El periscopio
El síndrome de la casquería
En el PSOE admiten su honda inquietud: «Estamos sin saber qué sale la mañana siguiente»
Es la palabra de moda que circula como altavoz en los pasillos del Congreso: Casquería. El Gobierno, con su presidente al frente, se ha puesto un mandil de charcutero y lanza sus ataques frontales contra el PP. A los bulos, difamaciones, noticias falsas y pseudomedios, se une ahora el último dardo esgrimido por Pedro Sánchez contra Alberto Núñez Feijóo: «Oposición de casquería». O sea, despojo, desguace, lenguaje visceral sin sentido de Estado. Duras acusaciones en boca de los diputados socialistas contra el PP durante la última sesión de control en la Cámara Baja para esquivar el cerco judicial y las filtraciones cada día más comprometedoras que acosan al «sanchismo». Aunque la versión oficial es denunciar «la cacería» contra el presidente del Ejecutivo y su entorno, lo cierto es que numerosos miembros del PSOE admiten en privado su honda preocupación. «Estamos en desconcierto, sin saber qué sale a la mañana siguiente». Pedro Sánchez ha ordenado a sus ministros y lacayos mediáticos una ofensiva contra todo y contra todos. Jueces molestos y periodistas señalados en la diana, como bien demostró el portavoz socialista, Patxi López, en un tenso altercado con un informador ante una pregunta incómoda. El huracán Ábalos, el caso Koldo, los informes de la UCO sobre Santos Cerdán, el esperpento de Extremadura con el camino del «hermanísimo» hacia el banquillo y la situación procesal del Fiscal General del Estado destilan en su conjunto un aroma de corrupción irrespirable.
Sánchez recibió la noticia del auto de la magistrada Beatriz Biedma contra su hermano David, el líder del PSOE en Extremadura y otras nueve personas como un mazazo en la frente mientras viajaba a Valencia, donde su semblante en la reunión con algunas víctimas de la DANA era de poema. Aunque lo niegan, hay nervios en La Moncloa por lo impredecible de los acontecimientos. En su tenso debate con Feijóo, cuando éste le preguntó muy directo si defendía a su número dos en el partido, Santos Cerdán, el presidente del Gobierno se fue por los cerros de Úbeda, le acusó de difamar a personas honestas, pero evitó citar en concreto el nombre del secretario de Organización. Comienza a desatarse un movimiento de recelos hacia Cerdán, llamado entre sus paisanos «el carretillero», por su profesión en el pueblo natal de Milagro, que ha gobernado el PSOE con mano de hierro y, en opinión de algunos dirigentes regionales, con «gran despotismo». En estos sectores opinan que Sánchez «se ha atado» demasiado al político navarro, a quien ven abrasado y en el foco vengativo de José Luis Ábalos y Koldo García, antaño sus grandes valedores y ahora con sentimiento de traicionados. Subyace gran preocupación por el material sensible del que ambos dispongan y cómo lo administrarán. En medio de la tormenta, las terminales «sanchistas» lanzan la consigna: casquería y cacería de la derecha y ultraderecha. No hay más. Hasta para hablar del tiempo los socialistas se escudan en este discurso de culpar a la derecha política, judicial y mediática.
De inmediato, el triministro Félix Bolaños y otros dirigentes socialistas arremetieron contra la magistrada del juzgado de instrucción número 3 de Badajoz que ha decidido mandar al banquillo a David Sánchez por delitos de prevaricación y tráfico de influencias. De nuevo la consigna, «Una cacería contra la familia del presidente». Para colmo, defienden el aforamiento exprés de Miguel Ángel Gallardo, una cacicada monumental que vulnera normas jurídicas y ha abierto en canal al PSOE extremeño. En el Congreso, muchos diputados no ocultaban su estupor ante unos hechos que salpican al entorno más cercano del jefe del Ejecutivo. Para el PP, el escenario es gravísimo y cualquier otro primer ministro de un país democrático habría dimitido o convocado elecciones. Parece que Sánchez no lo hará. «El poder es su vida, no tiene otra», dicen en Génova trece.
En sectores económicos hay también mucha inquietud. El pasado jueves, en el reservado de un restaurante madrileño, un grupo de destacados empresarios comentaban la situación en el Banco de España tras la dimisión de su director de Economía, Ángel Gavilán, por discrepancias insostenibles con el Gobernador, José Luis Escrivá. Según fuentes de la autoridad monetaria la situación es muy tensa por el «carácter autoritario» de Escrivá y denuncian «caza de brujas» contra quienes no se someten a sus designios. «El Gobierno está hecho trizas», aseguran varios empresarios. Las medidas adoptadas por la titular de Trabajo, la comunista Yolanda Díaz, entre ellas la reducción de la jornada laboral, que consideran lesiva para el tejido productivo y las empresas, les producen gran rechazo. Así como la voracidad fiscal de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, que asfixia a las Pymes, la política energética con el acoso a las eléctricas o la normativa en materia de vivienda. «La economía está en estado de shock», advierten los dirigentes empresariales. En su opinión, es urgente un Gobierno con una hoja de ruta bien definida, alejado de una ideología izquierdista para contentar a sus socios.
Pero el Gobierno, cercado por la corrupción, hace oídos sordos y su presidente sigue empeñado en resistir a toda costa. Los empresarios reclaman políticas sensatas, centradas y consensuadas, pero lo ven muy difícil por las continuas presiones de los socios de la coalición. «La mayoría de los ministros no han pisado una empresa en su vida, no tienen ni idea de gestionar», dicen con la excepción del titular de Economía, Carlos Cuerpo, a quien Sánchez dejó tirado ante Yolanda Díaz con la reducción de la jornada laboral. En sectores económicos se asegura que seguirá la senda de su antecesora, Nadia Calviño, y presentará su candidatura al Consejo Europeo. Como bien dicen varios empresarios, «Necesitamos un gran Pacto de Salvación Nacional». Ante ello, el «sanchismo», y no la oposición, sí camina bajo el síndrome de la casquería. O sea, acorralado, en vías de desguace y avería democrática.