, entonces, por qué ha montado este expolio. Bueno, acabo de entrevistar al exvicepresidente europeo de la UE, Roberto Formigoni, que no es ningún tonto, y me ha dicho con rotundidad: «Su presidente es astuto». Solo hay ventajas en este movimiento. Para empezar, hemos dejado de hablar de Bildu y de Begoña, ahora él tiene el foco. En segundo lugar, si dimitiese, la perspectiva de tener por presidenta interina a María Jesús Montero amarga hasta a los de izquierdas, así que todos quieren que siga. Tercero, ¿por qué reclamar el apoyo de la Cámara, si ya lo tiene? Carles Puigdemont acaba de alabarlo públicamente y denunciado «lawfare» (la corrupción tendenciosa de los tribunales, que también dice padecer).

No, ya ha logrado lo que quería. Se trata de una «performance», una actuación mediática destinada al autobombo. El método es la victimización y, encima, con el sesgo de víctima enamorada. Recuerda a Calimero, aquel pollo de ojos conmovedores que repetía: «¡Qué desgraciadísimo soy!».

Está bien traído lo de los dibujos animados porque la carta de Pedro, dicen que personalmente escrita, es infantil. Yo no lo dejaría pasar a Secundaria. Eso de que está enamorado queda de paladín español, pero no es relevante en la esfera pública, no nos importa. Es un brebaje de sentimientos y táctica, según receta populista. ¿Que a la gente le gusta? ¡Toma, y «Sálvame», y los bestsellers de Paulo Coelho, y Chiquilicuatre!

En cuanto al resto del contenido, Sánchez dice que su mujer es inocente, sin dar prueba alguna de por qué suscribió misivas para enchufar a amiguetes. Y señala al enemigo que hay que batir: medios, jueces y oposición. Es una andanada seria contra el sistema. Cuando este señor termine, aquí no queda piedra con piedra: los etarras de moda, los separatistas a todo meter, el federalismo cogiendo posiciones, el Rey ninguneado, la derecha desautorizada y las instituciones colonizadas.

Por resumir, yo creo que este show es un movimiento brillante, si no se hace juicio moral. Pero la política, al menos para algunos, es una arte profundamente moral, que tiene que ver con la búsqueda del bien común. Estos vaivenes de Sánchez, que tras ser expulsado da la vuelta a España en coche, se carga a sus amigos de antaño y regresa al poder; que se hace presidente con una moción de censura; pierde una autonómicas y convoca generales en plena canícula, son divertidos, pero dejan una huella de destrucción. Es fácil ser brillante si careces de escrúpulos. Todo vale.

Maxim Huerta, quien fuera su ministro, ha contado en El Hormiguero que, tras sus problemas con Hacienda, cuando fue al despacho del presidente a poner el cargo a disposición, se encontró un muro de indiferencia y narcisismo. Pedro Sánchez se puso de pie, lo interrumpió cuando exponía sus razones y, deambulando en torno a la mesa, se preguntó en voz alta sobre el juicio que la posteridad haría de su persona. Enumerando a los distintos presidentes, se dirigió a Máximo para preguntarle si el inventario sería tan duro como los realizados con sus predecesores. Huertas se despidió, dimitió y se fue a casa con su madre y su perro. Aquella noche cenaron sin tele, en silencio, calabacines con huevo.