Cargando...

Entrevista

Sebastián Contín Trillo-Figueroa: «Moncloa juega a la foto, pero Pekín distingue entre gestos y poder»

Este experto en relaciones UE-Asia y ex diputado popular cree que España «no será un socio estratégico» de China

Los Reyes realizarán del 11 al 13 de noviembre su primera visita de Estado a China para seguir reforzando la relación LR

¿Hasta qué punto cree que la visita de los Reyes a China la semana próxima refuerza el papel de España sin tensar la que mantiene en este momento con EE UU?

Otorgará visibilidad, podría ser un estímulo de las relaciones bilaterales, pero no nos va a transformar en socio estratégico. China distingue entre poder y gestos, y hoy España no tiene el primero y atropella con los segundos. La Monarquía transmite estabilidad en medio del caos político, un valor que Pekín aprecia, aunque lo haga sin expectativas concretas. El Gobierno carece de estrategia definida sobre China, y sus últimas aproximaciones parecen ventajistas, orientadas a reforzar perfil político en un momento de desgaste interno y descrédito internacional. Washington presionará porque cualquier atisbo de autonomía europea se castiga, pero consciente de que España jamás se saldría del guion atlántico. El trasfondo es la ausencia de una política exterior autónoma, prisionera de su dependencia estructural de Washington y Bruselas, y de un gobierno sin impulso ni visión.

¿El protagonismo del Rey en esta ofensiva diplomática refuerza la imagen institucional y ofrece estabilidad frente a las divisiones políticas internas?

Sí, porque todo lo demás se ha erosionado. Felipe VI cumple su función constitucional, si bien su papel se usa con fines tácticos. Sánchez lo activa cuando necesita legitimidad, para barnizar de prestigio un Gobierno sin rumbo. El régimen de Pekín lo sabe pero prefiere al Rey que a políticos electos, ya que ve un Ejecutivo errático y enfangado en casos de corrupción, y a la oposición entregada a los reflejos de Washington y Bruselas; ninguno sabe qué es China. Además, la política exterior es núcleo de la refriega partidista. China ha sido arrastrada a la ciénaga parlamentaria. Las redes del PSOE diluyen los límites entre gobierno y lobby, mientras la oposición explota esos vínculos presentando a Sánchez como un agente comprometido y a China como un actor de influencia encubierta. Esa narrativa, aunque excesiva, resulta eficaz y deja a la segunda potencia mundial envuelta en la reyerta partidista local. Pekín también yerra al apoyarse en interlocutores tóxicos y amortizados como Pablo Iglesias, figuras desprestigiadas y sin peso institucional cuya cercanía solo agrava la desconfianza.

¿Qué resultados tangibles se esperan en materia de inversión, tecnología o cooperación industrial, y cómo pueden beneficiar a la economía española en este momento?

Los resultados serán modestos. Algún acuerdo comercial, promesas de inversión y titulares llamativos, pero China no compromete capital sin garantías de estabilidad, y España no las ofrece. El 20º aniversario de la Asociación Estratégica ilustra el estancamiento. Las tres visitas de 2025 se presentaron como logros, pero fueron solo escenografía. El Gobierno actúa disperso: en proyectos de inversión china, los ministerios se contraprograman. Cualquier avance quedará subordinado al marco europeo, con operaciones menores para oxígeno político local sin que chirríen en Berlaymont. Lo concreto saldrá del sector empresarial a través del ICEX o de la CEOE.

En un contexto internacional marcado por la rivalidad entre Washington y Pekín, ¿sabe el Gobierno moverse con prudencia o está cruzando una línea delicada en política exterior?

Sánchez no cruza líneas delicadas; simplemente no sabe dónde están. Enviar a emisarios oficiosos degrada la imagen del país. Ningún diplomático europeo comprende su función ni su legitimidad. Su presencia sugiere intermediación opaca y transmite que en España todo es negociable si se corteja a quien se mensajea con los ministros. Eso sí cruza una línea grave. La política exterior española es formalmente soberana, pero subordinada al eje Washington-Bruselas. Mariano Rajoy y Pedro Sánchez consolidaron esa dependencia, y el actual Gobierno, sin mayoría ni visión, la agrava. La Unión Europea tampoco ofrece rumbo. Hoy la presión del presidente de EE UU, Donald Trump, tras el aumento europeo del gasto en defensa y el pacto de Turnberry, empuja a más alineamiento cerrado con Washington. Al mismo tiempo, cada Estado compite por atraer capital chino. Esta combinación exhibe sumisión servil, desorden, mercadeo e incoherencia política.

¿Le gustaría destacar otros aspectos respecto a las perspectivas bilaterales entre ambos países?

España carece de proyecto político: sin mayoría, con reputación erosionada por corrupción y amnistías, y parálisis. Un cóctel que irrita a Pekín, que ve a los interlocutores en Moncloa como socios menores. Mientras se pierden en el cortoplacismo, China sigue apreciando el papel auxiliar de España en el Consejo de la Unión Europea. Ellos piensan en siglos; nuestros representantes, en los 90 minutos.