
Tomás Gómez
Sánchez y sus líderes de paja
Muchos cuadros intermedios socialistas se preguntan porqué deben volver a sacrificarse por Sánchez si él no lo ha hecho por ellos ni lo va a hacer

Se cierra julio, con la certeza de que en septiembre habrá informaciones nuevas de los casos de corrupción, habrá sobresaltos y, muy probablemente, nuevos señalados judicialmente.
Los dirigentes del PSOE se van de vacaciones con la sensación que tiene un boxeador cuando suena la campana y se dirige al rincón a coger un poco de aire. No se trata solo de la dirección de Ferraz o del ejercito monclovita que saben la que les viene encima en el próximo asalto.
Luego están los otros dirigentes, a los que les toca la peor parte, cientos de líderes municipales que se juegan el ser o no ser dentro de año y medio. Alcaldes que no mantendrán sus mayorías y aspirantes que ven truncadas sus posibilidades. Se trata de una estructura silenciosa que individualmente no tiene peso interno, pero que sumadas son la columna vertebral del PSOE.
En cuanto a los líderes autonómicos, el panorama es el de un erial. En todos los territorios se han impuesto la decisión de Ferraz, se han cometido muchos errores, pero los más mayúsculos han sido en Andalucía, Madrid y Valencia, cuyas consecuencias trascenderán durante años.
No se puede ser gobierno y oposición a la vez, porque es una situación esquizofrénica, no se puede ser incoherente defendiendo una cosa y la contraria, según le interese a Sánchez y no se puede intentar ser presidente de la comunidad de Madrid, de la Generalitat valenciana o de la Junta de Andalucía y defender los intereses de los independentistas catalanes en detrimento del resto de España.
El resultado es que Óscar López está llevando al socialismo madrileño a la irrelevancia, vapuleado por Díaz Ayuso, a la que ha devuelto el protagonismo en la escena nacional.
Diana Morant, por su lado, no ha sido capaz de capitalizar la debilidad de Carlos Mazón. Ha caído en desgracia, dentro del PSPV crecen sus críticos, preparan una alternativa y, en la calle, se ha terminado de hundir con el asunto del plagio de José María Ángel Batalla. Ha dejado sin opciones el único territorio mínimamente recuperable.
La tercera en discordia, la histriónica y folclórica María Jesús Montero, está cada vez más lejos de alcanzar a Juan Manuel Moreno. El cupo catalán, la mayor traición que podía hacer a Andalucía, ha sido liderado por ella. Primero aseguró que nunca tendría Cataluña una financiación singular, para, a continuación, redactarla al dictado de ERC y Puigdemont. Eso la inhabilita como candidata a la Junta de Andalucía.
No es una casualidad que Sánchez haya puesto el empeño en las tres federaciones socialistas, ya que, juntas, representan más del 60% del PSOE en cuanto a peso orgánico. No le interesa recuperar esos gobiernos, solo quiere el control interno. El sanchismo ha impuesto su poder y reacciona violentamente contra cualquier muestra de discrepancia.
Todos estos cálculos ya los tienen hechos barones regionales y alcaldes, el problema es que no saben cómo salir del laberinto. Cualquier disidencia tiene el alto riesgo de acabar descabalgando del puesto al crítico, no hay que olvidar que para que sean candidatos oficiales a sus respectivas comunidades y ayuntamientos faltan algunos meses, por lo que no ven otro camino que no sea el de que la evolución de las investigaciones judiciales acaben con el líder.
Solo ha expresado su opinión públicamente García-Page, porque es el único que no depende de Ferraz. El esfuerzo que está haciendo el manchego por parar la deriva suicida de la organización es enorme. Los abucheos orquestados por la dirección, los insultos del inefable Puente y las zancadillas del propio Sánchez son una muestra de cómo actúa la banda cuando no hay adhesión total.
La esperanza de Sánchez, sin embargo, es que las aguas se calmen en otoño. Necesita que pase diciembre para comenzar la reconstrucción del espacio político situado a la izquierda del PSOE. Rufián ha sido el primero en verbalizar la estrategia diseñada en la Moncloa.
Por otra parte, si dependiese de él, habría adelanto electoral, pero no de elecciones generales sino de las elecciones municipales. Sánchez comprobó en 2023 que los votantes socialistas le daban una patada en el trasero a sus alcaldes y presidentes regionales y, dos meses después, ya desahogados, algunos volvían a coger la papeleta socialista.
Lo que se preguntan en este momento muchos cuadros intermedios socialistas es porqué deben volver a sacrificarse por Sánchez si él no lo ha hecho por ellos antes ni lo va a hacer ahora.
El mes de agosto suele venir un poco más calmado en lo político, eso ofrece una oportunidad para que los dirigentes socialistas reflexionen, de manera clara serena, tanto acerca de la crisis en que se encuentra el Partido Socialista como de lo que la lógica exige hacer para salir de ella.
Septiembre, con el nuevo curso político, es la última oportunidad que tendrán para no morir en mayo de 2027, deben echar a Sánchez y a sus líderes de paja.
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