La coalición ya en precampaña

El talón de aquiles de Montero: su PSOE no cree en ella

La vicepresidenta primera asume el runrún socialista: que sin aferrarse a Moncloa, y mantener la ficción de los Presupuestos, perderá pie político y saldrá desahuciada

María Jesús Montero en el Congreso de los Diputados
María Jesús Montero en el Congreso de los DiputadosDavid JarLa Razón

Hace tiempo que por el PSOE de Andalucía, la otrora federación más influyente del socialismo español, corre el deseo de que su candidata para presidir la Junta, María Jesús Montero, haga las maletas y se vaya ya de Madrid para asentarse definitivamente en su tierra.

Pero la todopoderosa vicepresidenta primera del Gobierno y «número dos» de Ferraz no está por la labor. Montero asume que sin su silla en el Consejo de Ministros, su candidatura carece de la fuerza suficiente para desafiar la mayoría absoluta del popular Juan Manuel Moreno.

Montero, de 59 años, tiene la convicción de que en estos momentos es más útil para Andalucía (y para su partido) desde el Gobierno de España. El Ejecutivo es el arma con la que intenta contrarrestar la hegemonía del PP en una tierra que ha dado un vuelto sociológico histórico.

De un tiempo a esta parte, el modus operandi de la vicepresidenta ha sido casi siempre el mismo: una visita a Andalucía en calidad de «número dos» del Gobierno, un anuncio político desde allí para marcar la agenda, incluso antes de que se produzca oficialmente. Y vuelta a empezar. Todo seguirá igual hasta que se convoquen las urnas.

Montero, además, no está –ni estará– sola. Su entorno avanza que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la acompañará a menudo en su batalla por el gobierno andaluz. La foto de la «vicetodo» con el líder socialista se replicará por las ocho provincias más soleadas de España.

Pero en el socialismo andaluz hay quien arquea la ceja. Nadie duda de que Montero es la apuesta de Pedro Sánchez (hay quienes creen que más que una apuesta es un castigo). El presidente del Gobierno se la juega con ella, como con el resto de ministros-candidatos que ha designado para batirse en la arena con el PP.

El líder socialista ha conseguido que todos ellos se mimeticen con él hasta el punto de impedir que puedan labrarse un perfil propio. Ellos son tan Sánchez como el propio Sánchez. Montero también lo sabe. En su círculo se asume la imposibilidad de desbancar al PP, aunque nadie baja los brazos.

La vicepresidenta es una mujer de carácter fuerte e incansable, casi siempre dispuesta a parar para responder ya sea a un periodista o a un ciudadano. Montero, insiste ella misma, se va a dejar la piel para intentar que su partido no sufra otra debacle.

Cuestión distinta es su futuro político. Y es que en caso de que el golpe sea mortal, las fuentes consultadas en el PSOE advierten de que lo más probable es que «el partido la triture». En verdad, Montero ha crecido estos últimos años al lado de Pedro Sánchez.

Sin él en el gobierno, su liderazgo es estéril. Porque dentro del PSOE andaluz hay sectores que la señalan como «delegada del presidente para asuntos andaluces». Es más, hay quienes ligan la apremiante urgencia del presidente para impulsar unos presupuestos generales a la permanencia de Montero en el Consejo de Ministros, como si fuera la llave para no perder influencia política, justo lo que más necesita una cabeza de cartel electoral.

En estos momentos, la candidata socialista y el presidente popular de Andalucía juegan una partida de ajedrez. Montero no se fía de las intenciones de Moreno. Y sospecha que el presidente andaluz puede terminar adelantando las elecciones, previstas para junio de 2026.

Aunque a ella le cuesta creerlo. «Teniendo una mayoría absoluta, me parecería raro que convoque», admiten fuentes de la confianza de Montero. En cualquier caso, la vicepresidenta va a apurar todo lo posible su presencia en el Ejecutivo. Sin ese altavoz, pierde fuerza.

