
Congreso
Los socios de Sánchez: del optimismo inicial a aprovechar "el tiempo que quede"
Ya nadie se fía de Pedro Sánchez, pero predomina el intento de conseguir el mayor número de cesiones antes de que cambie el Gobierno.

Abril de 2023. Una flamante Yolanda Díaz comparece ante miles de personas en el polideportivo Magariños. Va vestida de blanco, el color que suele elegir para las grandes ocasiones, y lo suelta: "Voy a dar un paso adelante. Quiero ser la primera presidenta de mi país". Aún no se había producido el adelanto electoral, pero ya se estaba en precampaña.
Han pasado poco más de dos años desde ese momento y la imagen que ofrece la actualidad política es radicalmente distinta. Sumar está ahora de capa caída en todas las encuestas y, tras varios batacazos electorales, Díaz ni siquiera lidera formalmente su coalición. No está nada claro su futuro político y hasta Irene Montero, a quien creyó matar políticamente, parece tener más proyección. Incluso se empieza a hablar de otros nombres para sustituir a la vicepresidenta, como el de Pablo Bustinduy.
Díaz tampoco encuentra consuelo en el Gobierno al que pertenece. La semana pasada, en el Pleno sobre la corrupción del PSOE, Díaz afeó a su socio de coalición que no se estaban cumpliendo las medidas del pacto. "Cambie el rumbo", le exigió Díaz a Sánchez, y le aclaró que "gobernar no es resistir" y que la legislatura necesita "un giro social".
Su caso, sin embargo, no es único. Ese heterogéneo espacio que son los socios de investidura, cada uno con sus intereses cruzados, parecen haber sufrido a la fuerza la misma transición anímica. Han pasado del optimismo inicial a la desconfianza absoluta. Ahora, en los pasillos del Congreso reina lo que dijo Gabriel Rufián tras su última reunión con el presidente: Hay que "aprovechar el tiempo que quede" para "avanzar". Es decir, rascar las últimas concesiones antes de que cambie el Gobierno.
Junts lo ejemplifica perfectamente. Carles Puigdemont creía que se iba a acabar su calvario judicial con su acuerdo para una Ley de Amnistía, pero nada más lejos de la realidad. Esta semana ha tenido que presentar ante el Tribunal Constitucional un recurso de amparo, intentando que tumbe la decisión del Supremo de mantenerle encausado. Mientras espera, y como tampoco se puede echar en brazos del PP, intenta rascar del Gobierno otros asuntos como el catalán en la Unión Europea o la cesión de las competencias migratorias.
ERC vive una situación similar de desencanto. Oriol Junqueras pensaba que con la financiación singular iba a conseguir un activo para combatir a Junts en Cataluña y el acuerdo ha sido tan descafeinado que ha servido para dar alas a los críticos con él en su partido.
Hasta el PNV, que abandonó a Mariano Rajoy en la moción de censura y posibilitó que Sánchez aterrizara en la Moncloa, dice ahora que su confianza "va camino de la UCI". Aun así, el partido también ha decidido dar cierto oxígeno parlamentario a Sánchez: el pasado fin de semana cerró la puerta al PP, está intentando rematar algunas cesiones como la de la gestión de la Seguridad Social y ahora pide que haya Presupuestos para que la legislatura se alargue.
Pero la legislatura, por muy larga que pueda llegar a ser, tampoco está siendo fructífera. En lo que va de legislatura, el Congreso sólo ha aprobado 19 leyes o leyes orgánicas, según la página web de la Cámara Baja. Esto demuestra que no es sólo que los socios no se fíen del Gobierno, sino que el Gobierno tampoco se puede apoyar en ellos.
A pesar de todo, el único partido que insiste en dar por cerrada la etapa de Sánchez ahora mismo es Podemos. Pero eso también es signo de la vorágine que han supuesto estos dos años: hay que recordar que los morados comenzaron la legislatura siendo parte de Sumar y ahora buscan enterrar a Díaz.
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