María Jesús Montero es una mujer pluriempleada: vicepresidenta primera del Gobierno, ministra de Hacienda, secretaria general del PSOE andaluz y candidata a la presidencia de la Junta; motivo por el que en Moncloa se la excusa cuando comete algún desliz o se le ponen las negociaciones cuesta arriba.

«Está sobrepasada», explican en el complejo presidencial. Y tanta actividad levanta suspicacias entre sus compañeros de filas. Una parte del PSOE, según relatan varias fuentes consultadas por este diario, pide que salga del Ejecutivo y se centre en Andalucía, porque lo contrario entorpece la acción del Gobierno: «Es un error que tenga los dos perfiles», explica una veterana socialista. En este tiempo, desde que Sánchez la designó candidata, ha encadenado varios tropiezos, como cuestionar el principio de presunción de inocencia a raíz de la sentencia absolutoria del futbolista Dani Alves, acusado de agresión sexual.

Esa polémica le costó una matización desde la sala de prensa de Moncloa por la que al final tuvo que rectificar. En la lista de patinazos también está la trifulca con Sumar por la tributación del IRPF de los preceptores del salario mínimo, una postura que en el PSOE andaluz costó entender, ya que es la tierra donde más personas perciben el mínimo por su trabajo, y donde se ha comprado con gusto la política del PP de bajar impuestos a todos.

En verdad, los guardianes de la Hacienda pública son quienes más peleas tienen dentro y fuera de Moncloa, porque son quienes deciden el reparto de fondos con los que se ejecutan las políticas públicas. «Siempre se ha dicho que todos los gobiernos son de coalición entre Hacienda y el resto de ministerios», bromea un diputado socialista.

Y eso implica, en muchas ocasiones, mala prensa. Es decir, lo que menos necesita una aspirante a presidir una comunidad que duele mucho en el PSOE, porque perdió el amor con ella tras cuatro décadas de idilio perfecto. Para más inri, Montero intenta convencer de que peleará por aprobar los Presupuestos Generales del Estado.

Pero en el PSOE ven la meta casi imposible por mucho que se presente un acuerdo dentro del Consejo de Ministros en las próximas semanas. Y la derrota del miércoles en el Congreso con la reducción de jornada avanza el infierno al que se enfrentará la tramitación de las cuentas.

Al PP, mientras, le gotea el colmillo. Los populares ven a Montero desautorizada y debilitada en el Gobierno, también la ven débil ante sus socios, que le ganan las partidas y ante su potencial electorado en Andalucía. Los independentistas piden que salga del Gobierno para sentarse a hablar de números.

Ella, no obstante, se ríe de todo eso. Su objetivo es quedarse y blandir la bandera verdiblanca para defender un modelo de financiación singular para Andalucía; su carta de presentación para templar a una federación sumida en la desazón por la política de Moncloa con el secesionismo.

La lógica tras esa postura es que lo que sirve para Cataluña también sirve para Andalucía. De manera que Montero espera que le sirva el nuevo «café para todos» con el que el Ejecutivo intenta convencer a propios y extraños de las bondades de su negociación bilateral con Cataluña.

Aunque dentro del PSOE aseguran que es imposible aplicar el modelo catalán al resto de comunidades y que la única autonomía que tendría recursos suficientes para salir de la caja común es la Comunidad de Madrid. En verdad, Montero no quiso volver a cruzar Despeñaperros antes de que el presidente se lo encomendara.

Hace tiempo que dejó claro que solo lo haría si se lo pedía Pedro Sánchez. Y así terminó siendo. Ese movimiento desató todo un murmullo dentro de la M30. El exvicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, que conserva su olfato político, comenta con sorna en las tertulias en las que se prodiga que Pedro Sánchez, en verdad, ha desterrado a la Siberia andaluza a María Jesús Montero por asomarse al balcón principal de Ferraz durante los cinco días de reflexión del líder, en los que él estuvo ausente y el partido sin rumbo claro.

Hay quien piensa que el paso al frente de Montero aquellos días le penalizó por mostrar sus cartas en la sucesión del líder.